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Los revolucionarios asaltaron comercios a la caída de Machado
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Tumba de Gerardo Machado en el cementerio Woodlawn, de Miami
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Machado gana la presidencia en 1925 con una abrumadora mayoría
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Gerardo Machado en la manigua
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Gerardo Machado con el secretario de Obras Públicas, Carlos Miguel De Céspedes
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Imaguración del Capitolio de La Habana
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Palacio de Justicia de Santa Clara
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Avenida de las Misiones
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Machado rodeado de miembros de su gobierno
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Con Calvin Coolidge, presidente de Estados Unidos
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El presidente de EE.UU. Calvin Coolidge, de visita en La Habana, 1928
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La Gran Depresión de 1929, golpeó duramente a Cuba
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Los revolucionarios asaltaron comercios a la caída de Machado
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Tumba de Gerardo Machado en el cementerio Woodlawn, de Miami
MIAMI, Florida. — En el Cementerio Norte del Parque Woodlawn, de
Miami, yacen los restos del expresidente cubano Gerardo Machado y
Morales (1871-1939), quien fue el político que más obras construyó
durante la República, y también fue el primero que se opuso a la
influencia internacional del comunismo.
A Machado, la nueva historiografía lo simplificó en una caricatura:
“el asno con garras”, y como todo aquello que no le convenía, dejó su
imagen, sola y deforme, rodeada por un mar de silencio, en el que sólo
se escuchaba el murmullo de los comunistas.
¿Que fue un dictador? Sí. ¿Que indujo una reforma en la Constitución
de 1901, para gobernar durante 10 años? Sí, pero fue sumamente adulado,
en una época tan convulsa. ¿Que cerró la Universidad de La Habana, en
1930? Sí, pero hizo construir su escalinata, y los actuales edificios de
la Colina –incluyendo la Escuela de Ingenieros y Arquitectos, que hoy
está en ruinas. ¿Que suspendió las garantías constitucionales? Sí, pero
el terrorismo se apoderaba de las calles, y las negociaciones con los
grupos opositores no existían. ¿Que hubo asesinatos políticos y
torturas? Sí, pero no tantos como después de 1959. Según Ramiro Guerra,
unos 5 mil revolucionarios fueron recluidos provisionalmente, y Juan
Clark afirma en su libro
Mito y realidad (1990), que “los
prisioneros fueron usualmente tratados correctamente, disfrutando de
privilegios carcelarios y de amnistías que les devolvían la libertad
tras una corta estancia en presidio”.
Su legado de modernidad
Con todos sus defectos –de represión y ansias de prolongar su
mandato– su gobierno defendió los intereses nacionales, y construyó en
Cuba, como nunca antes se había hecho. Por sólo mencionar algunas obras,
durante los ochos años de su gestión económica se construyeron:
– la Carretera Central (con sus 1,144 kilómetros), que hasta hoy no
ha sido superada, en cuanto a proyecto de integración vial de las
provincias.
– el Capitolio Nacional (1929), que sigue siendo el edificio paradigmático de la arquitectura cubana, y el más lujoso del país.
– importantes plazas (Parque de la Fraternidad), paseos (la Avenida
de las Misiones, frente al Palacio Presidencial), y avenidas (Quinta
Avenida, de Playa). Además, se remodeló el Paseo del Prado.
– edificios importantes, como el Hotel Nacional, el Centro Asturiano
(hoy Museo Nacional de Bellas Artes), el Bacardí, el López Serrano, el
hotel Presidente del Vedado.
– obras públicas: la ya mencionada Universidad de La Habana, la
Escuela Técnica Industrial, de Boyeros, el Malecón de Matanzas, el
Palacio de Justicia de Santa Clara, el Presidio Modelo de Isla de Piños,
entre muchas otras.
Incrementó la recaudación fiscal, aprovechando que la Ley de Obras
Públicas imponía un recargo del 10% sobre todos los artículos de
importación considerados suntuarios y otro del 3% sobre todos los
productos de procedencia extranjera, excepto los alimentos. Esto hizo
bajar las importaciones, y desarrolló la industria nacional, creando
fábricas de pintura, zapatos, fósforos, y de productos no vinculados a
la caña de azúcar y el tabaco.
Y en 1927 aprobó una nueva Ley de Aduanas y Aranceles, para proteger y
estimular la producción agrícola e industrial. Era la primera vez que
Cuba independiente tenía su propia tarifa aduanal, de tipo moderno y
elaborada para defender sus propios intereses. La producción de aves,
huevos, carnes, mantequilla, queso, cerveza y calzado aumentó
notablemente. Así mismo, Cuba concertó varios tratados comerciales
(España, Portugal, Japón, Chile) de manera completamente independiente.
