Salir del atrincheramiento y hacer política
Por Dr. Darsi Ferret
La Habana, Cuba. 16 de abril de 2012.
La recién concluida Cumbre de las Américas fue una buena ocasión para
discutir con veracidad el asunto de la oveja negra cubana. Pero se quedó
en el tintero. Otra vez se puso en práctica los remanentes de la vieja
política trasnochada de la Guerra Fría, para intentar manejar a este
díscolo sujeto descarriado en el hemisferio desde hace más de medio
siglo.
Son numerosas las aproximaciones desajustadas con el obtuso
régimen que no da señas de asumir la necesidad de adoptar reformas
verdaderas. Por un lado, Estados Unidos con su embargo comercial
transformado en una práctica de consuetudinario "jab" para mantener la
distancia, y sin efecto pretende aislar al totalitarismo antillano; por
otro, la Unión Europea con su frágil valladar de la Posición Común, que
no pasa de ser un reproche moral muy comedido hacia la dictadura,
mientras permite que desde su zona les hagan llegar solapadamente
financiamientos y tecnologías; que decir de los países latinoamericanos,
simpatizantes abiertos, disimulados o indiferentes de las violaciones a
los Derechos Humanos que a diario pone en práctica el régimen cubano,
se desgastan en el intento de ponerle colorete a la única y más vieja
dictadura militar del continente, y pujan por recibirla como un invitado
más en las reuniones democráticas.
Todas estas políticas parecen
resistirse al cambio de enfoque y de aproximación a los problemas
irresolutos que imponen en la época actual las modernas dinámicas de la
Globalización. Sencillamente, el mundo marcha aceleradamente hacia otra
fase comunicativa, de interrelación cada vez más profunda y activa entre
las naciones. ¿Cómo justificar la insistencia en el aislamiento a la
antigua para tratar el caso cubano? Y a la vez, ¿cómo persistir en ver a
la dictadura militar cubana como un país común y corriente? La
inclusión también va con Cuba, pero no como una nación estable,
democrática y en el camino de la integración con el resto del mundo. Hay
que incluirla en todas las esferas de interrelación global, pero para
esperarla en la puerta con escoba democrática en mano y todo el tiempo
que dure cada evento pasarlo dándole escobazos democráticos con ella a
los ilegítimos representantes isleños, recordándoles que no son iguales
al resto de los presentes y que no se les acepta su constante metedura
de forro.
Los detentores del poder de la presente Cuba son
miembros de una casta depredadora que hace más de medio siglo mantiene
secuestrada la soberanía mediante el uso de la fuerza y que ejercen un
total desprecio por la voluntad popular. Por tanto, en el marco del
escenario nacional, continental y mundial no tienen legitimidad alguna, y
esa incómoda verdad hay que reprochársela cada vez que haya oportunidad
de hacerlo. Gobiernan a base de intereses y antojos con el único fin de
conservar sus privilegios y obligar al pueblo cubano a vivir en la
miseria bajo el prisma de su estrechísima visión del mundo. El cubano es
un pueblo secuestrado, similar a las victimas que sufren a manos de las
FARC u otro tipo de delincuentes. Lo único que acumula es creciente
sufrimiento, constantemente arreado hacia la explotación por dictadores
que se han adueñado del país y lo utilizan como una finca familiar.
Aceptar a la dictadura de los Castro en todos los escenarios políticos
no está mal, siempre que no se lleve a la mesa como un invitado más y
que se sientan a gusto para desatar sus andanadas de insultos, o ataques
contra el sistema democrático que sí ha elegido al resto de los
presentes, y convertir esos sitios en tribunas desde donde acusar a su
eterno enemigo a muerte, al que sin embargo le compra comida,
medicamentos y le suelta el excedente poblacional que no tiene cómo
mantener y, para colmo, le acepta subvenciones, los Estados Unidos de
América. A esa Cuba que se quiere aparecer en esos sitios hay que
tratarla como se merece: como peligroso derrelicto que intenta siempre
sabotear el proceso democrático e integrador. Hay que aprovechar todos
los encuentros para zarandearla con las verdades que se acomoda en no
escuchar.
Pese al esquema que parece flotar como certeza de
Perogrullo de que el presente gobierno de la Habana no constituye un
peligro para la estabilidad del continente, tal como activamente
persistiera en serlo antes, la verdad está a la vista. La dictadura
isleña ha promovido y promoverá todo tipo de organización regional o
gobierno que enfrente al Norte de América con el resto de las naciones
del continente, cuestionando o emponzoñando desde dentro de los marcos
democráticos de la región, similar a lo ocurrido en Venezuela,
Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Honduras y Haití. Así también remacha los
viejos clichés de desconfianza, odio y temor hacia unos Estados Unidos
diabolizados. Se ha visto que esto es algo que parece muy oportuno para
personales intereses en determinadas élites gobernantes de América
Latina. Por lo cual, comienzan a surgir como hongos en el panorama
político del área instituciones sin verdaderos ánimos de integración
económica incluyente, sino politizadas como la CELALC, ALBA, UNASUR y
otras que deben andar aun cocinandose, francamente exclusivas del
miembro más poderoso e influyente, los Estados Unidos, lo que es un
absurdo criminal para sus propios pueblos.
No obstante, los
gobiernos que apoyan estos experimentos, presentados como cumbres de los
países del Sur realmente integradoras se autoengañan. La presente
debilidad del régimen cubano no le permite hacer su vieja política de
intervencionismo armado y subversión violenta, pero la metástasis de su
naturaleza destructora del Estado de Derecho sigue viva y se filtra en
cancillerías, partidos, instituciones y supuestas políticas nacionales,
en donde constantemente intenta poner en práctica la trasnochada
intentona de excluir a los Estados Unidos, a nombre de una unidad
latinoamericana sin visos de conformación económica real, y donde más
bien se ponen en activo viejos rencores y desconfianzas hacia el mayor
mercado del mundo en bienes, servicios y proyectos materiales para el
desarrollo. Esas acciones irresponsables, practicadas por no pocos
gobiernos, ponen bajo una cruda luz los enormes defectos institucionales
de las democracias y sistemas políticos del área Latinoamericana.
Lo que debe quedar claro es que los actuales y autoproclamados
representantes del archipiélago cubano NO representan la voluntad del
pueblo, sino a ellos mismos. Y gozan de tal grado de ilegitimidad como
el que tuvieron en su momento Trujillo, los Somoza, Duvalier, Pinochet,
Velazco Alvarado, los generales de la junta militar argentina y todo el
resto del club de los regímenes que se han encargado de estrangular el
respeto a las libertades y derechos fundamentales de sus pueblo
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Politices Cubanos"
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