LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -En un abrir y cerrar de ojos los proyectos ejecutados por la revolución se derrumban como castillos de naipes. En Cuba nada perdura, “nada tiene fijador”, reza una sentencia popular. Lo mismo da que sean económicos o sociales; duran lo que un fuego artificial.
La tala indiscriminada de miles de árboles frutales que conformaban el cordón de La Habana para sembrar café; la disecación de la Ciénaga de Zapata para cosechar arroz; y el desmantelamiento de la industria azucarera para diversificar la producción, sólo nos dejaron con una mano delante y otra atrás a la hora de consumir.
Bajo esa especie de maldición desaparecieron también los planes de desarrollo alimentarios, del fondo habitacional, de Profesores Generales Integrales (PGI), o los sobredimensionados efectos positivos que generaría la revolución energética en el país.
Es antológica aquella comparecencia de Fidel Castro en las pantallas de la televisión, cuando rodeado de chirimbolos y artefactos eléctricos decretó la muerte del apagón, y trazó una estrategia de ahorro de electricidad a partir de los nuevos módulos electrodomésticos que serían canjeados (o sea, vendidos si entregaban los viejos) a la población.
Unos años después, los “beneficiados” con las novedosas cocinas, hornillas, cafeteras, ollas Reina, calentadores de agua y otros utensilios eléctricos nacidos de la revolución energética en el país, oran porque para que nunca más vuelva un apagón.
Sin embargo, la oscuridad se enseñorea poco a poco del país. En la capital, cuando no explota un conducto soterrado en Obispo y Compostela, estalla otro en Reina y Escobar, y escalonadamente en diferentes zonas de La Habana Vieja y Centro Habana, dejando a miles de ciudadano a oscuras y a otro tanto sin bañarse y comer.
En la zona del Casco Histórico, decenas de familias de residentes no tienen instalado el denominado gas de la calle en su hogar, y cocinan sus alimentos con el famoso “módulo eléctrico de cocción”. ¡Vaya nombrecito!
Cuando falta el servicio de electricidad, tienen que ingeniárselas fuera del área de apagón para poder comer, tomar café o calentar agua para el baño. La mayoría de las veces se quedan sin poder hacer ninguna de las tres cosas.
“Es un infierno, dijo una señora sobre el apagón de cinco días que afectó la Habana Vieja. “El viejo y yo nos íbamos por la tarde para la casa de un hijo en Marianao, y apenas podíamos dormir por el temor de que al regresar nos hubieran desmantelado la casa”.
Otra expresó que durante aquellos días durmió en un sillón, y su esposo y niño sobre colchonetas en el piso, porque si la barbacoa de su cuarto con ventilador es un horno, sin él es un volcán. No se puede dormir. Para alimentarse, cajitas con comida de la calle.
En el resto del país es peor. Quienes no tienen enfermos crónicos en el hogar, algún dirigente en la familia, dinero suficiente o amistades para que se les conceda el derecho a comprar cada tres meses una balita de gas, tienen que cocinar con el “módulo eléctrico de cocción”, leña o carbón.
“Bayamo se borra bajo la humareda que sale de las casas cuando no hay electricidad. Nos embarcaron con la famosa revolución energética”, me dijo Joandrys Avilés, un residente en la ciudad Monumento Nacional.
“Además, agregó, quienes atraídos por los cantos de las ollas eléctricas se deshicieron de las cazuelas convencionales, hoy no pueden comprarlas en las tiendas, pues cuestan alrededor de 45 dólares. Y sin apenas dinero para comer, para qué comprarlas”.
No hay dudas que otra vez se equivocaron los mandantes al desconocer que nada de lo que hacen perdura. Sólo las carencias, su permanencia en el poder y la represión, las tres únicas cosas que han tenido “fijador”. Es un criterio general.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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