“Con dos líneas de un escrito de cualquier hombre, se puede procesar al
más inocente”.
Richeliev.
Con ideas siniestras como estas; el conde de Richelieu pudo llegar a ser
cardenal, en 1622, y primer ministro de Francia, entre 1624-1642.
Los hombres llenos de ambiciones personales y hambrientos de poder,
puede ascender en la sociedad sin preocuparse de las normas morales de
convivencia y caer en el más profundo cinismo sin afectar su conciencia.
Después de tantos siglos, esta frase de Richelieu sigue más vigente que
nunca. Pero ahora en las palabras indolentes y destructivas de otro
Cardenal, de ciudadanía cubana, residencia en La Habana, Cuba; nombrado:
Jaime Ortega Alamino.
Y aunque me duela repetir ese comentario desafortunado, es necesario
para la comprensión de este artículo.
Dijo refiriéndose a las personas que ocuparon pacíficamente la Basílica
de la Iglesia de la Caridad de La Habana, que “Ellos eran un grupo […]
de antiguos delincuentes…, había toda gente allí sin nivel cultural,
algunos con trastornos sicológicos”. Esto lo expuso en un foro,
auspiciado por el Centro de Estudio Latinoamericano David Rockefeller,
de la Universidad Harvard, en Cambridge, Massachusetts, EUA.
Cuando la gran mayoría de los ciudadanos calla ante las injusticias.
Estas personas tuvieron la dignidad de levantar sus voces por el pueblo
cubano, en reclamos de derechos humanos ele- mentales que son cercenados
desde hace más de medio siglo por la tiranía Castro-estalinista.
Estas honorables personas me recuerdan a nuestro glorioso Ejército
Libertador Mambí. Confor- mados por un pequeño grupo de hombres y
mujeres de cultura, y el resto, eran personas humildes que desde su
sabiduría popular comprendían perfectamente la necesidad de una Cuba
independiente y libre.
Para que este Ejército no fuera reconocido por los gobiernos de otros
países de su época, la autocracia en el poder administrativo y la
jerarquía religiosa católica de la Isla los denigraban llamándolos
“mambí”. Termino despectivo que los cubanos supieron revertir para
gloria de nuestra nación.
Según los clasifica el Cardenal, quizás estas personas no conozcan la
obra de a Alejandro Magno. Si es así, entonces mucho menos a Eumenes,
uno de sus generales, que describió con sabiduría lo que usted acaba de
proferir. “¿Acaso no sabias que las palabras pueden matar más que la
espada?”
Empero lo más doloroso de esta historia cardenalicia; es el franco
desprecio de un príncipe de la iglesia a las propias escrituras del
evangelio.
Resaltar el pasado negativo de cualquier persona para denigrarlos, es
pura maldad. Es estar bien apartado de la bondad del Señor.
Jesús Nazareno fue crucificado en el lugar nombrado Gólgota. Otra dos
personas fueron crucificadas junto a él, habían cometidos delitos que
denigraban al ser humano. Uno de los penados se burló de Jesús, y, él
otro, reprendió esa actitud. A este último, por su actitud de
arrepentimiento, el hijo de Dios le dijo, que estaría con él en paraíso.
A una mujer adultera, una multitud deseaba lapidarla. Vinieron a
preguntar sobre la condena a Jesús. Este les dijo que tirará la primera
piedra quién este libre de pecado. No fue apedreada la mujer y la turba
se marchó; y el Nazareno dio su sentencia: Yo no te condeno, vete y no
peques más. Esta es la verdadera misericordia de Dios, amar al prójimo
como a ti mismo. Cree usted que estés libres de pecado cuando durante
años fuiste cómplice con tu silencio, y ahora aliado público de la
tiranía.
Quizás no te preocupe las opiniones sinceras de tus contemporáneo; sin
embargo, tu desvelo será con las personas honradas y la historia en los
años venidero.
“… Ministro codicioso y hambriento de poder”; escribió A. Dumas sobre
Richeliev, en Los tres mosqueteros. En 1793, la historia tomó venganza
con el Cardenal; cuando una multitud pene- tro en la capilla Soborna,
profanó su tumba, lo degollaron, echaron su cuerpo en una fosa común y
alguien se llevó su cabeza como trofeo. Dios es el dueño de la historia y
no puede ser burlado.
Por supuestos, no quiero este dramatismo siniestro contra ninguna
persona y mucho menos para uno de mis conciudadanos. Mi verdadero anhelo
es que la obra de Jesucristo se ponga en práctica para beneficio de
todos los cubanos. Que los verdaderos cárdeles del pueblo cubano: Boza
Masvidal, Pérez Cerantes y Agustín Román sean paradigma imperecedero
para la obra de Dios en nuestra nación.
Entonces podré regocijarme en las palabras del poeta bíblico: “La senda
de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que
el día es perfecto”.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
No hay comentarios:
Publicar un comentario