
Situando el dedo en la llaga, su principal opositor político, Henrique Capriles, le preguntaba a raíz del proceso electoral venezolano: ¿Será, Nicolás, que esos cursos de actuación que has tenido en Cuba ya los pusiste en práctica?
Sobre su militancia en la Liga Socialista y sobre su temprana formación política en la isla, declararía, en marzo de 2009, el entonces canciller Maduro:
“La Liga tenía un trabajo modesto de formación de cuadros a nivel de los sectores sociales dentro de una estrategia de largo plazo. Y luego yo conozco a Cuba porque en el año l986 tuve la oportunidad de ir a formarme políticamente a una escuela de cuadros en La Habana, la Julio Antonio Mella”.
Maduro dijo haber conocido a Fidel Castro en l989, antes de Hugo Chávez ser un hombre público, es decir, cuando Castro viajó a Venezuela para la investidura del presidente Carlos Andrés Pérez:
“Aquella fue una experiencia imborrable, pude vivir muy de cerca todos los encuentros que Fidel desarrolló con los grupos religiosos y con los empresarios, con los intelectuales venezolanos, con los partidos políticos. Yo estuve allí, viéndolo actuar y apreciando su gran capacidad para voltear el escenario”, confesaría el ahora presidente de Venezuela.
Si todo se hubiera reducido a unas cuantas lecciones de histrionismo, nada habría que temer en cuanto a la posibilidad de que otra Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se estuviera empollando hoy con el petróleo venezolano, ayudado por antiguos comunistas soviéticos, y dirigida, entre bambalinas, por estalinistas y fidelistas caribeños.

¿A quién le asombraría entonces la aparición de una Unión de Repúblicas Socialistas Suramericanas, a imagen y semejanza de la vieja URSS? ¿Acaso ya los mandatarios demócratas del continente no se están sentando junto a violadores de Derechos Humanos, del mismo modo que en su día otros demócratas pactaron con Stalin y con Hitler?
Hugo Chávez no se vislumbraba en el panorama sociopolítico venezolano cuando ya Nicolás Maduro estudiaba en Cuba, en una escuela para dirigente comunista. Al conocer en Caracas a quien sembró en Latinoamérica las guerrillas, aquella experiencia le resultaría imborrable, por una razón sencilla: fue su primera clase práctica de cómo un comunista acerca la brasa a su sardina.
Hoy vemos en Venezuela un culto a la personalidad rayano en el endiosamiento, que recuerda el fascismo, el estalinismo, el castrismo, y todos los peores ismos. Siguiendo esta ruta, Rodrigo Londoño Echeverri, el camarada Timochenko, podría pasar de jefe de guerrilla a presidente de Colombia. No sería nada nuevo, en Cuba llevamos más de medio siglo por ese sendero.
Más que adversario de la oposición venezolana, Maduro y tantos otros, como Correa, Morales y Ortega, pudieran ser vehículos del más grave peligro que jamás tuvimos en el continente, salvo la Crisis de los Misiles
Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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