
La gira de la conocida bloguera Yoani Sánchez, en particular, resulta tanto más decisiva en este aspecto por cuanto actualmente es la más conocida, interactiva y universal entre los ciudadanos independientes que en Cuba luchan a favor de la defensa del ejercicio pleno de los derechos y que intentan borrar los límites generacionales e ideológicos que han separado a la disidencia, y también a los proyectos democráticos cubanos durante décadas.


En principio, no parece realista que el gobierno ignorara el impacto de una personalidad tan conocida como Yoani Sánchez en posesión de los micrófonos ante múltiples organismos y sectores de opinión internacionales, aunque quizás no calcularon su magnitud ni el relieve de una figura que, involuntariamente, ellos ayudaron a crecer. La mayor torpeza del régimen en este caso no fue permitir la salida de la joven periodista, sino haberlo impedido desde que ella fuera acreedora del Premio Ortega y Gasset, y haberle negado el permiso para viajar por veinte veces en solo cuatro años. Erraron nuevamente al orquestar los mítines de repudio extraterritoriales que elevaron aún más la notoriedad de la bloguera.

Sin embargo, sería una inocentada creer que todo triunfo disidente es resultado de la torpeza del gobierno. La supuesta apertura oficial se relaciona además con la confluencia de múltiples factores, algunos de los cuales son de extrema importancia para el destino del sistema y, en consecuencia, para lo que pueda acontecer en Cuba a corto y mediano plazo. La coyuntura hoy, tanto a nivel global y regional como al interior de la Isla, está forzando al régimen a cambiar más allá de su falta de voluntad política para hacerlo, pero, fundamentalmente, a cambiar la situación interna del país, sumido en una crisis general demostradamente insoluble bajo las condiciones socioeconómicas actuales.
Los informes oficiales de la reciente reunión ampliada del Consejo de Ministros constituyeron un cuadro realista del desastre económico denominado “modelo cubano”: baja productividad y poco aprovechamiento de las capacidades de producción, ineficaces procesos inversionistas, indisciplina financiera, bajo nivel de utilización de materias primas recicladas, insuficiente reciclaje de envases y embalajes, persistencia de los impagos, deficiencias de la organización, planificación y cumplimiento de planes de trabajo y de contratos, mala calidad de los productos, falta de exigencia, de previsión, de coordinación entre organismos y entidades, etc. Toda reunión oficial confirma que los problemas derivados de la centralización económica superan las soluciones propuestas desde las directrices gubernamentales.
En medio de tan crítico panorama se ha producido la muerte del petro-benefactor, Hugo Chávez, y mientras el escenario venezolano se enrarece y se torna inestable, el futuro se ensombrece para la castrocracia debido a la virtual insostenibilidad, a largo plazo, del nuevo líder del populismo, improvisado a toda prisa desde las oficinas del poder político en La Habana. Sin Chávez, ya nada será igual para los Castro.
Los inversores extranjeros, por su parte, no cuentan con una seguridad jurídica y garantías financieras que les estimule a inyectar su capital en la Isla, de manera que –les guste o no– los ancianos caciques, a pesar de que mantienen un discurso beligerante con el vecino norteño, han comenzado tras bambalinas a hacer sus señas a la Casa Blanca. Dar “libre salida” a los disidentes pudiera formar parte de un plan maestro desesperado para demostrar al presidente estadounidense cuán dispuestos están los jerarcas de verde olivo a mejorar en materia de derechos humanos, condición indispensable que ha puesto “El Imperio” antes de cualquier acercamiento entre ambos gobiernos.
Lentamente, las limitadas transformaciones raulistas van demostrando que no hay desarrollo posible sin una economía de mercado. La distancia entre la cúpula gobernante y la realidad cotidiana del cubano de a pie se amplía cada vez más y, así como la emigración se mantiene constante ante la ausencia de perspectivas, la disidencia interna y otros sectores moderadamente críticos al gobierno que no se autodefinen como opositores al régimen, parecen haber alcanzado finalmente un consenso que implica a la vez urgencia y concertación entre todos los actores sociales: Cuba tiene que cambiar, sobre todo en materia de política, principio elemental que resultaba impensable apenas unos años atrás.
Mucho ha tenido que ver en ese consenso el espíritu conciliador e inclusivo de varios proyectos cívicos independientes desarrollados a lo largo de estos años. Bienvenidos sean, entonces, los que se sumen a los reclamos por la democracia para todos los cubanos, vengan de donde vengan. Como afirman ya muchas voces cubanas desde todas las orillas, ya hemos alcanzado los consensos fundamentales sobre qué Cuba queremos; ahora debemos encontrar cómo hacerla y establecer los programas necesarios para conseguirlo

La gira de la conocida bloguera Yoani Sánchez, en particular, resulta tanto más decisiva en este aspecto por cuanto actualmente es la más conocida, interactiva y universal entre los ciudadanos independientes que en Cuba luchan a favor de la defensa del ejercicio pleno de los derechos y que intentan borrar los límites generacionales e ideológicos que han separado a la disidencia, y también a los proyectos democráticos cubanos durante décadas.


