El gran pecado de la revolución cubana
GUANTÁNAMO, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -El pasado 29 de agosto se cumplieron 56 años de la proclamación de la Carta de México, documento firmado por José Antonio Echeverría Bianchi y Fidel Castro Ruz.
La revolución cubana tuvo la originalidad de ser realizada, mayoritariamente, por campesinos y estudiantes guiados por líderes de varios movimientos, no por un partido. El Movimiento “26 de Julio”, denostado inicialmente por el Partido Socialista Popular, logró la unidad de las principales fuerzas revolucionarias vinculando la lucha guerrillera de las montañas con el terrorismo revolucionario de las ciudades para dar al traste con la dictadura de Fulgencio Batista. En las postrimerías de esa lucha, apreciando que la historia iba a pasarle por encima sin posibilidad de resurgimiento y luego de haber formado parte del gobierno de Batista, el PSP formó un frente guerrillero en el norte de la antigua provincia de Las Villas.
Las bases de estos movimientos y sus proyecciones políticas fueron esencialmente democráticas. Para demostrarlo están “La historia me absolverá”, el Manifiesto del Movimiento “26 de julio”, el Pacto de la Sierra y la Carta de México. En todos estos documentos, en la posición asumida públicamente por Fidel Castro antes del ataque al cuartel Moncada y después -hasta 1959-, así como en las cartas que remitió a familiares y amigos durante esa etapa que no han sido publicadas aún, es evidente que latía un hondo sentimiento democrático, una vocación de servicio incuestionable y el desinterés por hacerse del poder de la forma en que lo hizo después del triunfo revolucionario.
“La Historia me absolverá” es un texto que cada día se vuelve más en contra de su autor pues demuestra como el pensamiento del joven Fidel Castro fue traicionado por el hombre que en 1959 se erigió como gobernante absoluto del país. En dicho documento aparece que la primera ley que proclamaría el gobierno revolucionario de haber tomado el poder sería la restitución de la Constitución de 1940 como la verdadera y única ley suprema del Estado, sin embargo, al tomar el poder el gobierno revolucionario dictó una Ley Fundamental que-según los teóricos proclives a la genuflexión- restableció la Constitución de 1940, pero en la práctica lo que hizo fue eliminar todas las libertades civiles y políticas reconocidas por aquélla, entonces una de las más avanzadas del mundo. El orden democrático tantas veces alabado por Fidel Castro en “La historia me absolverá” fue prorrogado hasta hoy por un gobierno que en esos años contaba con el apoyo abrumador del pueblo aunque esto no lo legitimaba para excluir a los cubanos que no eran afines con sus propósitos.
La segunda Ley revolucionaria concedería la propiedad inembargable e intransferible a todos los colonos, sub colonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías. Este propósito fue cumplido con la promulgación de las dos leyes de la Reforma Agraria pero luego se les impusieron a los campesinos los planes elaborados a nivel central lo cual frenó la iniciativa privada y propició el paulatino descenso de la producción de alimentos. Duele ver las estadísticas de los años comprendidos entre 1955 y 1960 y comprobar cómo ha decrecido desde entonces la producción de carnes, huevos, leche, café, pescado, azúcar, cacao, etc, etc.
La tercera Ley revolucionaria iba a otorgar a los obreros y empleados el derecho a participar del 30% de las utilidades de todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo los centrales azucareros. Desconozco si esto era factible o si dicha promesa fue el fruto de alguno de los arrebatos idealistas del líder y que muy caro hemos pagado los cubanos. Por supuesto que nunca se cumplió.
La cuarta Ley iba a conceder a los colonos el derecho a participar en el 55% del rendimiento de la caña y de una cuota mínima de 40 mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen 3 años o más de establecidos. Esto no llegó a implantarse. Apunto que en 1959 la industria azucarera cubana era una pujante empresa y una de las primeras exportadoras de azúcar a nivel mundial, si no la primera, ahora se encuentra en un estado calamitoso. Desconozco si además de comprar café a los vietnamitas- a quienes enseñamos a sembrarlo, según dijo Raúl Castro en un reciente discurso-también compramos azúcar a Brasil o la India.
