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El aparato de
navegación continuaba orientado a los 30 grados, pero esta vez al noroeste con
el objetivo, según Andrés, de llegar a
uno de los tantos cayos que existen en el canal viejo de las Bahamas... Nos
aprovisionaríamos de agua, alimentos y continuaríamos nuestro viaje hacia los Estado Unidos. Estábamos decididos a continuar con nuestro objetivo.
Era de vital importancia mantenernos atentos y con los ojos bien abiertos,
siempre vigilando la brújula, para
evitar perder el rumbo o naufragar, debido a los fuertes vientos y las olas. A
pesar de la oscuridad de la noche el equipo de navegación era de
una fosforescencia intensa y
dejaba ver su lectura claramente.
Cerca de las 3 de
la madrugada avistamos, a lo lejos, unas luces de un barco, que al parecer venía
a nuestro encuentro. Por desgracia no teníamos nada con que hacerle señas, e
impotentes veíamos como las luces se nos acercaban cada vez más, sin poder
hacer nada para llamar su atención. La tripulación continúo descansando, sin
hacer caso de lo que se nos acercaba.Era imposible que nos pudiera ver, sólo un
milagro podía hacer que nos encontraran.
De pronto, toda
nuestra atención se centró en la balsa que nos seguía. Se escucha ruido, voces
y la luz de una linterna. Algo inusual
estaba sucediendo. A pesar de los vientos y las olas, la balsa había logrado
mantenerse cerca de nosotros. Estaban encendiendo algo, al parecer un mechón...
Pudimos ver como
lanzaban una bengala de color verde, pero ésta, en vez de salir hacia arriba,
lo hacía, inexplicablemente, para abajo. El mar en los alrededores de la balsa parecía
haber cogido candela. Era insólito y maravilloso ver el mar prendido con un
verdor intenso, pero triste a la vez, pues se nos esfuma una posibilidad de
salvación. El buque continúo su camino sin percatarse de nuestra presencia.
Posteriormente
nos enteramos que el compañero que trató de lanzar la bengala sufrió quemaduras
en una pierna.
Continuamos
nuestro silencioso recorrido, muy atentos a la brújula y la vela. Las luces del
navío se perdieron en la oscuridad de la noche.
Sobre las 4:20 de
la madrugada avistamos las luces de otro barco. Los que venían acostados
continuaron su deliciosa tarea, sin hacer caso de nuestros comentarios.
De nuevo la balsa
que venia detrás, centró nuestra atención. Se escuchaban gritos y actividad de
luces.
Con profunda
alegría pudimos observar cómo lanzaban una segunda bengala, ésta de color rojo,
la cual significa auxilio en el código marítimo.
Esta se elevaba
en lo alto del firmamento y al llegar al final de su recorrido se escuchó una
leve explosión, dejando caer miles y miles de lucecitas rojas, dando la
impresión de estar viendo un día de fiesta en Cuba, cuando Cuba reía. Era
maravilloso ver el espectáculo que se presentaba en lo alto del cielo. Este se
encendió de rojo, la negra noche parecía darle más intensidad a los destellos.
Lentamente iban
cayendo las lucecitas e iban apagándose antes de llegar al agua. Todos se
levantaron con expresiones de júbilo. Estábamos seguros de que los del barco
habían visto la señal de auxilio. Ahora debíamos esperar a que la nave se nos
acercara e hiciera las operaciones de rescate.Teniamos la certeza de que
vendrian a nuestro encuentro.
Continuará
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