domingo, 17 de febrero de 2013

Base Naval de Guantánamo: Testimonio de un éxodo


(21)


El aparato de navegación continuaba orientado a los 30 grados, pero esta vez al Noroeste con el objetivo, según Andrés, de  llegar a uno de los tantos cayos que existen en el canal viejo de las Bahamas... Nos aprovisionaríamos de agua, alimentos y continuaríamos nuestro viaje hacia  los Estado Unidos. Estábamos  decididos a continuar con nuestro objetivo. Era de vital importancia mantenernos atentos y con los ojos bien abiertos, siempre vigilando  la brújula, para evitar perder el rumbo o naufragar, debido a los fuertes vientos y las olas. A pesar de  la oscuridad  de la noche el equipo de navegación era de una  fosforescencia  intensa y  dejaba ver su lectura claramente.
Cerca de las 3 de la madrugada avistamos, a lo lejos, unas luces de un barco, que al parecer venía a nuestro encuentro. Por desgracia no teníamos nada con que hacerle señas, e impotentes veíamos como las luces se nos acercaban cada vez más, sin poder hacer nada para llamar su atención. La tripulación continúo descansando, sin hacer caso de lo que se nos acercaba.Era imposible que nos pudiera ver, sólo un milagro podía hacer que nos encontraran.
De pronto, toda nuestra atención se centró en la balsa que nos seguía. Se escucha ruido, voces y la luz de una linterna.  Algo inusual estaba sucediendo. A pesar de los vientos y las olas, la balsa había logrado mantenerse cerca de nosotros. Estaban encendiendo algo, al parecer un mechón...
Pudimos ver como lanzaban una bengala de color verde, pero ésta, en vez de salir hacia arriba, lo hacía, inexplicablemente, para abajo. El mar en los alrededores de la balsa parecía haber cogido candela. Era insólito y maravilloso ver el mar prendido con un verdor intenso, pero triste a la vez, pues se nos esfuma una posibilidad de salvación. El buque continúo su camino sin percatarse de nuestra presencia.
Posteriormente nos enteramos que el compañero que trató de lanzar la bengala sufrió quemaduras en una pierna.
Continuamos nuestro silencioso recorrido, muy atentos a la brújula y la vela. Las luces del navío se perdieron en la oscuridad de la noche.
Sobre las 4:20 de la madrugada avistamos las luces de otro barco. Los que venían acostados continuaron su deliciosa tarea, sin hacer caso de nuestros comentarios.
De nuevo la balsa que venia detrás, centró nuestra atención. Se escuchaban gritos y actividad de luces.
Con profunda alegría pudimos observar cómo lanzaban una segunda bengala, ésta de color rojo, la cual significa auxilio en el código marítimo.
Esta se elevaba en lo alto del firmamento y al llegar al final de su recorrido se escuchó una leve explosión, dejando caer miles y miles de lucecitas rojas, dando la impresión de estar viendo un día de fiesta en Cuba, cuando Cuba reía. Era maravilloso ver el espectáculo que se presentaba en lo alto del cielo. Este se encendió de rojo, la negra noche parecía darle más intensidad a los destellos.
Lentamente iban cayendo las lucecitas e iban apagándose antes de llegar al agua. Todos se levantaron con expresiones de júbilo. Estábamos seguros de que los del barco habían visto la señal de auxilio. Ahora debíamos esperar a que la nave se nos acercara e hiciera las operaciones de rescate.Teniamos la certeza de que vendrian a nuestro encuentro.

(Continuará)

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