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-Se ha extendido el rumor de que el departamento ideológico del PCC ha
orientado al ICRT la conveniencia de terminar con la prohibición de
trasmitir la música de afamados intérpretes cubanos que residían en el
exterior del país debido a sus desavenencias políticas con la Revolución
o porque salieron en busca de nuevos y mejores horizontes. He escrito rumor porque
aunque la noticia está siendo amplificada desde hace varios días por
Radio Bemba ningún órgano de prensa del país ha ofrecido la
información. Sin embargo, en una reciente edición digital de Progreso Semanal,
un órgano de prensa que radica en Miami, ha aparecido un artículo de
Tony Pinelli sobre el asunto, así que parece que algo hay.
En realidad nunca debió existir tal prohibición porque resulta contradictorio que un gobierno que se proclama humanista apruebe ucases que para las generaciones venideras resultarán asombrosos. Y es que en Cuba, desde 1959 hacia acá, ha existido en no pocos sectores de la vida social una confrontación entre lo que pregonan nuestros principales dirigentes y lo que se hace. Por ejemplo, a la entrada de la librería Dionisio San Román, en mi natal Cienfuegos, había una frase de Fidel Castro reproducida con letras bien grandes, que afirmaba: “Nosotros no le decimos al pueblo cree, le decimos lee”. Es cierto que con la creación de laImprenta
Nacional de Cuba se publicaron numerosas obras clásicas de la
Literatura Universal y el público cubano tuvo acceso a libros cuya
hechura no se destacaba por su calidad pero que estaban al alcance de
todos por sus precios. Sin embargo, muy pronto comenzaron a verse con
nitidez las lagunas de los programas editoriales y quedó claro que se
le decía al pueblo “lee”, pero se ocultaba
que iba a leer lo que decidieran las autoridades. De ahí que a 52
años de aquél primero de enero de 1959 que tantas expectativas creó en
nuestro pueblo aún continúan sin publicarse obras de indudables
resonancias universales. No pretendo hacer un prontuario de ellas pero
vale la pena mencionar que entre los autores soslayados no están
solamente los filósofos, sociólogos y juristas más destacados de los
últimos cincuenta años sino autores de probada filiación marxista como
Rosa Luxemburgo
y Antonio Gramsci. Ni qué decir que aún el lector cubano espera por ver
en nuestras librerías las obras de Nietzsche, Ernst Jünger, Freud, Max
Weber, Bertrand Rusell, Octavio Paz y muchísimos otros, así como
novelas extraordinarias como “El lobo estepario”, de Herman Hesse,
“Ferdydurke”, de Witold Gombrowicz, “El hombre sin atributos”, de
Robert Musil o “Los inocentes” y “Los sonámbulos”, obras cumbres de
Herman Bröch. ¡Qué decir de Milán Kundera, George Orwell, Arthur
Koestler, Milovan Djilas y Vargas Llosa! La lista de escritores cubanos
que aún no han sido publicados o reeditados también es larga porque
la decisión debe pasar primero por el tamiz de la política y hasta
ahora, según parece, los miembros del departamento ideológico sólo se
han decidido a echar unos pasillitos con Celia Cruz, Willy Chirino o Gloria Estefan.
Uno de los absurdos mayores ha sido la publicación mutilada de las Obras Completas de José Martí, las cuales han llegado a los anaqueles de las librerías faltándoles los tomos donde el Apóstol expuso su pensamiento social, sus críticas al marxismo y sus opiniones sobre la democracia. Sus obras deberían reeditarse constantemente y estar siempre en venta, pero ocurre que cada día “el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada” se vuelve tan subversivo como “La historia me absolverá”. No se puede realizar una Campaña de Alfabetización, continuar ofreciéndole instrucción al pueblo y luego creer que éste va a actuar siempre como un dócil asalariado del pensamiento oficial, peligro sobre el cual alertó Ernesto Guevara en su ensayo “El hombre y el socialismo en Cuba”.