La quinta ley, que ordenaba la confiscación de todos los bienes a los malversadores se cumplió. Sin embargo, esa primera acometida contra los malversadores de otros gobiernos cedió con el paso de los años ante los “errores” de los cuadros comunistas. La vista gorda aplicada a los conmilitones y a los burócratas del sistema nos ha costado cara. Hoy la corrupción es uno de los principales problemas que presenta la administración gubernamental. Cuando me refiero a la corrupción no pienso solamente en la obtención ilícita de beneficios materiales o prebendas sino que incluyo dentro de dicho fenómeno a aquéllas acciones tendentes a crear un estado de impunidad para determinadas personas , funcionarios y dirigentes , a desatender las peticiones y derechos de los ciudadanos y a aplicar la justicia haciendo acepción de personas, un fenómeno en el que la burocracia comunista tiene un papel protagónico y hasta desafiante a pesar de las advertencias realizadas por el propio Presidente del país, de las cuales hasta hora se ha estado riendo en silencio pero con gozo y contumacia. Esta arista de la corrupción administrativa es importante debido a su posición retardataria y a que fomenta la falta de credibilidad ciudadana en las instituciones, lo cual favorece la tendencia hacia un estado de ingobernabilidad que puede desembocar en el caos y la violencia. Los síntomas son evidentes. (1)
El Manifiesto No.1 del M-26-7 apareció el 8 de agosto de 1955 y fue escrito por Fidel Castro desde México. En dicho texto se aseguraba: “A los que hablan de elecciones generales les preguntamos: ¿Elecciones con Batista o sin Batista? Con Batista fueron las elecciones generales del primero de noviembre, las más escandalosas y fraudulentas que recuerda nuestra vida republicana, mancha imborrable de nuestra tradición democrática, que nos retrogradó a etapas que parecían ya superadas por siempre […] La única solución cívica por tanto que nosotros aceptaríamos, la única honesta, lógica y justa es la de elecciones generales inmediatas sin Batista”(2). Y en otra parte señalaba: “El 26 de julio se integra sin odios contra nadie. No es un partido político sino un movimiento revolucionario; sus filas estarán abiertas para todos los cubanos que sinceramente desean restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social […]” (3).
Sin embargo, cuando al tomar el poder se le preguntó acerca de las elecciones, Fidel Castro lanzó su famosa pregunta: “¿Elecciones para qué?”.
El apartado 19 de la Carta de México afirmaba: “Que la Revolución llegará al poder libre de compromisos e intereses, para servir a Cuba en un programa de justicia social, de libertad y democracia, de respeto a las leyes justas y de reconocimiento a la dignidad plena de todos los cubanos, sin odios mezquinos para nadie, y los que la dirigimos, dispuestos a poner por delante el sacrificio de nuestras vidas, en prenda de nuestras limpias intenciones”. ( 4).
Como se aprecia, en todos los documentos que proyectaban la obra de la revolución aparece la práctica de las libertades civiles y políticas como un objetivo primordial, algo de lo que muy pronto se desentendieron los revolucionarios. Considero que en este viraje político tuvo una influencia decisiva la presencia del PSP en el nuevo gobierno. Mucho se ha resaltado a lo largo de estos años la actitud de Blas Roca Calderío al entregar a Fidel Castro la guía de su partido, acto que se ha calificado de generoso y altruista cuando en realidad constituyó una extraordinaria jugada política de resonancias estratégicas. No olvidemos que en esos años solamente el PSP estaba organizado en todo el país ni que todos los partidos comunistas latinoamericanos actuaban subordinados a las decisiones del Kremlin. Tampoco olvidemos que pocos años después Aníbal Escalante fue detenido como autor de la micro fracción que pretendía darle un giro más “ortodoxo” a la revolución cubana. Desconozco hasta dónde llegó la mano de Moscú en este caso tan poco estudiado.
Una gran dificultad fue que ninguno de los principales dirigentes de la revolución -excepto Carlos Rafael Rodríguez- tenía una sólida formación teórica y que los intentos iconoclastas de Ernesto Guevara y hasta del propio Fidel Castro fueron obstaculizados por los antiguos militantes del PSP, quienes muy pronto coparon todas las instancias gubernamentales. A medida que se acentuaba el diferendo del gobierno de Cuba con el de los Estados Unidos la dependencia hacia el bloque socialista se hizo indeleble y lejos de cumplir con los compromisos contraídos durante la etapa insurreccional, por los que tantos jóvenes cubanos dieron sus vidas, los dirigentes cubanos, apartados de la búsqueda de un socialismo con sendero propio, acabaron copiando las normas del inoperante socialismo soviético. Nunca olvidaré la frase de Fidel Castro a mediados de la década de los años ochenta cuando dijo: “¡Ahora si vamos a construir el socialismo!”, expresión que hizo preguntarnos a muchos cubanos qué habíamos estado haciendo hasta entonces. Importante también resulta su discurso del 17 de noviembre del 2005 en la Universidad de La Habana donde el líder de la revolución reconoció sin ambages: “Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo”(5). Ambas frases demuestran cómo el voluntarismo político, la ausencia de un proyecto sólido, centrado en nuestra idiosincrasia y la imposición de un socialismo distorsionado han sido las causas principales de este desastre. El gran pecado de la revolución cubana es haberse desentendido de los ideales que le dieron origen. Hoy existen cubanos perseguidos, encarcelados y exiliados por luchar por los mismos ideales proclamados por Fidel Castro y la generación del centenario cuando asaltaron el cuartel Moncada.
Notas:
(1).-Las menciones al texto ‘La historia me absolverá” se hicieron partiendo de la edición realizada por Ediciones Políticas, Instituto del Libro, La Habana, 1967.
(2) y (3).-Historia de Cuba, tomo 6, del Dr. Julio Le Riverend, p. 106, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1978.
(4).- Periódico Granma, lunes 29 de agosto del 2011, p.5
(5).- “El poder y el proyecto. Un debate sobre el presente y el futuro de la revolución cubana”, Julio César Guanche, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2009, p.55. Nótese como una vez más el líder de la Revolución involucra en la responsabilidad por los errores cometidos a todos los cubanos, como si tuviéramos participación en la toma de decisiones que él y los principales dirigentes del país han adoptado por más de cincuenta años.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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