miércoles, 23 de noviembre de 2011

LA BASE NAVAL DE GUANTANAMO (Capítulo IV) Continuación


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Frontera entre Cuba y la Base.
habitantes. Cada cajita traía: 2 sobrecitos con judías, chícharos, frijoles negros o colorados, dependiendo del número de la cajita que le tocara. También Traian 3 dulcecitos de harina, un sobre de café, uno de azúcar, uno de leche, sal, pimienta, 2 galletitas de soda, un pomito de picante y una bolita de pan. Todo esto venía en un sobre amarillo, cerrado herméticamente, de ahí su nombre. El inconveniente de estas cajitas estaba en que los granos estaban duros como piedras y fríos como la pata de un muerto, además no traían arroz, elemento básico de nuestra dieta. Por suerte,  con el arroz que daban en las comidas, para mi era suficiente. Teníamos garantizado lo más elemental para nuestra subsistencia. ¡Veremos cuanto tiempo dura esta situación!
No daban cigarros, por lo que los fumadores se la estaban viendo negra. Un cigarro llegó a costar un dólar en la “bolsa negra”.
Acomodamos los cinco “catres” uno a continuación del otro, al costado del terraplén. Frente a éste quedaba una colina, no muy alta y con poca vegetación..
Cuando se subía la carpa podíamos observar lo que sucedía en la entrada principal y los vehículos que transitaban por el terraplén. Esta, casi siempre se mantenía levantada, pues el calor dentro de las mismas era insoportable.
A nuestra izquierda, nos quedaba un campamento de balseros llamado “Hunt” y  a nuestra derecha un campamento militar, donde se observaba movimiento de vehículos y tropas. De la parte trasera del campamento nos quedaba el mar.
No podíamos salir del perímetro de las alambradas (estaban puestas en forma de espiral, a un metro de altura) del  campamento, por lo que prácticamente estábamos presos . La puerta principal estaba custodiada por dos militares.
A las doce del medio día, no había ser humano que pudiera estar dentro de las carpas, pues éstas se convertían en un horno, pero tampoco podíamos estar fuera, debido al candente sol y la falta de árboles para guarecerse, y el polvo era intenso. El piso de la carpa era de tierra.
Resultaba paradójico, que personas que salieron en busca de libertad, se encontraban presos por el único delito de querer ser libres..
Dentro del campamento se observaban actitudes negativas de convivencia por parte de algunas personas. Se hacían “caca” en las afueras de las carpas, en vez de hacerlo en las letrinas, tiraban papeles y colillas de cigarros en el piso, se expresaban de forma grosera y con palabras obscenas, sin importarle que hubiera niños y mujeres delante.  Tenemos que tener en cuenta que el gobierno castrista había  dado permiso a presos que se encontraban cumpliendo condenas  por delitos comunes y estos aprovecharon  el éxodo, para marcharse del país. ¡Otra vez , Castro, volvía a  demostrar su odio visceral hacia este país!
A diferencia de los sucesos del Mariel, en 1980, donde sacó directamente de la prisión a criminales y locos del Hospital de  Mazorra, esta vez lo hacía de forma más solapada.
Un sacerdote católico y otro protestante oficiaban misa (Por separados) encaramados en una mesa. Esto lo hacían dos o tres veces a la semana. Asistían pocas personas para escuchar la palabra de Dios.
El trato de los soldados hacia nosotros era excelente. Se ocupaban de todo y por todo. Se habilitó una carpa que fungía como clínica, donde se atendían personas con distintas dolencias.

Continuará

Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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