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Pude darme cuenta, por medio del tacto, que una de
las cámaras delantera iba baja de aire. No sabía si estaba ponchada o sólo era
que se encontraba baja de aire. Esto constituyó una preocupación más para mí. Además
de llevar pocos alimentos, escasa el agua, roto un remo, ahora la cámara
iba baja de aire.- ¡Esto es una locura!-
pensé
. Si alguien
hubiera planteado regresar, de seguro
habría contado con mi apoyo.
Al parecer nadie se percató de estas cosas y continuamos
nuestro camino...
Ahora los remeros
éramos dos.Cada cierto tiempo nos turnábamos, para descansar.
Andrés, sentado
en la parte delantera de la embarcación,
llevaba la brújula y guiaba nuestro recorrido, y Odelito, era el
encargado de guiar la vela, que en esos momentos se encontraba arriada por la
falta de aire. El mar continuaba en
calma.
En la medida en
que avanzábamos, se nos presentaban nuevos problemas. Ahora era el timón de la
balsa, el cuál se había zafado y no funcionaba. Guiábamos la balsa con los
remos.La horsa, también se había roto.Esta viene siendo la quilla que llevan
los barcos y las lanchas por debajo, para darle estabilidad. En caso de
marejadas fuertes podíamos virarnos con facilidad. La vela también presentaba
problemas. Se había zafado del mástil y una buena parte de élla iba suelta.
Realmente estaba
preocupado con todos los problemas que se estaban presentando y sin poder regresar;
la costa de Cuba no se veía. Llegué a pensar que había escogido el día más malo
de mi vida para viajar.
Con todos estos
contratiempos, creí ir a una muerte segura, no obstante decidí continuar
remando hasta las últimas fuerzas de mis ser. Tenía que ganarle la partida a la
muerte, que por lo visto venía detrás de mí.
La salida del sólo
me sorprendió remando y el mar continuaba en calma.
Detrás nuestro
venía la balsa que salió después que nosotros.
Me llamó la
atención el color azul marino intenso que tenía el mar en esas profundidaes.Era
realmente maravilloso.
Alrededor nuestro
saltaban los peces, como si estuvieran jugando en el agua. Alguien dijo que
eran Picuas, otros Delfines y alguien
vió tiburones rondando la balsa.
Sobre las 11am,
divisamos un barco que traía rumbo Este. Al parecer pasaría cerca de nosotros.
La algarabía que se formó fue grande.
Comenzamos a
agitar tohallas y pañuelos y a pedir auxilio, como si los del barco pudieran
escuchar nuestro desesperados gritos. Era una escena conmovedora de trece
personas que luchaban por sus vidas y que, aparentemente, cerca veiamos nuestra
salvación.
Pasado unos
minutos, todo volvió a la normalidad. El barco se alejaba cada vez más sin
percatarse de nuestra presencia, no se percató que éramos trece personas en
peligro de muerte real, además de las personas que venían detrás de nosotros.
No sabrán de
desesperación y angustia los que no hayan pasado por momentos como estos.
Continuamos
remando, no se había dejado de remar ni un sólo instante. Todos, excepto las
mujeres, teniamos las manos llenas de ampollas, producto de la fricción de la piel
con la madera de los remos.
Continuará
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