sábado, 23 de febrero de 2013

Revolucionarios no, ¡masoquistas!


Alberto Méndez Castelló


Amenazado de muerte por un individuo, el autor fue citado ante un capitán para un careo. Toda la operación fue filmada oficialmente, por tratarse de un periodista independiente 'que tergiversa los hechos'.
"Muchas gracias, usted me ha proporcionado una experiencia única", dije al capitán Keitel, instructor de Investigaciones Criminales y Operaciones, ante quien fui conducido el miércoles 13.
Efusivo, tiendo mi mano al instructor y a su camarógrafo, porque aunque violando lo establecido en el segundo y cuarto párrafo del Artículo 199 de la Ley de Procedimiento Penal —a todas estas más que víctima soy acusado—, sin cumplir las formalidades legales para efectuar un careo y en contra de mi voluntad, paradójicamente el capitán Keitel contribuyó a clarificar otra orquestación, al situar ante mí a un sospechoso querellante que mostraría tal cual su persona y su encomienda, como ejemplo de lo que hoy sufrimos no pocos cubanos.
Como reportó DIARIO DE CUBA, este 9 de febrero alguien, que dijo ser hijo de un sujeto implicado en 1979 en un delito de robo con fuerza, nombrado Víctor Batista Infante, profirió amenazas contra mi vida y la de mi familia.
El propio sábado 9 presté declaración ante el oficial de carpeta en la estación de Policía de Puerto Padre, quién me pidió regresara por una respuesta en 72 horas y, este 13 de febrero el capitán Keitel me dice que estoy en su oficina para recibir contestación a lo declarado por mí, pero que como yo soy un periodista independiente "que tergiversa los hechos", cuando oficiales del Ministerio del Interior deban hablar conmigo, esos encuentros serán filmados en video.
Cumpliendo lo dispuesto, Keitel se hace acompañar por un camarógrafo, quien detrás de su trípode daría constancia de un hecho que incluso para mí, un criminalista curtido, que ha presenciado la muerte en su forma más deprimente e interrogado a individuos sin vestigios de condición humana, resultaría asombroso.
El capitán Keitel quiere saber si por el delito de amenaza estableceré denuncia contra Víctor Batista Infante. Le respondo que no es necesario al carecer este ciudadano de motivos para hacer daño a mi familia o a mí.
Hace 34 años, en 1979, este sujeto denunció que había sido torturado por los oficiales del grupo operativo que lo detuvo y sometió a interrogatorios. Al encontrarme yo al mando de esos hombres, y puesto que quienes dirigen pueden delegar autoridad en los subordinados pero jamás sacar el cuerpo ante las faltas cometidas por ellos (la responsabilidad es indelegable), asumí ante el fiscal militar la responsabilidad total por las violaciones que supuestamente aquellos oficiales y yo habíamos cometido.
Ejercí mi propia defensa en un juicio que se prolongó por más de 10 horas y en el que resulté el único acusado. Ventiún testigos prestaron declaración ante el tribunal militar que me juzgó y absolvió por un delito de lesiones.
"Vea, instructor —digo al capitán Keitel—, según los hechos las amenazas reales provienen de alguien en el Ministerio del Interior y así quiero que lo comunique a la jefatura. Decir este sujeto ahora, luego de 34 años, que por aquellos sucesos va a acabar con mi vida y la de mi familia, guarda más relación con las palabras del teniente coronel Modesto Fernández, al advertirme que podía ir a la cárcel debido a lo que yo escribo, y que en prisión algo malo podría sucederme, porque todavía allí hay asesinos de los capturados por mí y por aquel episodio de 1979, que es cosa juzgada".
"La amenaza de este individuo parece ser un hecho conexo con lo ocurrido en la mañana del viernes 18 de febrero de 2011, cuando encontrándome solo en la finca de mi padre se presentaron cuatro sujetos identificándose como oficiales de la Seguridad del Estado, los que encerrándome en una furgoneta y luego encapuchándome, me condujeron a un lugar desconocido para amenazarme con la cárcel si proseguía escribiendo".
El capitán Keitel dice que informará a la Jefatura y que recibiré una respuesta, pero que ahora debo esperar algunos minutos mientras él se entrevista con Batista Infante.
Al cabo de media hora, o algo así, me conducen nuevamente a la oficina del capitán. Allí permanecen el instructor, el camarógrafo y Víctor Batista, sujeto canijo que me observa con ojos de roedor.
El capitán Keitel sonríe, mientras inclinado sobre el trípode el camarógrafo no aparta los ojos del visor. En aquella oficina se respiraba un aire de emboscada, y así lo percibí.
Señalando a Batista Infante y manteniéndome de pie, digo a Keitel: "No estoy dispuesto a permanecer en esta oficina mientras usted mantenga a este sujeto en ella".
Keitel dice que Víctor Batista no puede hablar si él no lo autoriza, que está allí para mostrar documentos que muestran su inocencia en aquellos sucesos de 1979 y para recibir una multa por el incidente en el que resulté amenazado. Eso dice el instructor, pero evidentemente todo es una escena bien montada con objetivos subyacentes porque Batista Infante comenzó a decir lo mismo que hace 34 años atrás, sin conseguir probarlo ante el tribunal militar que me juzgó, añadiendo ahora que no se apartará de la puerta de mi casa a la que arrojará huevos, como en un clásico acto de repudio.
Pero entonces, en un momento, todo queda claro y la mano que mueve al títere sale a la superficie.
"¿Por qué ahora, solo conmigo? En la fiscalía militar yo asumí toda la responsabilidad, pero tú acusaste a otros, con nombres y apellidos, dijiste quiénes te habían golpeado y acusado injustamente. ¿Ahora por qué yo y también no ellos?".
"Porque ellos son revolucionarios y tú un contrarrevolucionario traidor. Porque tú eres periodista independiente".
Imaginen, en un instante todo queda claro. Aquel sujeto acababa de reconocer que no eran mis violaciones de la ley ni los derechos humanos por lo que reclamaba. Los revolucionarios lo habían golpeado y llevado a la cárcel injustamente y contra ellos no tenía nada. Contra mí, sí y me odiaba porque era un periodista independiente. Poco importaba las violaciones de ley. Importaba que yo escribiera de forma independiente.
Quienes creen que en Cuba se están produciendo cambios, están en un grave error. Sirva este ejemplo de cómo funciona la mente de demasiados cubanos. Este individuo acepta ser golpeado por revolucionarios, pero otros toleran algo peor que golpes físicos, aceptan que se les mancille el honor al ser tratados como animales y no como ciudadanos civilizados.
Ya eso es masoquismo en demasía.



Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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