Raúl Castro tomó el batón en esta carrera de relevos que es cada vez
más lenta porque sus corredores son los mismos y no pueden avanzar con
rapidez: tropiezan entre ellos y se les cae el batón
En las recientemente concluidas Olimpiadas de Londres, una deportista
cubana, ganadora de una medalla de oro, al llegar a La Habana, fue
entrevistada por la prensa nacional. La joven de solo 22 años, muy
contenta y con razón, dedicó su título olímpico a su familia, al pueblo
cubano, “a mi presidente Raúl y a su hermano Fidel Castro”. Muchos
deportistas ni siquiera los mencionaron, a ninguno de los dos. No es la
primera vez que sucede algo así, y es lógico. Las nuevas generaciones se
han ido acostumbrando a la ausencia de Fidel y a la presencia de un
nuevo presidente, Raúl.
Fidel Castro, el “líder indiscutible de la Revolución y Comandante en Jefe” ha pasado a ocupar un segundo plano y a ser “el hermano de”. Ya no recibe a ningún mandatario, no salen sus fotos, no reflexiona. Sus últimas “mini-reflexiones” provocaron desconcierto en muchos y carcajadas en otros. Hasta los más críticos del Gobierno se preguntaban cómo era posible que no hubiera nadie al lado del ex invencible comandante que lo quisiera un poquito y que impidiera la publicación de esos desatinos. Incluso se convirtió en una especie de diversión nacional, cada vez que salía uno de esos incoherentes textos, sentarse delante del televisor para disfrutar de la cara de los pobres locutores que tenían que leer aquello con un tono solemne y enérgico.
Entonces, ya no está Fidel, la historia no podía haberle hecho una trastada peor. Se dice que está decrépito, en un estado lamentable de demencia senil. Es triste, sin dudas, un final así, para cualquiera y nadie debe alegrarse de ello. Un anciano demente es un espectáculo desolador, sea quien sea, pero la vida es así, implacable, igual que el tiempo: no perdona.
Raúl Castro tomó el batón (para usar un término deportivo de moda) en esta carrera de relevos que es cada vez más lenta porque sus corredores son los mismos y no pueden avanzar con rapidez ni efectuar los cambios correctamente: tropiezan entre ellos y se les cae el batón. Pero a diferencia de lo que sucede en las competencias de campo y pista, a ellos nunca los descalifican. Siguen dándole la vuelta a la pista, vueltas a lo mismo, no ganan nada, solo tiempo.
Muchos, al principio del “reinado” de Raúl, tuvimos esperanzas: ¡podríamos tomarnos un vaso de leche al día!, ya eso era una verdadera proeza. Pero el vaso de leche nunca llegó. Es cierto que Raúl le ha dado un poco de agua a las fichas del dominó, ha flexibilizado un poco la economía, pero todo con mucha tibieza y lentitud, “sin pausa pero sin prisa”, siempre acota. El famoso gatopardismo parece ser la piedra angular del sistema socialista cubano: cambiarlo todo para que todo permanezca igual. Siguen con la cantaleta del partido único y hay que soplarse la engolada voz del “general presidente” cuando afirma que no renunciaremos a nuestro sistema de gobierno unipartidista, el más democrático del mundo. Y no acaban de reconocer que eso es, justamente, lo que tienen que cambiar. Si en un núcleo familiar de, digamos, cuatro personas, todos tienen opiniones diferentes y soluciones diversas a un mismo problema, es imposible pensar que en una asamblea nacional todos los acuerdos se tomen por unanimidad. Eso no hay quien se lo crea, ni ellos mismos.