En principio, no parece realista que el gobierno ignorara el impacto de una personalidad tan conocida como Yoani Sánchez en posesión de los micrófonos ante múltiples organismos y sectores de opinión internacionales, aunque quizás no calcularon su magnitud ni el relieve de una figura que, involuntariamente, ellos ayudaron a crecer. La mayor torpeza del régimen en este caso no fue permitir la salida de la joven periodista, sino haberlo impedido desde que ella fuera acreedora del Premio Ortega y Gasset, y haberle negado el permiso para viajar por veinte veces en solo cuatro años. Erraron nuevamente al orquestar los mítines de repudio extraterritoriales que elevaron aún más la notoriedad de la bloguera.

Sin embargo, sería una inocentada creer que todo triunfo disidente es resultado de la torpeza del gobierno. La supuesta apertura oficial se relaciona además con la confluencia de múltiples factores, algunos de los cuales son de extrema importancia para el destino del sistema y, en consecuencia, para lo que pueda acontecer en Cuba a corto y mediano plazo. La coyuntura hoy, tanto a nivel global y regional como al interior de la Isla, está forzando al régimen a cambiar más allá de su falta de voluntad política para hacerlo, pero, fundamentalmente, a cambiar la situación interna del país, sumido en una crisis general demostradamente insoluble bajo las condiciones socioeconómicas actuales.
Los informes oficiales de la reciente reunión ampliada del Consejo de Ministros constituyeron un cuadro realista del desastre económico denominado “modelo cubano”: baja productividad y poco aprovechamiento de las capacidades de producción, ineficaces procesos inversionistas, indisciplina financiera, bajo nivel de utilización de materias primas recicladas, insuficiente reciclaje de envases y embalajes, persistencia de los impagos, deficiencias de la organización, planificación y cumplimiento de planes de trabajo y de contratos, mala calidad de los productos, falta de exigencia, de previsión, de coordinación entre organismos y entidades, etc. Toda reunión oficial confirma que los problemas derivados de la centralización económica superan las soluciones propuestas desde las directrices gubernamentales.
En medio de tan crítico panorama se ha producido la muerte del petro-benefactor, Hugo Chávez, y mientras el escenario venezolano se enrarece y se torna inestable, el futuro se ensombrece para la castrocracia debido a la virtual insostenibilidad, a largo plazo, del nuevo líder del populismo, improvisado a toda prisa desde las oficinas del poder político en La Habana. Sin Chávez, ya nada será igual para los Castro.
Los inversores extranjeros, por su parte, no cuentan con una seguridad jurídica y garantías financieras que les estimule a inyectar su capital en la Isla, de manera que –les guste o no– los ancianos caciques, a pesar de que mantienen un discurso beligerante con el vecino norteño, han comenzado tras bambalinas a hacer sus señas a la Casa Blanca. Dar “libre salida” a los disidentes pudiera formar parte de un plan maestro desesperado para demostrar al presidente estadounidense cuán dispuestos están los jerarcas de verde olivo a mejorar en materia de derechos humanos, condición indispensable que ha puesto “El Imperio” antes de cualquier acercamiento entre ambos gobiernos.
Lentamente, las limitadas transformaciones raulistas van demostrando que no hay desarrollo posible sin una economía de mercado. La distancia entre la cúpula gobernante y la realidad cotidiana del cubano de a pie se amplía cada vez más y, así como la emigración se mantiene constante ante la ausencia de perspectivas, la disidencia interna y otros sectores moderadamente críticos al gobierno que no se autodefinen como opositores al régimen, parecen haber alcanzado finalmente un consenso que implica a la vez urgencia y concertación entre todos los actores sociales: Cuba tiene que cambiar, sobre todo en materia de política, principio elemental que resultaba impensable apenas unos años atrás.
Mucho ha tenido que ver en ese consenso el espíritu conciliador e inclusivo de varios proyectos cívicos independientes desarrollados a lo largo de estos años. Bienvenidos sean, entonces, los que se sumen a los reclamos por la democracia para todos los cubanos, vengan de donde vengan. Como afirman ya muchas voces cubanas desde todas las orillas, ya hemos alcanzado los consensos fundamentales sobre qué Cuba queremos; ahora debemos encontrar cómo hacerla y establecer los programas necesarios para conseguirlo
Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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