Éste fenómeno de las prohibiciones no existe sólo en el ámbito cultural sino que se extiende a muchas otras esferas de la vida social del país. Por ejemplo, se entregaron viviendas a numerosas familias pero hasta hace menos de un año, aunque uno fuera propietario de un inmueble, no podía venderlo y si decidía permutarlo debía cumplir numerosos requisitos. Se entregaron tierras a los campesinos pero se les indicó lo que tenían que producir en ellas y se les prohibió sacrificar el ganado mayor de su propiedad. Se autorizó la adquisición de autos a determinadas personas pero se prohibió su venta. Se estableció que, viviendo en una isla, todo cubano que decidiera pescar tenía que acreditarse como pescador deportivo e informar adónde iría a pescar cada vez que decidiera hacerlo y se impuso la prohibición de salir a pescar mar afuera si no se pertenece a una cooperativa pesquera. Se prohibió la construcción de embarcaciones, hacerlo sin la autorización del MININT puede convertir a cualquiera en autor de un delito de Salida Ilegal del País. Se prohibió la posibilidad de entrar y salir libremente de Cuba, un derecho reconocido por múltiples instrumentos jurídicos internacionales ratificados por el gobierno cubano y hasta se prohibió la libre circulación de personas dentro del territorio nacional pues para ir al municipio de Caimanera se necesita un permiso especial que otorga el MININT, está prohibido caminar por las zonas residenciales donde se hallan las casas de los principales dirigentes del país y quien viaje a La Habana por mero placer corre el riesgo de que se le aplique el Decreto Ley dictado durante el período especial , que establece la detención y el reenvío al lugar de origen de todo ciudadano que no justifique su estancia en “la capital de todos los cubanos”. Hasta hace muy poco tiempo estuvo prohibida la entrada de los cubanos a los hoteles destinados al turismo internacional y la tenencia de divisas. También se prohibió la venta de armas y su tenencia ha sido autorizada a contadísimas personas, aunque se afirma que ellas están en poder del pueblo. ¡Se prohibieron hasta los disfraces en los carnavales!
A pesar de que la llamada Generación del Centenario prometió al pueblo cubano que se había levantado en armas en contra de Batista para restablecer la Constitución de 1940, una vez en el poder estableció un sistema de gobierno al estilo soviético y restringió derechos elementales como los de la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de reunión y asociación y se estableció como norma no escrita-o si lo está ha sido bien guardada, como estas disposiciones que prohibían la divulgación de la música de los intérpretes exiliados-, que para acceder a puestos de dirección era condición indispensable ser militante del PCC, lo cual constituye un palpable mentís al derecho de igualdad de los ciudadanos reconocido en el art. 41 de la Constitución de la República. Incluso, otro derecho elemental, reconocido en el art.45 de la propia Constitución, el derecho al trabajo, también pasa por el tamiz de la probidad ideológica establecida por el gobierno cubano, decisión que se extiende hasta las eufemísticamente llamadas ONG cubanas.
Un ejemplo de lo que afirmo es mi caso pues siendo Licenciado en Derecho y habiendo trabajado con resultados satisfactorios en el Bufete Colectivo de Guantánamo desde agosto de 1985 hasta el dos de julio de 1999- momento en que el Departamento de la Seguridad del Estado de Guantánamo me involucró en un hecho en el cual era evidente que no tenía responsabilidad alguna-, desde el 2008 estoy tratando de ejercer la profesión que estudié y esto me ha sido negado sistemáticamente por el MSc. Ariel Mantecón Ramos, Presidente de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos y la Junta Directiva de la misma, con la complicidad de la Ministra de Justicia, Dra. María Esther Reus. Conste que hasta S.E. Mons. Dionisio García Ibáñez, Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba ha puesto en conocimiento de las más altas autoridades del país las violaciones que se han cometido en mi contra y ha intercedido para que se me permita volver a ejercer la profesión . A pesar de ello se me continúa discriminando.
Yo no tendría que molestar a las autoridades cubanas ni a sus testaferros si en Cuba se respetara el derecho a ejercer libremente mi profesión, como ocurre en los demás países del mundo. Esa es otra prohibición que debería ser revisada, por lo menos muchos colegas se quitarían de encima a los burócratas que “trabajan” en confortables oficinas climatizadas y se transportan en autos modernos a costa del gremio que dicen representar y el gobierno recibiría directamente de los abogados los impuestos procedentes del fruto de su trabajo sin beneficios indebidos para tal casta de acomodados.