Hace poco Raúl Castro dijo públicamente, respondiendo a un comentario sobre los bajos salarios de los médicos, que era cierto que eran bajos pero que “los salarios de todos son bajos”, como si él y sus octogenarios compañeros dependieran de alguna forma de retribución monetaria para vivir. Hace años que no saben lo que es meterse la mano en el bolsillo y preguntarse si les alcanzará el dinero para comprar algo. El caso del personal médico es el mismo de absolutamente toda la población: el salario no alcanza. Pero en la salud pública tiene consecuencias, literalmente, fatales. Ahora han salido a la luz casos escandalosos de corrupción en ese sector. Al director del hospital Calixto García lo sacaron esposado, igualito que a un delincuente común. Se dedicaba a hacer operaciones de todo tipo en el hospital, en las noches, y las cobraba, ya fuera a cubanos como a extranjeros. ¿Usted se ha puesto a pensar cuántas personas tienen que intervenir en una cirugía?, ¿es que acaso es posible hacer eso y que nadie se dé cuenta? Pero esto es algo que viene sucediendo hace mucho, mucho tiempo. En una de esas intervenciones kilométricas, en 2005, si mal no recuerdo, Fidel hizo referencia al caso de un cirujano que había realizado una operación clandestina en el hospital oncológico, cobrándola, por supuesto, y la mujer había fallecido. El Comandante dijo que el médico merecía ser fusilado, aunque enseguida añadió: “pero no se preocupen, no lo vamos a hacer, ya recibió su condena”.
Ahora algunos de los protagonistas históricos de este largo disparate han empezado a reconocer que hubo errores y que se hacen responsables de ellos. En el colmo no sé si del cinismo o ya de la demencia senil que le provoca cierta amnesia, Alfredo Guevara afirmó en el programa Portada, difundido por la Televisión Española que “esta apertura es un retorno a la libertad, a las libertades que no debieron ser nunca mal vistas”. ¿Retorno a qué libertades?, si siempre hubo censura. ¿Mal vistas?, ¿no sería más correcto decir reprimidas, penalizadas, amordazadas? ¿Y cómo es, según Guevara, ese retorno?, ¿dónde está la prensa libre, no oficial, donde las personas se puedan expresar, verdaderamente, con libertad?, ¿en qué organización independiente se puede discrepar sin correr el riesgo de ser acusado de traidor y mercenario? Si el actual Gobierno cuenta, como ellos dicen, con el apoyo mayoritario de la población, ¿cuál es el miedo a que unos “grupúsculos” opinen diferente?
Raúl y su hermano están cortados por la misma herrumbrosa tijera. Deberían sustituir la “pausa” por el “fast forward” y apurarse un poco. “El cuartico seguirá igualito” hasta que no aprendan a efectuar los cambios con eficacia y rapidez y dejar que un verdadero relevo, no solo de personas sino también de ideas, avance en esta carrera maratónica que dura ya 54 años. Tiempo para “entrenar” han tenido de sobra.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
Fidel Castro, el “líder indiscutible de la Revolución y Comandante en Jefe” ha pasado a ocupar un segundo plano y a ser “el hermano de”. Ya no recibe a ningún mandatario, no salen sus fotos, no reflexiona. Sus últimas “mini-reflexiones” provocaron desconcierto en muchos y carcajadas en otros. Hasta los más críticos del Gobierno se preguntaban cómo era posible que no hubiera nadie al lado del ex invencible comandante que lo quisiera un poquito y que impidiera la publicación de esos desatinos. Incluso se convirtió en una especie de diversión nacional, cada vez que salía uno de esos incoherentes textos, sentarse delante del televisor para disfrutar de la cara de los pobres locutores que tenían que leer aquello con un tono solemne y enérgico.
Entonces, ya no está Fidel, la historia no podía haberle hecho una trastada peor. Se dice que está decrépito, en un estado lamentable de demencia senil. Es triste, sin dudas, un final así, para cualquiera y nadie debe alegrarse de ello. Un anciano demente es un espectáculo desolador, sea quien sea, pero la vida es así, implacable, igual que el tiempo: no perdona.
Raúl Castro tomó el batón (para usar un término deportivo de moda) en esta carrera de relevos que es cada vez más lenta porque sus corredores son los mismos y no pueden avanzar con rapidez ni efectuar los cambios correctamente: tropiezan entre ellos y se les cae el batón. Pero a diferencia de lo que sucede en las competencias de campo y pista, a ellos nunca los descalifican. Siguen dándole la vuelta a la pista, vueltas a lo mismo, no ganan nada, solo tiempo.
