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Guillermo
terminó de reparar el camión sobre las
7pm, por lo que decidimos posponer el viaje para el siguiente día, a la misma hora. A las 2:10pm del día 28 de agosto, escuchamos
la corneta del camión de Pedro, el cual nos esperaba en la esquina de la
cuadra. Estábamos preparados, por lo que
de inmediato salimos. Nos montamos en la cabina del camión, junto a Pedro, y partimos hacia Gibara. Esta vez si
llegaríamos.
En el trayecto,
Pedro y
yo comentábamos sobre la crítica situación que se estaba viviendo. Cada día
transcurrido, era peor que el anterior y no se vislumbraba, ni a corto ni a
mediano plazo, medidas que mejorasen la
terrible situación por la que atravesaba la isla. Al llegar a un lugar conocido
por “Aguas Claras” observe aglomeración de personas a ambos lados de la
carretera. Un Sr. vestido de amarillo
detenía a los vehículos estatales que pasaban en ambas direcciones, les
pedía la hoja de ruta al chofer y de
acuerdo al lugar de destino le subía personas
al transporte, hasta atiborrarlos de improvisados pasajeros. Previamente
se les había entregado un ticket con un número, el cual iban llamando por su
orden. Los que les convenía la ruta, debían pagar el importe que le
correspondería pagar en un ómnibus. El dinero era depositado en una alcancía
que el hombre vestido de amarillo, ponía antes de subir al vehículo. Pude ver
personas con zapatos amarrados con alambres, en chancletas, ropas rotas y
sucias. En esta parte de la isla, el periodo especial se hacia sentir con mayor
fuerza y crudeza. Estas escenas se repetían en las terminales de ómnibus y ferrocarriles.
Pasamos despacio, pero sin ser detenidos. Pocas veces detienen a un vehículo
con chapa particular. El gobierno había habilitado estos puntos en todo el
país, con el propósito de aprovechar al máximo las capacidades del transporte
estatal, pues el transporte publico de ómnibus, trenes y “Guarandingas” apenas
existían.
Continuamos
viaje hacia Gibara. Era la segunda vez que pisaba tierra gibarena. En los
primeros días de noviembre de 1959, había estado por las montañas de la región
durante la desaparición del Comandante Camilo Cienfuegos. La incipiente
dictadura cubana, trataba de ocultar la verdadera causa de la muerte de Camilo,
y para ello movilizó a gran parte de la población cubana en la infructuosa
búsqueda del legendario guerrillero. Que lejos estaba el pueblo de Cuba, de imaginar siquiera, que
el único y verdadero culpable de la muerte de Camilo, era Fidel Castro Ruz!
Ya en
la entrada de Gibara, pude ver, en la parte derecha del camino, que habían desbrozado una
arboleda de pinos que en otros tiempos le daban esplendor y belleza a esta
parte del poblado, según el decir de Pedro Estrada.
La
población venia a recrearse y a disfrutar, bajo la sombras de los pinos
cortados, momentos agradables, junto a sus familiares. Los fines de semana,
acudían allí cientos de excursionistas locales, para bañarse y pasar el día en
este exquisito lugar.
Este
pinar fue cortado porque a un “sesudo” del gobierno local se le ocurrió sembrar
cocos. Hoy la población no tiene ni pinos ni cocos, perdiendo el único lugar cercano de esparcimiento que
tenían.
Al
entrar al pueblo, se observa un pequeño malecón, de unos cien o doscientos
metros largos.
(Continuará)
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