Es indudable que la existencia de tantas prohibiciones guarda mucha relación con la forma en que gobernó Fidel Castro. Curiosamente, en el Pequeño Diccionario Larousse encontré que la primera acepción de la palabra “castro” significa campamento, siendo obvio que desde enero de 1959 hasta el día en que decidió alejarse de la vida pública, el dirigente cubano ejerció un poder omnímodo sobre la sociedad, a la cual le impuso el más mínimo de sus caprichos o la más absurda de las prohibiciones, como si ésta fuera su campamento. Pero la lógica de la vida siempre termina imponiéndose. No en balde José Martí le escribió el 20 de octubre de 1884 a Máximo Gómez: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento…”, algo de lo que se desentendió quien, según el Dr. Armando Hart, es el más fidelísimo de los seguidores del Apóstol.
En fin, la decisión de eliminar prohibiciones absurdas como ésta es loable, pero de ser cierta se trataría únicamente de otro pequeño paso. Veremos si se continúa en esta senda y un día eliminamos todas las prohibiciones absurdas y comenzamos a dejar de ser un país anormal para estar en armonía con la mayor parte de la humanidad y con los valores que distinguen al mundo occidental. ¡Ah! , y sabiendo cómo somos, si es cierta esta noticia, espero que ahora no nos atiborren a toda hora con la música de Celia Cruz, Gloria Estefan y Willy Chirino, aunque de lo que sí estoy seguro es que del pinareño podremos escuchar en la radio todas sus canciones menos “Ya viene llegando”.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
GUANTÁNAMO, Cuba, agosto, En realidad nunca debió existir tal prohibición porque resulta contradictorio que un gobierno que se proclama humanista apruebe ucases que para las generaciones venideras resultarán asombrosos. Y es que en Cuba, desde 1959 hacia acá, ha existido en no pocos sectores de la vida social una confrontación entre lo que pregonan nuestros principales dirigentes y lo que se hace. Por ejemplo, a la entrada de la librería Dionisio San Román, en mi natal Cienfuegos, había una frase de Fidel Castro reproducida con letras bien grandes, que afirmaba: “Nosotros no le decimos al pueblo cree, le decimos lee”. Es cierto que con la creación de la
Uno de los absurdos mayores ha sido la publicación mutilada de las Obras Completas de José Martí, las cuales han llegado a los anaqueles de las librerías faltándoles los tomos donde el Apóstol expuso su pensamiento social, sus críticas al marxismo y sus opiniones sobre la democracia. Sus obras deberían reeditarse constantemente y estar siempre en venta, pero ocurre que cada día “el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada” se vuelve tan subversivo como “La historia me absolverá”. No se puede realizar una Campaña de Alfabetización, continuar ofreciéndole instrucción al pueblo y luego creer que éste va a actuar siempre como un dócil asalariado del pensamiento oficial, peligro sobre el cual alertó Ernesto Guevara en su ensayo “El hombre y el socialismo en Cuba”.
Éste fenómeno de las prohibiciones no existe sólo en el ámbito cultural sino que se extiende a muchas otras esferas de la vida social del país. Por ejemplo, se entregaron viviendas a numerosas familias pero hasta hace menos de un año, aunque uno fuera propietario de un inmueble, no podía venderlo y si decidía permutarlo debía cumplir numerosos requisitos. Se entregaron tierras a los campesinos pero se les indicó lo que tenían que producir en ellas y se les prohibió sacrificar el ganado mayor de su propiedad. Se autorizó la adquisición de autos a determinadas personas pero se prohibió su venta. Se estableció que, viviendo en una isla, todo cubano que decidiera pescar tenía que acreditarse como pescador deportivo e informar adónde iría a pescar cada vez que decidiera hacerlo y se impuso la prohibición de salir a pescar mar afuera si no se pertenece a una cooperativa pesquera. Se prohibió la construcción de embarcaciones, hacerlo sin la autorización del MININT puede convertir a cualquiera en autor de un delito de Salida Ilegal del País. Se prohibió la posibilidad de entrar y salir libremente de Cuba, un derecho reconocido por múltiples instrumentos jurídicos internacionales ratificados por el gobierno cubano y hasta se prohibió la libre circulación de personas dentro del territorio nacional pues para ir al municipio de Caimanera se necesita un permiso especial que otorga el MININT, está prohibido caminar por las zonas residenciales donde se hallan las casas de los principales dirigentes del país y quien viaje a La Habana por mero placer corre el riesgo de que se le aplique el Decreto Ley dictado durante el período especial , que establece la detención y el reenvío al lugar de origen de todo ciudadano que no justifique su estancia en “la capital de todos los cubanos”. Hasta hace muy poco tiempo estuvo prohibida la entrada de los cubanos a los hoteles destinados al turismo internacional y la tenencia de divisas. También se prohibió la venta de armas y su tenencia ha sido autorizada a contadísimas personas, aunque se afirma que ellas están en poder del pueblo. ¡Se prohibieron hasta los disfraces en los carnavales!
