martes, 5 de febrero de 2013

Base Naval de Guantánamo: Testimonio de un éxodo


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Guillermo terminó de reparar el  camión sobre las 7pm, por lo que decidimos posponer el viaje para el siguiente día,  a la misma hora.  A las 2:10pm del día 28 de agosto, escuchamos la corneta del camión de Pedro, el cual nos esperaba en la esquina de la cuadra. Estábamos preparados, por lo que  de inmediato salimos. Nos montamos  en la cabina del camión, junto a Pedro, y  partimos hacia Gibara. Esta vez si llegaríamos.
En el trayecto, Pedro  y  yo comentábamos sobre la crítica situación  que se estaba viviendo. Cada día transcurrido, era peor que el anterior y no se vislumbraba, ni a corto ni a mediano plazo, medidas que mejorasen  la terrible situación por la que atravesaba la isla. Al llegar a un lugar conocido por “Aguas Claras” observe aglomeración de personas a ambos lados de la carretera.  Un Sr. vestido de amarillo detenía a los vehículos estatales que pasaban en ambas direcciones, les pedía  la hoja de ruta al chofer y de acuerdo al lugar de destino le subía personas  al transporte, hasta atiborrarlos de improvisados pasajeros. Previamente se les había entregado un ticket con un número, el cual iban llamando por su orden. Los que les convenía la ruta, debían pagar el importe que le correspondería pagar en un ómnibus. El dinero era depositado en una alcancía que el hombre vestido de amarillo, ponía antes de subir al vehículo. Pude ver personas con zapatos amarrados con alambres, en chancletas, ropas rotas y sucias. En esta parte de la isla, el periodo especial se hacia sentir con mayor fuerza y crudeza. Estas escenas se repetían en las terminales de ómnibus y ferrocarriles. Pasamos despacio, pero sin ser detenidos. Pocas veces detienen a un vehículo con chapa particular. El gobierno había habilitado estos puntos en todo el país, con el propósito de aprovechar al máximo las capacidades del transporte estatal, pues el transporte publico de ómnibus, trenes y “Guarandingas” apenas existían.
Continuamos viaje hacia Gibara. Era la segunda vez que pisaba tierra gibarena. En los primeros días de noviembre de 1959, había estado por las montañas de la región durante la desaparición del Comandante Camilo Cienfuegos. La incipiente dictadura cubana, trataba de ocultar la verdadera causa de la muerte de Camilo, y para ello movilizó a gran parte de la población cubana en la infructuosa búsqueda del legendario guerrillero. Que lejos estaba  el pueblo de Cuba, de imaginar siquiera, que el único y verdadero culpable de la muerte de Camilo, era Fidel Castro Ruz!
Ya en la entrada de Gibara, pude ver, en la parte derecha  del camino, que habían desbrozado una arboleda de pinos que en otros tiempos le daban esplendor y belleza a esta parte del poblado, según el decir de Pedro Estrada.
La población venia a recrearse y a disfrutar, bajo la sombras de los pinos cortados, momentos agradables, junto a sus familiares. Los fines de semana, acudían allí cientos de excursionistas locales, para bañarse y pasar el día en este exquisito lugar.
Este pinar fue cortado porque a un “sesudo” del gobierno local se le ocurrió sembrar cocos. Hoy la población no tiene ni pinos ni cocos, perdiendo el  único lugar cercano de esparcimiento que tenían.
Al entrar al pueblo, se observa un pequeño malecón, de unos cien o doscientos metros largos.

(Continuará)

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