sábado, 28 de abril de 2012

Y la otra Cuba... ¿qué?


| Por Alberto Méndez Castelló
PUERTO PADRE, Cuba, abril, www.cubanet.org) – ¡Increíble!   De buenas a primeras, presidentes democráticamente electos quieren tener al lado a una gerontocracia que, luego de más de medio siglo en el poder cometiendo toda suerte de errores políticos, económicos y sociales, todavía no da paso a las nuevas generaciones.
“Juan Manuel Santos calificó tal política como anacrónica”, dijo Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, a propósito de la interpretación dada por el presidente colombiano a la negativa de Canadá y Estados Unidos de aceptar la presencia de la isla en la Cumbre de las Américas de Cartagena, conforme la premisa de esas reuniones: solo podrán asistir gobiernos democráticamente electos.
Un anacronismo es algo no conforme con las costumbres de una época.
Y vean qué curiosidad: dos días después de que el presidente de Colombia juzgara de anacrónica la política de Washington hacia Cuba,  en La Habana se  preguntaban:
“¿Cómo hacer que las nuevas generaciones, un grupo protagónico e imprescindible en un avance de una sociedad, se conecten de manera proactiva con quienes tienen la experiencia acumulada, de manera que se complemente la sabiduría con el empuje, la frescura y la creatividad?”
Observen: “de manera proactiva”.
A tiempo de esa interrogante, el propio diario Juventud Rebelde,  periódico fundado por el Dr. Castro Ruz hará nada menos que 47 años el próximo octubre, se refería  a un encuentro para buscar las mejores formas “de encausar un diálogo de generaciones que garanticen la nueva posibilidad de la reducción  y la expansión de sus mejores ideales”, según una reseña del martes 17 de abril.
Luego, si quienes llevan las riendas de Cuba por más de medio siglo no han tenido voluntad política para dialogar con los jóvenes y, sobre la base del mérito y las condiciones personales, de promoverlos a cargos decisorios -como reconoció el mismo General  Castro Ruz en el 6to. Congreso de los Comunistas-, no es ocioso preguntarse:
En caso de ser admitido en la Cumbre de las Américas sin recurrir a sofismas ni eufemismos, qué respondería el gobernante cubano si le preguntaran:
-General, ¿los cubanos pueden entrar y salir de la isla sin restricciones, o todavía en Cuba se discute el apartado 2 del artículo 13 de los Derechos Humanos Universales?
- Sr. Presidente, ¿un cubano que no piense igual a su gobierno ya puede poseer, por ejemplo,  una vieja escopeta  para ir de caza, o todavía hay que pensar y actuar conforme al gobierno para lograrlo?
- General,  ¿ya le está permitido a cualquier cubano poseer al menos un bote de remos para ir de pesca, o todavía es imprescindible ser un incondicional del gobierno para hacerse a la mar?
- Dígame, General, con toda esa tierra improductiva que hay en Cuba,  ¿es obligatorio, y en contravención del Apartado 2 del Artículo 20 de los Derechos Humanos Universales, afiliarse a una organización gubernamental para un cubano conseguir al menos un terrenito de los que el gobierno está otorgando en usufructo?
Si le formularan solo esas cuatro preguntas al Presidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba (la categoría de República tiene demasiada longitud para las respuestas que se verá obligado a dar el señor presidente) se estarían retirando los anacronismo más brutales de que se tenga noticia en este país.
Quizás ellos sean equiparables al genocidio cometido contra la población aborigen y la africana, sometida a la esclavitud, si para tal analogía tenemos en cuenta el hecho innegable de que se está privando a los cubanos por motivos políticos de los quehaceres humanos más ancestrales: cazar, pescar y cultivar la tierra.
En Cuba no hay carne, ni leche; el arroz y los frijoles son escasos y caros y un par de zapatos de mediana calidad suelen costar más que el salario promedio mensual, pero esto no hizo sonrojarse a un octogenario doctor cuando en el encuentro de marras a que se refería el periódico Juventud Rebelde “señaló que objetivos esenciales de ese diálogo serían salvar la humanidad de la destrucción, (…)”
¡Vieron ustedes qué maravilla! ¡Con su propio país destruido, y hablar de salvar la humanidad de la destrucción!
A Cuba vienen personas de Chile, de El Salvador, de Honduras, de Colombia. Ellos, a diferencia de los cubanos, continúan entrando y  saliendo de la isla. A Yoani Sánchez y a otros jóvenes cubanos les gustaría sentarse a conversar con jóvenes brasileños o estadounidenses de la misma forma que esas jóvenes comunistas chilenas vinieron recientemente a intercambiar con los comunistas cubanos.  O del mismo modo que el gobierno cubano envía a sus embajadores políticos y culturales a Estados Unidos.
Que alrededor del socialismo del presidente  Hugo Chávez hay delirio y oportunismo, ¿quién lo duda?   ¿Pero del estalinismo cubano? ¿Será que presidentes como el colombiano Santos cogieron miedo? ¿Acaso será que se dijeron: “Es mejor tenerlo sentado al lado que levantado por todos lados”?
Sí, porque los señores presidentes pueden haberse dicho: “Si ya nos llenaron la selva de guerrilleros, este es un buen momento para desbordarnos las calles de manifestantes”.
¿Y los cubanos? ¿Qué les importamos los cubanos a los presidentes latinoamericanos y caribeños o incluso al mismo Benedicto XVI? Desde el Papa hasta el presidente de México estuvieron en Cuba recientemente.  Pero ninguno de ellos se entrevistó, tendió la mano o intercambió una palabra con los que sufren en la otra Cuba.


Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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