Muchos, al principio del “reinado” de Raúl, tuvimos esperanzas: ¡podríamos tomarnos un vaso de leche al día!, ya eso era una verdadera proeza. Pero el vaso de leche nunca llegó. Es cierto que Raúl le ha dado un poco de agua a las fichas del dominó, ha flexibilizado un poco la economía, pero todo con mucha tibieza y lentitud, “sin pausa pero sin prisa”, siempre acota. El famoso gatopardismo parece ser la piedra angular del sistema socialista cubano: cambiarlo todo para que todo permanezca igual. Siguen con la cantaleta del partido único y hay que soplarse la engolada voz del “general presidente” cuando afirma que no renunciaremos a nuestro sistema de gobierno unipartidista, el más democrático del mundo. Y no acaban de reconocer que eso es, justamente, lo que tienen que cambiar. Si en un núcleo familiar de, digamos, cuatro personas, todos tienen opiniones diferentes y soluciones diversas a un mismo problema, es imposible pensar que en una asamblea nacional todos los acuerdos se tomen por unanimidad. Eso no hay quien se lo crea, ni ellos mismos.
Hace poco Raúl Castro dijo públicamente, respondiendo a un comentario sobre los bajos salarios de los médicos, que era cierto que eran bajos pero que “los salarios de todos son bajos”, como si él y sus octogenarios compañeros dependieran de alguna forma de retribución monetaria para vivir. Hace años que no saben lo que es meterse la mano en el bolsillo y preguntarse si les alcanzará el dinero para comprar algo. El caso del personal médico es el mismo de absolutamente toda la población: el salario no alcanza. Pero en la salud pública tiene consecuencias, literalmente, fatales. Ahora han salido a la luz casos escandalosos de corrupción en ese sector. Al director del hospital Calixto García lo sacaron esposado, igualito que a un delincuente común. Se dedicaba a hacer operaciones de todo tipo en el hospital, en las noches, y las cobraba, ya fuera a cubanos como a extranjeros. ¿Usted se ha puesto a pensar cuántas personas tienen que intervenir en una cirugía?, ¿es que acaso es posible hacer eso y que nadie se dé cuenta? Pero esto es algo que viene sucediendo hace mucho, mucho tiempo. En una de esas intervenciones kilométricas, en 2005, si mal no recuerdo, Fidel hizo referencia al caso de un cirujano que había realizado una operación clandestina en el hospital oncológico, cobrándola, por supuesto, y la mujer había fallecido. El Comandante dijo que el médico merecía ser fusilado, aunque enseguida añadió: “pero no se preocupen, no lo vamos a hacer, ya recibió su condena”.
Ahora algunos de los protagonistas históricos de este largo disparate han empezado a reconocer que hubo errores y que se hacen responsables de ellos. En el colmo no sé si del cinismo o ya de la demencia senil que le provoca cierta amnesia, Alfredo Guevara afirmó en el programa Portada, difundido por la Televisión Española que “esta apertura es un retorno a la libertad, a las libertades que no debieron ser nunca mal vistas”. ¿Retorno a qué libertades?, si siempre hubo censura. ¿Mal vistas?, ¿no sería más correcto decir reprimidas, penalizadas, amordazadas? ¿Y cómo es, según Guevara, ese retorno?, ¿dónde está la prensa libre, no oficial, donde las personas se puedan expresar, verdaderamente, con libertad?, ¿en qué organización independiente se puede discrepar sin correr el riesgo de ser acusado de traidor y mercenario? Si el actual Gobierno cuenta, como ellos dicen, con el apoyo mayoritario de la población, ¿cuál es el miedo a que unos “grupúsculos” opinen diferente?
Raúl y su hermano están cortados por la misma herrumbrosa tijera. Deberían sustituir la “pausa” por el “fast forward” y apurarse un poco. “El cuartico seguirá igualito” hasta que no aprendan a efectuar los cambios con eficacia y rapidez y dejar que un verdadero relevo, no solo de personas sino también de ideas, avance en esta carrera maratónica que dura ya 54 años. Tiempo para “entrenar” han tenido de sobra.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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