Machado fue un presidente popular, durante su primer mandato. En
abril de 1927 viajó a Washington, y le pidió al Presidente Coolidge un
tratado para eliminar la Enmienda Platt. En el acto de inauguración de
la VI Conferencia Internacional de Estados Americanos, en enero de 1928,
se emitió “un voto de gratitud y aplauso en favor del Excelentísimo
señor general Don Gerardo Machado”. Y el 1 de noviembre de ese año, en
las elecciones celebradas bajo la Ley de Emergencia electoral, Machado
se presentó como único candidato y fue reelegido sin oposición de los
otros partidos, para un mandato que debía terminar el 20 de mayo 1935.
Los enemigos de Machado
El descontento hacia Machado tuvo sobre todo raíces económicas. La Gran Depresión –que se inició con el
crack
bancario de octubre de 1929, y que sólo comenzó a paliarse a mediados
de los años 30– desató una gran animosidad popular contra su gobierno y
los miembros de su administración. La paralización casi total del
comercio, la devaluación abrupta de los precios del azúcar (que alcanzó
su precio tope en 1927), la falta de trabajo, y la reducción y el atraso
de los pagos del Estado, sumieron al país en un estado de miseria de la
noche a la mañana, que alcanzó su grado máximo en el verano de 1933.
El segundo obstáculo de su gobierno fue el comunismo internacional.
Casi tres meses después de ocupar la presidencia, se fundó en La Habana
el primer Partido Comunista de Cuba, el 16 de agosto de 1925. La nueva
ideología, que se guiaba por el ideal soviético, utilizó métodos que
eran desconocidos hasta esa época. El terrorismo de las bombas en las
ciudades fue introducido en Cuba por emigrantes catalanes.
En el VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista (entre julio y
septiembre de 1928), que se efectuó en Moscú, se aprobó la consigna de
“clase contra clase”. Decenas de extranjeros fueron expulsados del país,
por dedicarse a “la propagación del comunismo”.
Machado trató de frenar el descontento; pero ni la suspensión de las
garantías constitucionales (en junio de 1930), ni la implantación de la
ley marcial (con el uso de tribunales militares en lugar de los
tribunales civiles), ni la censura a la prensa, ni el asesinato y
encarcelamiento de los opositores pudieron frenar la campaña de
terrorismo de los revolucionarios, encabezados por el ABC, la Unión
Revolucionaria, de Guiteras, el Ala Izquierda Estudiantil y el
Directorio Estudiantil Universitario.
Estados Unidos seguía con preocupación la situación política de Cuba,
hasta que el 8 de agosto de 1933 el embajador de ese país, Summer
Welles, se presentó en Palacio con una carta del Presidente de los
Estados Unidos Franklin Roosevelt en la que exigía su renuncia, y con
ello se aceleró el fin.
La incipiente libertad de prensa también conspiró contra Machado, ya
que los periodistas no escribían a favor de un gobernante, si no eran
subvencionados o recibían una “botella” –que podía rondar los 500 pesos.
Machado se negó a darle “botellas” a la prensa, a diferencia del
gobierno anterior de Zayas.
Pero su mayor enemigo fue la veleidad e inmadurez del pueblo cubano,
que al igual que en 1959, se dejó cegar por ilusiones mesiánicas que
prometen el cielo en la tierra. La revolución del 30 produjo a Fulgencio
Batista, que arrastraría multitudes en 1940, con el apoyo de los
comunistas. Luego, a líderes estudiantiles como Ramón Grau San Martín y
Carlos Prío Socarrás, que gobernarían en nombre de la revolución.
La revista Bohemia, en octubre de 1933, publicó un escrito del
derrocado presidente, en el que reflexionaba: “Durante un tiempo fui el
Hombre Dios, el Nuevo Mesías, el Hombre Antorcha, que todo lo podía, y
que tiempo después, por los mismos que antes me ensalzaron, fui Satán,
Moloch, Marte redivivo. // Así toda es Cuba: el país que parece hecho
con las aspas de un molino de viento”.
La historia de los conflictos políticos no se divide en buenos y
malos, sino se define por las relaciones de los grupos sociales en torno
a una hegemonía. Unos matan en nombre de la Ley, otros en nombre de la
Revolución. Pero algunos construyen, y dejan un legado de modernidad,
como Gerardo Machado, mientras otros vacían la historia, y lo destruyen
todo a su paso, como Fidel Castro.
Nota de la Redacción: David Canela es un periodista independiente, colaborador habitual de Cubanet, que se encuentra de visita en Estados Unidos.
Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"