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CAPITULO V
REPUBLICA DE PANAMÁ

El
avión, un Boeing 727, perteneciente a una Aerolínea de Miami, y con
capacidad para 163 pasajeros, esperaba con los motores encendidos.
Fuimos acomodándonos en los asientos del aeroplano... Tres aeromozas, a
lo largo del pasillo, daban instrucciones de cómo debíamos usar los
medios de seguridad y protección, etc. en caso de alarma.
A los pocos minutos se
escuchó, por el sistema de audio, una voz femenina suave y dulce dando
las ultimas instrucciones y anunciaba que el viaje tendría una duración
de 1 hora y 45 minutos hasta nuestra llegada a suelo panameño, y que
saldríamos en cinco minutos.
A
las 12 y 55 de la tarde del día 8 de octubre de 1994, el Boeing 727, se
ubicó en la pista y emprendió una vertiginosa carrera, hasta quedar
suspendido en el aire. ¡Habíamos comenzado el viaje hacia la Republica
de Panamá!
Una
enorme tristeza embargó todo mi ser. Atrás dejaba a mis seres queridos y
la tierra que me vio nacer; mi cultura, mis amistades, todo, y sin
saber si algún día regresaría a mis raíces. Emprendía un viaje hacia un
futuro incierto y desconocido, partiendo de cero y con 53 años en las
costillas, sin nadie que me pudiera dar una mano en los inicios y sin
saber qué tiempo demoraría este arbitrario encierro. Tenia la esperanza
que esta situación no demorara mucho tiempo, pero eso no era una
certeza. Y si mis cálculos me fallaban había la posibilidad se salir en
silla de rueda o en un ataúd de todo esto.
Nunca
consideré la posibilidad de regresar hacia Cuba, prefería morir en el
intento o viajar a cualquier país de América Latina, pero el regresar
derrotado no estaba contemplado en mis planes. Prefería estar encerrado,
privado de mis hijos y nietos a seguir contemplando con impotencia
tanta vesania y maldad...
Todos
mis pensamientos fueron interrumpidos por la aeromoza, la cual nos
trajo el almuerzo. No tenía apetito, por lo que mi comida se lo di a una
pareja que venía sentada a mi lado. Tony, Sandra, Alexander y Paquito,
saldrían en el vuelo de la tarde. Sólo me tomé el jugo. Mis ánimos
estaban por el piso.
Sobre las 2 y 30 de la tarde, se volvió a escuchar la dulce voz de la azafata:
-Señores
pasajeros, favor de ajustarse los cinturones de seguridad, en breves
minutos el avión tomará pista en el Aeropuerto de Howard, República de
Panamá. ¡Les deseo una feliz estancia! Gracias-
A la 2 y 35 de la tarde, nuestra nave tocaba suelo panameño.
Descendimos
en fila india y nos dirigimos hasta un Hangar cercano. Había 200 a 300
personas esperando nuestra llegada para darnos la bienvenida. Formaron
dos hilaras paralelas y a la entrada de la puerta principal. Nos
recibieron dando vivas a Cuba libre, vivan los balseros y agitando
banderas cubanas y panameñas. Nos daban las manos y banderas de ambos
países. El júbilo era inmenso. No esperaba algo como esto, teniendo en
cuenta que estábamos en una base militar.
Continuará
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