
Estrella Aramburu exigía que hijo y sobrino –condenados a cadena perpetua por intentar fugarse de Cuba, en 2003, desviando la conocida Lanchita de Regla- fueran sacados de las celdas de castigo del área 47 del Combinado del Este, que se les diera atención médica adecuada y fueran puestos en libertad.
Luego de seis días de huelga de hambre, las autoridades accedieron a que su hijo Harold Aramburu fuera trasladado a la sala de penados del Hospital Nacional.
El día 22, a la dama de blanco y a su otro hijo, Andy Aramburu, de 29 años, le permitieron visitar a Harold en el hospital.
Estrella Aramburu refiere que lo encontró muy desmejorado. Esa mañana, le habían hecho un ultrasonido y le diagnosticaron líquido en el duodeno, pocos jugos gástricos y cálculos en los riñones. Los médicos les comunicaron que pensaban darle de alta el jueves 25, luego de hacerle una endoscopía, pero que deberían seguirlo estudiando, ya que se teme que padezca una enfermedad maligna.
Respecto a su sobrino, Maikel Aramburu, quien tiene una bacteria en los pulmones dijo la dama de blanco que había hablado con él por teléfono, aun se encontraba en la prisión y no había sido enviado al hospital.
Durante los días que duró su protesta, las autoridades prohibieron a los médicos de los policlínicos de su localidad que la atendieran bajo la advertencia de que había una dama de blanco en huelga de hambre y que la dextrosa no podía llegar a sus manos.
Estrella Aramburu dice temer por la vida de ambos presos, pero especialmente por la de su hijo, que está en críticas condiciones. “Esto aún no ha terminado, si mi hijo es regresado a las celdas de castigo y no ingresan a mi sobrino reiniciaré nuevamente la huelga de hambre, pero para esa vez, si no son liberados, ni mi sobrino ni mi hijo me detendrán, seguiré hasta las últimas consecuencias ”, advirtió.
Historia de una fuga frustrada

Explica Estrella Aramburu que las condiciones de vida en las celdas del área de castigo 47, donde su hijo y su sobrino han pasado los últimos nueve años, son infrahumanas. Los presos se abastecen de agua para tomar de una llave que está encima del hueco donde orinan y defecan; comen sentados en el suelo, ven el televisor detrás de rejas tan tupidas como una tela metálica, salen a tomar el sol una vez a la semana o cuando le parece a los guardias; solo les permiten hablar por teléfono con su familia una vez a la semana por 10 minutos y, cuando los conducen a cualquier lugar, los llevan esposados de pies y manos, y custodiados por tres guardias y un perro.
“A mi hijo y a mi sobrino los tratan como terroristas peligrosos, pero ellos no mataron ni hicieron daño a nadie: la sangre la puso el gobierno”, dijo la dama de blanco.
“Pido al Consejo internacional de Derechos Humanos que atienda este caso de cerca”.
Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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