miércoles, 6 de febrero de 2013

El fantasma que se nos avecina

 | Por José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -En un futuro quizá no lejano los caciques de Cuba conseguirán diseñar el muñeco de una sociedad civil que actúe aparentemente ajena a su estructura de dominio y que, a la vez, pueda mostrarse, mediante estrategias mañosas, como representación alternativa de los intereses de la ciudadanía. Cuando el régimen llegue a conseguirlo, es previsible que su próxima coartada consista en diseñar otro muñeco, el de una oposición política a su gusto y bajo su control.
A nadie debiera sorprender que ahora mismo los ideólogos de la Raspadura anden tensando ya los alambrones para construir el esqueleto de ese muñeco opositor, capaz de aumentar su crédito ante las instituciones y los gobiernos y el empresariado internacionales, mientras ataja los presumibles recelos de sus compinches suramericanos, los que al menos en medio de alguna que otra borrachera podrían preguntarse por qué en nuestro modelo de perfecta democracia participativa todos los opositores están obligados a actuar fuera de la ley, o hasta qué punto puede resultar creíble -por irracional- que no surja en la Isla ni un solo opositor que no sea mercenario al servicio de los Estados Unidos.
No hay por qué pensar que en este momento el plan de los caciques estriba únicamente en mantener el poder mientras van muriendo poco a poco, sin otra intención que la de -ya muerto el último- soltar la papa caliente para cualquiera que venga detrás. Eso es lo que a ellos les conviene que pensemos, porque así cuentan con algo más que tiempo a su favor para consumar la cosecha de una nueva generación de políticos, la de los socialistas cubanos del siglo XXI, entre los que no todos tendrían que proceder de las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas, organización que ha llegado a ser tan obsoleta e inútil como el partido.
Ahora mismo se mueve entre nosotros toda una legión de jóvenes que constituyen materia prima casi idónea para ese nuevo proyecto de ingeniería política. Son sujetos que en rigor ni siquiera podrían ser llamados disidentes, puesto que la mayoría de ellos nunca estuvo ligada al régimen por compromisos afectivos ni de ningún otro tipo. Tampoco profesan ideas políticas definidas.
Aun cuando abominan del sistema de partido único, o no aprueban la violenta represión de la policía política contra manifestaciones de la disidencia, y aun cuando no ven con simpatía el poder absoluto y la absoluta corrupción que las fuerzas armadas imponen hoy a la vida económica y a todas las instituciones del país, es obvio que estos jóvenes no están interesados en el ejercicio de la oposición abierta contra el régimen. Tal vez porque ven el acoso policial, la cárcel o la marginación social como asuntos fuera de onda, antiguallas de tiempos idos.
Salvo excepciones -entre las que se cuentan jóvenes de los estratos pobres, pero, por lo mismo, ansiosos por ascender en la escala económico-social-, gran parte de estos prospectos procede de la alta y media clase acomodada de nuevo cuño, una suerte de burbuja zootécnica que exhibe lo más rancio, hipócrita y trepador de la cosecha patria, dentro de una gama idiosincrática que va desde el hedonismo más indolente, pasando por el trotskismo, hasta el progresismo más frívolo y cínico, sin dejar a un lado el misticismo guevarista, el fidelismo de intolerancia y trinchera, o la variante chavista de democracia adocenada.
Tampoco debemos dudar que, llegada la ocasión, el régimen estaría dispuesto incluso a poner en función de esa nueva claque política los financiamientos, el intercambio de influencias y los espacios de promoción pública que requerirá para hacerse sentir entre la población cubana, pero sobre todo hacia el exterior de la Isla.
Lo de menos es cuánto pueda lograr en materia de progresos, toda vez que le tocaría actuar con la economía del país en ruinas y con la moral en cuarentena, con el grueso de las estructuras socio-culturales hecha añicos, más otra retahíla de viejos y nuevos problemas, la mayoría insolubles a corto plazo, además del desaliento, el recelo y la abulia que aplastan a nuestra gente. Tal vez entonces importe más, tanto fuera como dentro de las fronteras cubanas, la constatación de que teóricamente iría quedando atrás la hegemonía dictatorial de los Castro, por lo que ya se nos podrá incluir, en teoría, dentro del mundo democrático.
Es el fantasma que se nos avecina. Y nada nos conviene tanto como verlo venir, aun cuando sea poco lo que podemos hacer por evitar su llegada. En particular para los grupos de la oposición interna, quizá la más viable e importante tarea que les queda por delante radica en la potenciación de una sociedad civil emergente, ampliando y enriqueciendo sus filas entre los sectores más pobres, los cuales no sólo son mayoritarios entre la población cubana de hoy, también son políticamente los menos corrompidos y los más escépticos.


Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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