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Prólogo
Este libro fue escrito por uno de los protagonistas de esta historia, el
cual no posee vocación ni cultura de
escritor. Todo lo que aquí se ha escrito es estrictamente cierto. Hechos únicos
y trascendentales, ocurridos en un corto período de mi vida, me motivaron a
escribirlo.
Por imperativo del destino, un inesperado día del mes de agosto de 1994,
pasé a formar parte de la última gran diáspora cubana, conocida en todo el
mundo como la “Crisis de los Balseros”.
En mi corta travesía por el Estrecho de la Florida, viví días de angustia y
desesperación, algo común y corriente para los que escogemos esta vía de escape
del infierno comunista cubano.
Miles de compatriotas vivieron experiencias similares o peores, al extremo
de perder sus vidas, otros, milagrosamente las salvamos... Para ellos, los
muertos y sobrevivientes, mi recordación, cariño y respeto.
Hombres, mujeres, niños y ancianos, con expresión de angustia y terror, se
lanzaban al mar en cuanto objeto flotara, sin importarle el riesgo que esto
entrañaba para sus vidas. El número de cubanos muertos en el mar nunca se
sabrá; el dolor y sufrimiento de los sobrevivientes ha sido desgarrador.
A partir del día 19 de agosto de 1994, los balseros cubanos, recogidos en
alta mar, fuimos llevados para la “Base Naval de Guantánamo”, enclave militar
norteamericano, situada al sur de la provincia oriental de Cuba, y mantenidos
indefinidamente en campos de detención. Más de 32,000 personas son retenidas tras alambradas de púas por el
único delito de querer ser libres. El mundo civilizado de hoy presta oídos
sordos ante el reclamo de libertad de estos infortunados. El silencio que
mantienen los hace cómplice de esta tragedia...
Este relato-testimonio recoge las vivencias reales ocurridas en los llamados “Refugio Seguro” en la Base
Naval de Guantánamo y la República de Panamá.
Espero, que esta sencilla obra, sirva en algún modo, de aliento y esperanza
para los miles de balseros retenidos en
Guantánamo, así como a los familiares de éstos, que se encuentran esparcidos
por el mundo y que juntos esperamos un nuevo amanecer de libertad.
¡Libertad para los que aún hoy con vida, en esta gran balsa que nadie
quiere llevar a puerto seguro, miramos al horizonte con miedo, pero con fe y
esperanza en el futuro!.
Pedro Antonio Díaz González.
Guantánamo, agosto de 1994.
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