Licencias para delinquir
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -El creciente estancamiento económico y el retroceso social, a pesar de las nuevas medidas que autorizan la iniciativa privada en Cuba, generan opiniones encontradas entre la población.
Mientras unos aplauden el incremento de las modalidades del trabajo por cuenta propia, otros lo consideran como una distribución de licencias para delinquir. Si para los primeros significa un paso adelante, para los segundos es un salto atrás.
De acuerdo con los que favorecen las medidas, éstas nos permiten independencia del Estado patrón, aumento de las ganancias salariales, desarrollo social, competitividad, y otros logros personales, pese a las trabas que aún quedan por desatar.
Según los que rechazan la legalización y regulación de la venta de churros, el relleno de fosforeras, la oportunidad de instalar una peluquería, un salón de masajes, una percha con ropa reciclada, o un restaurant, entre otras iniciativas privadas, detrás se oculta la ilegalidad, no sólo como práctica de sobrevivencia, sino también como cultura.
Para los que ejercen el cuentapropismo, ya sea por decisión propia o como única opción después de ser cesanteados de su centro laboral, la pelea por sobrevivir es de mono amarrado contra león, pues las autoridades son las dueñas exclusivas de cuanto necesitan para trabajar. Aun más ahora con las nuevas regulaciones aduaneras que encarecen la entrada de los productos traídos por las “mulas” desde el extranjero.
En cambio, muchos de quienes debían ser los beneficiarios de la competencia surgida con el aluvión de productos y servicios generados por el cuentapropismo, dicen no haber experimentado las ventajas en una alternativa que no tiene contraparte, debido a su carencia en el comercio estatal.
Gran parte d elos cubanos piensa que la cadena de corrupción establecida desde siempre entre los trabajadores estatales y el sector informal (antes perseguido, pero que siempre existió), ahora se multiplica y oculta tras las licencias que legalizan la gestión.
La compra de medicamentos, útiles del hogar, materiales de construcción, productos alimenticios y otros renglones deficitarios en el país, continúa bajo el dominio del revendedor, ahora camuflado tras un mesa llena de artículos de plomería o cualquier otro producto.
Con los servicios pasa lo mismo. El arreglo de cualquier equipo electrodoméstico, de un reloj, del calzado o de cualquier cosa que necesite reparación, resulta casi imposible en cualquier taller estatal, en gran medida porque los trabajadores del Estado desvían los materiales y piezas hacia el trabajador particular.
Por supuesto, los precios de los particulares son el triple, y si deciden atenderte es como si te hicieran un favor. Quien quiera una aguja de coser, cuchillas de afeitar, un colchón, una palangana, estropajos para fregar, un cubo o un bombillo ahorrador, tiene que morir con el revendedor
Según narra Mariela Campusano, una profesora que necesitaba comprar una colcha para trapear, después de recorrer las tiendas estatales, tuvo que acudir a un trabajador por cuenta propia, cuya licencia lo autoriza a la reparación de teléfonos móviles, grabadoras y videos.
“Si caminas por la calle Belascoaían, desde San Lázaro hasta Zanja, encontrarás en cada puerta, zaguán, o portal, a decenas de trabajadores que detrás de la venta de discos, o pan con jamón, te ofrecen lo que te quieras imaginar”, agregó.
Igual pasa con la venta de productos del agro y con los cárnicos, pues como los trabajadores estatales laboran por un salario fijo, se los revenden al particular, a precios triplicados y el particular se lo vende al pueblo a un precio aun mayor.
Los tímidos cambios económicos efectuados han resultado únicamente un pretexto para otorgar licencias y regular la delincuencia que siempre existió.
Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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