
Durante ese año se completó igualmente un ciclo represivo contra el emergente negocio privado. Había comenzado cinco años antes, coincidiendo con el ascenso político, en Caracas, del recién fallecido presidente venezolano, y con la promulgación, en La Habana, de la Ley 88, también conocida como Ley Mordaza.
Hoy, el paisaje es parecido y a la vez diferente. Ciertamente, la represión es una constante en la vida diaria de la disidencia. Pero a diferencia de hace diez años, las perspectivas de eternización del régimen se desmoronan bajo el peso de la crisis. Paradójicamente, los gendarmes económicos de Raúl Castro están aplicando una variante, aparentemente amortiguada, del recetario de medidas de corte neoliberal. Versionan aquello que tanto criticaron y pretenden un mágico cambio de mentalidad en la población cubana.

Por otra parte, los altos funcionarios de las instancias de gobierno son los rostros visibles de la disfuncionalidad y decadencia de todo un sistema. Más de un millón de cubanos, según cifras oficiales, se desentendieron de la caricatura de las últimas elecciones para delegados a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
A propósito, vale parafrasear un dicho: “cuando el río suena es porque disidentes trae”. Esa toma de distancia de una parte de la población con respecto al régimen, es un primer paso. El barrio es como un país dentro de otro. A veces no se comprende la importancia de llevar el mensaje de la necesidad del cambio lo más directamente posible a las personas que pueden ayudar a propiciarlos. Ese es uno de los grandes retos para la oposición política en la Cuba actual.

No son tiempos de estar cada uno por su lado, soñando con la democracia, pero sin desarrollar métodos efectivos para hacerla realidad. Es preciso que la idea de que otra Cuba es posible llegue a convertirse en parte de la vida cotidiana y el accionar consciente de cada cubano. Hace una década era impensable la posibilidad de acceder a las nuevas tecnologías. Tampoco se pensaba en el empoderamiento de los ciudadanos como una posibilidad que a su vez generaría cambios graduales pero imparables. Ambas cosas ya están sucediendo. Es necesaria una sociedad civil fuerte y dispuesta a unir voluntades. De esto dependerá su creciente influencia en todos los niveles de la sociedad.
Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
No hay comentarios:
Publicar un comentario