martes, 2 de octubre de 2012


2 de Octubre de 2012 - 12:39 pm
Reformas económicas

¿Por qué fracasan los negocios privados en Cuba?

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Una peluquería en La Habana. (EFE)
Hace muy poco se implementó la ola de despidos que llevó a la calle a un número indeterminado de trabajadores. Datos oficiales referían que la cifra inicial de cesados debía ser de alrededor de medio millón; luego, debía llevarse a cabo una segunda vuelta que completaría la eliminación de más de un millón de puestos, identificados tras un riguroso análisis estatal.
Si a este proceso se le hubiera llamado por su nombre —tal y como se manejan estos "reajustes" a nivel mundial—, habría sido un escándalo; más aún cuando la culpa de la actual situación es del propio Estado. Pero como suele suceder en Cuba, después de muchas caras largas y alguna que otra inconformidad manifiesta, se terminó aceptando el "paquetazo" y la gente pasó su indignación encerrada en casa, consolándose con llantos y almacenando odios.
Dentro de la masa despedida ha habido profesionales con experiencia y capacidad. Para ellos, igual que para el resto, las opciones previstas por el Estado fueron trabajar el campo o acudir al "cuentrapropismo", en apenas unas decenas de oficios permitidos.
La mayoría de la gente "disponible" —aquí se inventan términos para evitar los estándares y estadísticas universales— no contaba con experiencia ni posibilidades de poner a producir las tierras plagadas de marabú o los terrenos baldíos que podrían solicitar en usufructo, así que la mayor parte de los ciudadanos optaron por el cuentapropismo.
Fue así como un ejército de ¿emprendedores? comenzó a sacar licencias para probar suerte en el incierto mundo de los negocios. Los más afortunados pudieron contar con familiares o amigos que desde el exterior les proporcionaron recursos para inversiones o consejos e información sobre el funcionamiento de los negocios. Lo que toda esta gente ilusionada no sabía era que ya unas mentes macabras habían planeado todo a la inversa. Los gurúes comunistas encargados de sacar las cuentas necesarias habían diseñado un sistema de tributos y controles que en las condiciones del país planteaban un atraco a mano armada.
Esto se explicó con absoluta claridad en varias mesas redondas informativas, pero los esperanzados y entusiastas no se dieron por enterados. "Esto está diseñado de tal forma que se evite la acumulación de riquezas por parte de los particulares", llegó a decirse, aproximadamente, en estos programas. Pero si un empresario no acumula capital, ¿cómo es que podrá invertir, adquirir tecnología, ampliar sus posibilidades, mejorar la calidad y aumentar sus producciones para poder bajar precios y que la gente se beneficie? Sin suficiente dinero acumulado, cómo se puede desarrollar un negocio y competir.
Esto significó que por mucho esfuerzo e inteligencia que se pusiera, nadie iba a convertirse en un empresario de éxito ni a prosperar más allá de lo permitido por decreto para cualquier cubano humilde.
Un paisaje devastado
El actual sistema de impuestos por sí solo ya es suficiente para recoger guante, pelota, y no jugar más. Pero ahí no terminan las cosas. Los valientes aspirantes se encontraron con un país diseñado de punta a cabo a partir de una concepción antimercantil. Más de cincuenta años construyendo esta absurda filosofía no iban a borrarse por arte de magia, ni siquiera porque uno de sus principales impulsores dijera en un discurso que era necesario el "cambio de mentalidad".
Entre otras cosas, las materias primas para elaborar alimentos y los insumos para prestar servicios básicos siguieron teniendo un origen "ilegal", y los abastecimientos prometidos por el gobierno en la inmensa mayoría de los territorios jamás llegaron. De esta forma, luego de unos meses, ha ido desapareciendo del paisaje la avalancha de timbiriches y puestos de venta inicialmente florecidos. (Algunos tan solo mantienen la licencia para pagar su contribución social y sus dueños no aparecer como desempleados, esquivando así la vigilancia del Jefe de Sector y pudiéndose dedicar a otras actividades.)
Otro elemento que mutila de facto cualquier iniciativa, sobre todo en los pueblos pequeños y las zonas rurales, es la falta total de capacidad económica de los potenciales consumidores. Miles de personas llenas de necesidades y deseos de adquirir productos se hallan desposeídas de recursos. Se trata de una población económicamente muerta, constituida fundamentalmente por desempleados, agricultores pobres, obreros asalariados, etc…
En cuestiones económicas, primero debe estar el dinero, disponible en manos de quien consume, para que los inversionistas se hallen dispuestos a correr riesgos, pedir créditos, buscar alternativas: nadie arriesgará nada para venderle a fantasmas flacos y mirones neutros.
Al mismo tiempo, es curioso que los periodistas de medios oficiales que reflejaban ya hasta el cansancio el aumento de solicitudes de licencias y la proliferación de pequeños negocios que supuestamente iban "viento en popa", no han dicho ni una palabra más al respecto.
Y el resultado es el de siempre: tras los fracasos, agotadas las esperanzas y sin que se vislumbren más conejos mágicos dentro del oscuro sombrero del gobierno, la gente busca con más desesperación que antes vías para salir del país. Sobre todo los jóvenes. Las colas en las embajadas son cada vez más largas. Es una lástima que tantos prefieran irse antes que quedarse a luchar y cambiar las cosas. Aunque a fin de cuentas sea comprensible: ¿quién no quiere pasar de ser ayudado a poder ayudar?

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