(25)
Andrés, estaba
sancionado a 3 años por el delito de
“desacato” y se encontraba disfrutando de una libertad condicional. Otro, que se encontraba como recluta del SMO
, Daniel, también formaba parte del grupo.
Yo, había sido
sancionado a 18 meses de cárcel por
salida ilegal en el año 1989 y en el año 1993 era buscado por la policía del Central Chaparra, por propaganda enemiga.
Había puesto un letrero, en el sector de la PNR del barrio Erlan Raya, del
mismo central, que decía “Abajo Fidel.” Esto revolucionó al pequeño poblado,
quienes eran la primera vez que veían o escuchaban algo semejante en estos 35 años de comunismo. La policía desplegó
un amplio operativo, movilizó todo un aparato de búsqueda hacia el Sector de la
PNR, utilizando perros y tomando fotos del cartel. Se produjeron varios
arrestos. Dos días después, se rumoraba que estaban buscando al “habanero”, por lo que decidí irme para
Holguín, en casa de la familia de mi esposa. Días después partí para la Habana.
En la capital,
aunque oficialmente no era miembro, si estaba vinculado, desde los días de
presidio, a la “Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional”, dirigida por el Sr. Elizardo
Sánchez Santacruz. Estando preso en la cárcel
de Agüica, Elizardo y yo coincidimos en
la enfermería del centro penitenciario y entablamos amistad y colaboración. Me encargué de repartir,
dentro de la prisión, algunos folletos de la “Declaración Universal de los
Derechos Humanos”, que el Sr. Elizardo me entregó.
También había
puesto letreros contestatarios en las calles de: Patria, Revillagigedo,
Cienfuegos y Corrales, en la Habana
Vieja, donde vivía.
A partir del
“Maleconazo”, el 5 de agosto de 1994, la
represión se había intensificado y temía ser apresado de un momento a
otro, por lo que esta situación influyó en mi decisión de irme con el grupo.
Sin embargo, y,
a pesar de las presiones que conspiraban
en contra nuestra, no cabe dudas que la decisión de irnos por Gibara, fue una
idea descabellada y en extremo peligrosa.
Pude ver, con
cierta nostalgia, como la balsa, que nos había transportado en esta aventura,
se alejaba del buque sola, a la deriva y bamboleada por las olas y el viento. Y
a pesar de esto mantenía la majestuosidad del primer día. ¡Y yo que pensé no
resistiría los embates del bravío océano!.
Después de
saludar a la tripulación, en su mayoría dominicanos, subí a la cabina del
buque, para hablar con el Capitán, el cual me habían dicho que era cubano.
Al llegar a la
cabina, vi a tres hombres inmersos en su trabajo. El más jóven, que era de
color negro, manipulaba el timón de la nave, el segundo observaba con unos
catalejos las infinitas aguas y el tercero, algo mayor que los dos restantes,
se encontraba sentado frente a una mesa con pizarra electrónica. Los tres vestían
sencillamente: tenis, short y pulóvers.
-Buenas tardes-
salude y acto seguido pregunte- ¿Cual de ustedes es el Capitán?- Yo- me
contesto el de la pizarra- Me dirigí hacia él dándole un fuerte abrazo. Este era blanco, de pelo
canoso y unos 45 años de edad, ojos pequeños y vivaces, de estatura mediana,
complexión física fuerte y de trato afable.
-¡Ustedes están
locos pal carajo, no saben lo que están haciendo!- nos dijo-¿Dónde creen que
iban a llegar ustedes con la mierda
esa?- refiriéndose a la balsa-
- Capitán, las
cosas están muy malas en Cuba, la desesperación es tremenda-repuse-
Continuará
No hay comentarios:
Publicar un comentario