LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – Cuentan los vecinos de la zona del Guatao, que por los años 50 los propietarios del inmueble en que vivo le llamaban “el chalet”, y otras personas lo identificaban como “la quinta”. El terreno donde se edificó la vivienda medía aproximadamente unos 50 metros de ancho por 100 de largo. Sus propietarios la habían concebido para el descanso los fines de semana y llegaban en sus autos tratando de alejarse del estrés que causa el trabajo y el bullicio que atormenta durante la semana a todos en la ciudad.
La vivienda en que hoy vivimos contaba en aquellos tiempos con un portal amplio y espacioso, un garaje para el auto, una amplia y fresca sala de estar, tres cuartos, cocina al mejor estilo de la época, dos baños, dos terrazas con vistas esplendorosas al campo y una entrada asfaltada en forma de U, que era controlada por un custodio que trabajaba en una garita a la entrada de la estancia.
Al triunfar los barbudos de la Sierra, los dueños de la vivienda abandonaron el país y la casona le fue “asignada” a un teniente de las nuevas fuerzas armadas. Al poco tiempo de vivirla el militar, comenzaron los conflictos y problemas del fondo habitacional en el país y algunos funcionarios pensaron que el nuevo dueño del inmueble se estaba pareciendo demasiado a la vieja “oligarquía”, por lo que le sugirieron que compartiera la vivienda, para mejorar la imagen, sólo por determinado tiempo, con otro compañero suyo que también se identificaba con el proceso revolucionario. El teniente no tuvo más opción que dividir mediante una pared rústica y una cerca, supuestamente provisional, la vivienda y la pequeña finca.
El nuevo propietario del ala izquierda, por necesidad familiar, permitió a su hija y el esposo construir una casa a la derecha de la parte del terreno que le pertenecía, por lo que hoy en día podemos observar una construcción, al peor estilo de la era revolucionaria.
La pareja que vivía en la parte derecha se divorció y ante la imposibilidad de conseguir otra vivienda para uno de ellos, decidieron dividir a la mitad la mitad que les había tocado del antiguo chalet. Con el paso de los años, las familias se multiplicaron.
En la antigua casa de descanso, concebida para una familia, hoy viven un total de 18 personas entre niños, jóvenes y ancianos. De más está decir que ya no es el hermoso chalet de entonces, sino una fraccionada finca que aloja una cuartería donde conviven hacinadas diferentes familias.
Lo que queda de esta destartalada casa es quizás una metáfora de lo que ocurrió con todo nuestro país; una muestra de lo que resultó ser la sociedad anhelada y soñada en que viviría el fantasmagórico hombre nuevo.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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