A pesar de que la llamada Generación del Centenario prometió al pueblo cubano que se había levantado en armas en contra de Batista para restablecer la Constitución de 1940, una vez en el poder estableció un sistema de gobierno al estilo soviético y restringió derechos elementales como los de la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de reunión y asociación y se estableció como norma no escrita-o si lo está ha sido bien guardada, como estas disposiciones que prohibían la divulgación de la música de los intérpretes exiliados-, que para acceder a puestos de dirección era condición indispensable ser militante del PCC, lo cual constituye un palpable mentís al derecho de igualdad de los ciudadanos reconocido en el art. 41 de la Constitución de la República. Incluso, otro derecho elemental, reconocido en el art.45 de la propia Constitución, el derecho al trabajo, también pasa por el tamiz de la probidad ideológica establecida por el gobierno cubano, decisión que se extiende hasta las eufemísticamente llamadas ONG cubanas.
Un ejemplo de lo que afirmo es mi caso pues siendo Licenciado en Derecho y habiendo trabajado con resultados satisfactorios en el Bufete Colectivo de Guantánamo desde agosto de 1985 hasta el dos de julio de 1999- momento en que el Departamento de la Seguridad del Estado de Guantánamo me involucró en un hecho en el cual era evidente que no tenía responsabilidad alguna-, desde el 2008 estoy tratando de ejercer la profesión que estudié y esto me ha sido negado sistemáticamente por el MSc. Ariel Mantecón Ramos, Presidente de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos y la Junta Directiva de la misma, con la complicidad de la Ministra de Justicia, Dra. María Esther Reus. Conste que hasta S.E. Mons. Dionisio García Ibáñez, Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba ha puesto en conocimiento de las más altas autoridades del país las violaciones que se han cometido en mi contra y ha intercedido para que se me permita volver a ejercer la profesión . A pesar de ello se me continúa discriminando.
Yo no tendría que molestar a las autoridades cubanas ni a sus testaferros si en Cuba se respetara el derecho a ejercer libremente mi profesión, como ocurre en los demás países del mundo. Esa es otra prohibición que debería ser revisada, por lo menos muchos colegas se quitarían de encima a los burócratas que “trabajan” en confortables oficinas climatizadas y se transportan en autos modernos a costa del gremio que dicen representar y el gobierno recibiría directamente de los abogados los impuestos procedentes del fruto de su trabajo sin beneficios indebidos para tal casta de acomodados.
Es indudable que la existencia de tantas prohibiciones guarda mucha relación con la forma en que gobernó Fidel Castro. Curiosamente, en el Pequeño Diccionario Larousse encontré que la primera acepción de la palabra “castro” significa campamento, siendo obvio que desde enero de 1959 hasta el día en que decidió alejarse de la vida pública, el dirigente cubano ejerció un poder omnímodo sobre la sociedad, a la cual le impuso el más mínimo de sus caprichos o la más absurda de las prohibiciones, como si ésta fuera su campamento. Pero la lógica de la vida siempre termina imponiéndose. No en balde José Martí le escribió el 20 de octubre de 1884 a Máximo Gómez: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento…”, algo de lo que se desentendió quien, según el Dr. Armando Hart, es el más fidelísimo de los seguidores del Apóstol.
En fin, la decisión de eliminar prohibiciones absurdas como ésta es loable, pero de ser cierta se trataría únicamente de otro pequeño paso. Veremos si se continúa en esta senda y un día eliminamos todas las prohibiciones absurdas y comenzamos a dejar de ser un país anormal para estar en armonía con la mayor parte de la humanidad y con los valores que distinguen al mundo occidental. ¡Ah! , y sabiendo cómo somos, si es cierta esta noticia, espero que ahora no nos atiborren a toda hora con la música de Celia Cruz, Gloria Estefan y Willy Chirino, aunque de lo que sí estoy seguro es que del pinareño podremos escuchar en la radio todas sus canciones menos “Ya viene llegando”.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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