Renombrados estadistas y líderes religiosos de diferentes denominaciones
y de diversos países se han destacado en las últimas semanas por su
falta de solidaridad con la libertad y la democracia del pueblo cubano.
Especialmente nuestros mal llamados hermanos latinoamericanos. En ellos
ha predominado un fuerte interés económico-comercial por encima de los
principios y derechos humanos fundamentales que son universales para
todos los pueblos. Quienes hacen causa común con la dictadura castrista
le niegan al pueblo cubano las libertades que ellos y sus pueblos
disfrutan.
Como todos sabemos, nuestra América está integrada por un total de
treinta y cinco naciones. Para vergüenza continental, sólo tres de
ellas, Canadá, EUA y Costa Rica se opusieron a la participación del
régimen castrista en la Cumbre de Cartagena. ¡Qué actitud más
bochornosa la de esos mercaderes disfrazados de mandatarios! Tampoco
han cumplido su deber de protección al desvalido algunas iglesias dentro
de la Isla y en el extranjero que se han aliado a la tiranía.
Si no conociera a Pitágoras, me habría estremecido de angustia. Pero sé
que su ley de lo semejante, “solamente lo semejante conoce a su
semejante”, describe con precisión meridiana a estos mandatarios
latinoamericanos y a los líderes religiosos que tratan de apuntalar el
edificio carcomido de la dictadura castrista. Para aclarar conceptos y
evitar equívocos lamentables pasemos revista a la historia. La dictadura
totalitaria de Castro es una copia al carbón de los regímenes
despóticos y criminales de Hitler y de Stalin. En su libro "Los orígenes
del Totalitarismo", Hannah Arendt demuestra las coincidencia entre los
regímenes totalitarios de Hitler y Stalin. Veamos con más claridad sus
rasgos principales:
En términos generales, estos regímenes son socialistas, antisemitas e
imperialistas.
Sus particularidades: fusión de los poderes ejecutivo, legislativo y
judicial; existencia de un partido único; la difusión de una ideología
hegemónica; la movilización de las masas; el control policial, empleo
sistemático del terror; uso de campo de concentración para aislar a la
oposición y al adversario. Estas características están presentes en la
Cuba de Castro. Hasta nuestros campos de concentración son llamados
eufemísticamente campos de trabajo o de reeducación. El mismo nombre con
el que los bautizaron los genocidas del régimen hitleriano.
Resulta a todas luces inexplicable, inconcebible y repugnante que el
régimen de La Habana cuente con el apoyo de gobernantes demócratas y
líderes religiosos que están al tanto de nuestra pesadilla nacional.
Ante estos hechos le doy la razón a Daniel Defoe cuando dijo: “La
naturaleza ha dejado esta impronta en la sangre. Todos los hombres
serían tiranos si pudieran serlo”. Gracias a Dios que todavía existen la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otras instituciones
regionales que denuncian los abusos de las dictaduras y velan por las
libertades y los derechos humanos fundamentales.
En tal sentido, el mundo está consciente de que la política de terror de
estado de Castro ha incurrido en crímenes de lesa humanidad, genocidio y
crímenes de guerra que aún tienen que ser esclarecidos. Hay violaciones
sistemáticas y flagrantes de los derechos humanos del pueblo cubano.
Los asesinatos extrajudiciales por causa políticas son acontecimientos
diarios en el sistema de represión del gobierno comunista. Uno de estos
asesinatos políticos cumplió su primer aniversario el 8 mayo de 2012; y
es el caso del activista humanitario pacífico, Juan Wilfredo Soto. Caso
aún no esclarecido por los tribunales de justicia competentes, a pesar
de las peticiones formales realizadas por sus amigos y por el pastor
Mario Félix Lleonart.
Ahora bien, no tengamos duda alguna de que estas condenables represiones
del estado policiaco de Castro se acercan a su final. Un pueblo cubano
libre podrá entonces poner a trabajar toda esa energía de talentos que
nos permitirá disfrutar un día no lejano de una nación próspera y
pacífica donde tengan cabida todos sus hijos.
Y aquellos que han subestimado nuestra capacidad de trabajo y nuestro
orgullo nacional se llevarán una gran sorpresa. Verán como en nuestra
Cuba surgen hombres como un Abraham Lincoln quién, de leñador, llegó a
ser presidente de la gran nación norteamericana y se jugó su futro
político dando la libertad a los esclavos. O una mujer del calibre de
Margaret Thatcher quién, de empleada de un pequeño negocio, se convirtió
en Primer Ministro de una gran potencia como Gran Bretaña. Y lo mismo
podemos decir de Soichiro Honda quién, habiendo nacido en extrema
pobreza, creó el imperio automovilístico de la Honda.
Tampoco podemos olvidar a hombres como Thomas Monaghan quién, criado en
un orfanato, fundó una cadena nacional de pizzas calientes a domicilio
en 30 minutos; o a Horatio Alger, un repartidor de periódicos que llegó a
influir en la juventud de su país con más de 100 novelas y una de ella
con más de veinte millones de ejemplares. Pudiera continuar la lista de
las personas de éxitos en una sociedad libre pero sería muy extensa.
En una sociedad libre nosotros haríamos lo mismo porque no estamos
hechos de ningún material de segunda clase. Digo incluso que haremos mas
porque nuestro material es del acero fortalecido por el sufrimiento y
el terror de más de medio siglo. Esta es la sociedad por la cual trabajo
junto a mis conciudadanos, donde el talento, la honestidad y la
perseverancia triunfen sobre el odio, la envidia y la miseria. Pero esto
solo será posible en un país donde se respeten los derechos humanos
básicos y no solamente se ofrezcan oportunidades económicas o se hagan
meras concesiones civiles y políticas. Por esos derechos humanos
fundamentales ofrendaron la vida patriotas como Juan Wilfredo Soto y
demás mártires de estos últimos cincuenta años que buscaron una patria
libre para todos y cada uno de nosotros. Nosotros tenemos la obligación
de honrar su memoria y de terminar su obra. ¡Viva Cuba libre!
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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