
Al respecto, diría el propio Fidel Castro: “Al organizar aquellas cooperativas en las empresas cañeras, dábamos un paso adelante en relación a lo que había significado la parcelación de aquellas tierras… desde el punto de vista social había sido un retroceso, porque aquellos obreros los habíamos transfigurados de obreros, de proletarios, en campesinos”.
Se refería a las tierras expropiadas al latifundio, las que, en lugar de incrementar la propiedad campesina y con ella la población rural, entregándosela a quienes la trabajaban, originaron el Estado latifundista. Esas son hoy las miles de hectáreas de terrenos de labranza declaradas ociosas, sin producir durante años, causantes del desabastecimiento de productos agrícolas y de los precios prohibitivos.

Desaparecido el batey, núcleo socioeconómico, de apoyo logístico y espiritual en la vida rural, los campesinos apocados, los que no confiaban en sí mismos, se integraron a las CPA.Y otros le “aportaron” sus tierras, a cambio de una pensión vitalicia, o las vendieron para comprarse una casa en la ciudad.
Ya para 1975, 66 mil campesinos se habían integrado a las CPA, 97 mil mantenían sus propiedades asociados a las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS), mientras recibían un acoso sistemático, en forma de “persuasión”, para integrarlos. Y sólo unos 9 mil campesinos mantenían su estatus individual en las llamadas Asociaciones Campesinas, unas 250 en todo el país. Las CPA sumaban 1 398, según fuentes oficiales.

Hoy, se exige a los habitantes del campo (20 % de la población, aproximadamente) que, con apenas recursos y sin incentivos materiales y espirituales, produzca no sólo para alimentar al 80% que viven en las ciudades, sino también a la industria turística y a los usufructuarios de una política basada en la diplomacia de vitrina.
El campesino cubano es víctima del desprecio oficial y de la ridiculización caricaturesca de casi toda la sociedad. No en balde nuestra debacle en la producción agrícola. Luego de provocar el abandono del campo, el régimen pretende ahora hacerlo productivo entregando tierras baldías en usufructo. Hasta hace muy poco, se prohibió a los usufructuarios fabricar un bohío en las tierras cultivadas. Ya se les autoriza, constituyendo el primer paso en el largo camino para repoblar el campo cubano.
¿Renacerá la aldea en Cuba? Le llamemos batey, chucho, caserío… debe ser el punto más cercano entre la familia campesina y la ciudad, donde el comerciante y el herrero, entre no pocos del clan citadino, se encuentran con el agricultor, entendido este como el encuentro más amigable entre lo urbano y lo rural. Presencia rural encontramos hasta en las ciudades proyectadas por el urbanismo más presumido, la sentimos en los árboles, las flores y el césped; está en la literatura, el cine, la danza, el teatro y la música. Luego, si en realidad queremos una Cuba próspera, con una cultura rural reanimada, ¿cómo negar la presencia urbana en el ambiente campesino?
Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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