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Frontera entre Cuba y la Base.
habitantes. Cada
cajita traía: 2 sobrecitos con judías, chícharos, frijoles negros o colorados,
dependiendo del número de la cajita que le tocara. También Traian 3 dulcecitos
de harina, un sobre de café, uno de azúcar, uno de leche, sal, pimienta, 2 galletitas
de soda, un pomito de picante y una bolita de pan. Todo esto venía en un sobre
amarillo, cerrado herméticamente, de ahí su nombre. El inconveniente de estas
cajitas estaba en que los granos estaban duros como piedras y fríos como la
pata de un muerto, además no traían arroz, elemento básico de nuestra dieta.
Por suerte, con el arroz que daban en
las comidas, para mi era suficiente. Teníamos garantizado lo más elemental para
nuestra subsistencia. ¡Veremos cuanto tiempo dura esta situación!
No daban
cigarros, por lo que los fumadores se la estaban viendo negra. Un cigarro llegó
a costar un dólar en la “bolsa negra”.
Acomodamos los
cinco “catres” uno a continuación del otro, al costado del terraplén. Frente a
éste quedaba una colina, no muy alta y con poca vegetación..
Cuando se subía
la carpa podíamos observar lo que sucedía en la entrada principal y los
vehículos que transitaban por el terraplén. Esta, casi siempre se mantenía
levantada, pues el calor dentro de las mismas era insoportable.
A nuestra
izquierda, nos quedaba un campamento de balseros llamado “Hunt” y a nuestra derecha un campamento militar,
donde se observaba movimiento de vehículos y tropas. De la parte trasera del
campamento nos quedaba el mar.
No podíamos salir
del perímetro de las alambradas (estaban puestas en forma de espiral, a un
metro de altura) del campamento, por lo
que prácticamente estábamos presos . La puerta principal estaba custodiada por
dos militares.
A las doce del
medio día, no había ser humano que pudiera estar dentro de las carpas, pues éstas
se convertían en un horno, pero tampoco podíamos estar fuera, debido al
candente sol y la falta de árboles para guarecerse, y el polvo era intenso. El
piso de la carpa era de tierra.
Resultaba
paradójico, que personas que salieron en busca de libertad, se encontraban
presos por el único delito de querer ser libres..
Dentro del
campamento se observaban actitudes negativas de convivencia por parte de
algunas personas. Se hacían “caca” en las afueras de las carpas, en vez de hacerlo
en las letrinas, tiraban papeles y colillas de cigarros en el piso, se
expresaban de forma grosera y con palabras obscenas, sin importarle que hubiera
niños y mujeres delante. Tenemos que
tener en cuenta que el gobierno castrista había
dado permiso a presos que se encontraban cumpliendo condenas por delitos comunes y estos aprovecharon el éxodo, para marcharse del país. ¡Otra vez ,
Castro, volvía a demostrar su odio
visceral hacia este país!
A diferencia de
los sucesos del Mariel, en 1980, donde sacó directamente de la prisión a
criminales y locos del Hospital de
Mazorra, esta vez lo hacía de forma más solapada.
Un sacerdote
católico y otro protestante oficiaban misa (Por separados) encaramados en una
mesa. Esto lo hacían dos o tres veces a la semana. Asistían pocas personas para
escuchar la palabra de Dios.
El trato de los
soldados hacia nosotros era excelente. Se ocupaban de todo y por todo. Se
habilitó una carpa que fungía como clínica, donde se atendían personas con
distintas dolencias.
Continuará
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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