martes, 12 de febrero de 2013

Base Naval de Guantánamo: Testimonio de un éxodo


(17)


Pude  darme cuenta, por medio del tacto, que una de las cámaras delantera iba baja de aire. No sabía si estaba ponchada o sólo era que se encontraba baja de aire. Esto constituyó una preocupación más para mí. Además de llevar pocos alimentos, escasa el agua, roto un remo, ahora la cámara iba  baja de aire.- ¡Esto es una locura!- pensé
. Si alguien hubiera  planteado regresar, de seguro habría contado con mi apoyo.
Al parecer  nadie se percató de estas cosas y continuamos nuestro camino...
Ahora los remeros éramos dos.Cada cierto tiempo nos turnábamos, para descansar.
Andrés, sentado en la parte delantera de la embarcación,  llevaba la brújula y guiaba nuestro recorrido, y Odelito, era el encargado de guiar la vela, que en esos momentos se encontraba arriada por la falta de aire.  El mar continuaba en calma.
En la medida en que avanzábamos, se nos presentaban nuevos problemas. Ahora era el timón de la balsa, el cuál se había zafado y no funcionaba. Guiábamos la balsa con los remos.La horsa, también se había roto.Esta viene siendo la quilla que llevan los barcos y las lanchas por debajo, para darle estabilidad. En caso de marejadas fuertes podíamos virarnos con facilidad. La vela también presentaba problemas. Se había zafado del mástil y una buena parte de élla iba suelta.
Realmente estaba preocupado con todos los problemas que se estaban presentando y sin poder regresar; la costa de Cuba no se veía. Llegué a pensar que había escogido el día más malo de mi vida para viajar.
Con todos estos contratiempos, creí ir a una muerte segura, no obstante decidí continuar remando hasta las últimas fuerzas de mis ser. Tenía que ganarle la partida a la muerte, que por lo visto venía detrás de mí.
La salida del sólo me sorprendió remando y el mar continuaba en calma.
Detrás nuestro venía la balsa que salió después que nosotros.
Me llamó la atención el color azul marino intenso que tenía el mar en esas profundidaes.Era realmente maravilloso.
Alrededor nuestro saltaban los peces, como si estuvieran jugando en el agua. Alguien dijo que eran  Picuas, otros Delfines y alguien vió tiburones rondando la balsa.
Sobre las 11am, divisamos un barco que traía rumbo Este. Al parecer pasaría cerca de nosotros. La algarabía que se formó fue grande.
Comenzamos a agitar tohallas y pañuelos y a pedir auxilio, como si los del barco pudieran escuchar nuestro desesperados gritos. Era una escena conmovedora de trece personas que luchaban por sus vidas y que, aparentemente, cerca veiamos nuestra salvación.
Pasado unos minutos, todo volvió a la normalidad. El barco se alejaba cada vez más sin percatarse de nuestra presencia, no se percató que éramos trece personas en peligro de muerte real, además de las personas que venían detrás de nosotros.
No sabrán de desesperación y angustia los que no hayan pasado por momentos como estos.
Continuamos remando, no se había dejado de remar ni un sólo instante. Todos, excepto las mujeres, teniamos las manos llenas de ampollas, producto de la fricción de la piel con la madera de los remos.


(Continuará)

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