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-Disputas singulares han existido con nombres como Guerras del Bacalao,
entre Inglaterra e Islandia, o la Guerra del Bonito, entre España y
Francia e Inglaterra. Pero una como ésta, que se produjo entre dos
ancianos, por un periódico, y donde la sangre sí llegó al río,
posiblemente sólo puede ocurrir en un país como Cuba, donde las colas
son un pasatiempo nacional obligatorio.
Desde hace casi medio siglo, en Cuba se forman y organizan colas para casi todo. Quizás no haya pueblo en el mundo con una experiencia tan vasta como el cubano en eso de ponerse uno detrás de otro para acceder a un servicio, comprar una libra de papas, o comprar el periódico del día.
Supongo que el extranjero no iniciado en los vericuetos de nuestra vida socialista, pensaría que bromeamos si le comentáramos que la mayoría de los cubanos para poder leer el periódico tiene que comprárselo a un revendedor, o tener en la casa a algún familiar que no trabaje y pueda madrugar en las enormes colas para adquirir el mini panfleto que publica diariamente nuestro partido comunista -dizque para informarnos. El foráneo interlocutor se sorprendería aun más al saber que nuestros ancianos ostentan el monopolio nacional de la compra del periódico y frecuentemente riñen encarnizadamente en los estanquillos para comprar los ejemplares.
Y no es que nuestros viejitos estén particularmente interesados en las “noticias” y diatribas con que cada mañana nos castiga Granma, ni que no se les ocurra nada mejor que hacer cola. Sino que, si tenemos en cuenta que la pensión por jubilación promedio en Cuba es de apenas 10 ó 12 dólares mensuales, es fácil deducir que para muchos de estas personas de la tercera edad, los centavos obtenidos mediante la reventa del periódico significan la diferencia entre tener el estomago lleno o vacío.
Amanecía y nada presagiaba desgracia en la concurrida esquina de Luis Estevez y Calzada de 10 octubre, en el barrio de Santos Suárez, donde se ubica uno de los pocos estanquillos de periódicos del municipio.
Ese día, como no era fin de semana, no se repartían tickets numerados por orden de llegada para organizar la cola. Todos los involucrados en la cola, en su mayoría ancianos, debían asegurarse de no perder de vista a la persona que los precedía, para evitar confusiones e impedir que alguien aprovechara para colarse.
Cuenta Gladys, una amiga anciana que vive en ese barrio, que la venta del diario comenzó y transcurrió sin contratiempos, hasta que Gerardo, un anciano famoso ya entre los asiduos coleros por su manía de colarse cuando ve que se están acabando los periódicos y corre el riesgo de quedarse sin comprar, volvió a sus andanzas e intentó colarse descaradamente.
“Solo que trató de colarse delante de Raúl, un viejo cascarrabias que no le deja pasar una a nadie”, cuenta Gladys.
En el preciso momento en que Gerardo intentó ponerse delante de Raúl, este lo agarró por el brazo y, sin mediar palabras, le propinó un empujón que lo lanzó de cabeza contra el contén de la acera. Cuando logró levantarse, Gerardo sangraba por la cabeza y se notaba desorientado.
Julio, un anciano que siempre hace cola simultáneamente en dos estanquillos para coger doble cantidad de periódicos, cuenta que el corre corre de viejos que se formó cuando empezó la bronca fue tremendo. La escena parecía de una película e acción, pero en cámara lenta, porque por mucho que se esforzaban por alejarse de la bronca, los viejos sólo podían hacerlo a la velocidad que sus achaques y bastones les permitían.
“Es inconcebible que en este cabrón país le rompan la cabeza a uno por un periódico de mierda, que a fin de cuentas nunca dice nada”, dice Julio, sin dejar de reírse.
La guerra del periódico acabó con la llegada de una patrulla de la policía, que llevó a Gerardo para el hospital, donde le cosieron la herida, y a Raúl para la Estación de policía.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
LA HABANA, Cuba, abril, Desde hace casi medio siglo, en Cuba se forman y organizan colas para casi todo. Quizás no haya pueblo en el mundo con una experiencia tan vasta como el cubano en eso de ponerse uno detrás de otro para acceder a un servicio, comprar una libra de papas, o comprar el periódico del día.
Supongo que el extranjero no iniciado en los vericuetos de nuestra vida socialista, pensaría que bromeamos si le comentáramos que la mayoría de los cubanos para poder leer el periódico tiene que comprárselo a un revendedor, o tener en la casa a algún familiar que no trabaje y pueda madrugar en las enormes colas para adquirir el mini panfleto que publica diariamente nuestro partido comunista -dizque para informarnos. El foráneo interlocutor se sorprendería aun más al saber que nuestros ancianos ostentan el monopolio nacional de la compra del periódico y frecuentemente riñen encarnizadamente en los estanquillos para comprar los ejemplares.
Y no es que nuestros viejitos estén particularmente interesados en las “noticias” y diatribas con que cada mañana nos castiga Granma, ni que no se les ocurra nada mejor que hacer cola. Sino que, si tenemos en cuenta que la pensión por jubilación promedio en Cuba es de apenas 10 ó 12 dólares mensuales, es fácil deducir que para muchos de estas personas de la tercera edad, los centavos obtenidos mediante la reventa del periódico significan la diferencia entre tener el estomago lleno o vacío.
Amanecía y nada presagiaba desgracia en la concurrida esquina de Luis Estevez y Calzada de 10 octubre, en el barrio de Santos Suárez, donde se ubica uno de los pocos estanquillos de periódicos del municipio.
Ese día, como no era fin de semana, no se repartían tickets numerados por orden de llegada para organizar la cola. Todos los involucrados en la cola, en su mayoría ancianos, debían asegurarse de no perder de vista a la persona que los precedía, para evitar confusiones e impedir que alguien aprovechara para colarse.
Cuenta Gladys, una amiga anciana que vive en ese barrio, que la venta del diario comenzó y transcurrió sin contratiempos, hasta que Gerardo, un anciano famoso ya entre los asiduos coleros por su manía de colarse cuando ve que se están acabando los periódicos y corre el riesgo de quedarse sin comprar, volvió a sus andanzas e intentó colarse descaradamente.
“Solo que trató de colarse delante de Raúl, un viejo cascarrabias que no le deja pasar una a nadie”, cuenta Gladys.
En el preciso momento en que Gerardo intentó ponerse delante de Raúl, este lo agarró por el brazo y, sin mediar palabras, le propinó un empujón que lo lanzó de cabeza contra el contén de la acera. Cuando logró levantarse, Gerardo sangraba por la cabeza y se notaba desorientado.
Julio, un anciano que siempre hace cola simultáneamente en dos estanquillos para coger doble cantidad de periódicos, cuenta que el corre corre de viejos que se formó cuando empezó la bronca fue tremendo. La escena parecía de una película e acción, pero en cámara lenta, porque por mucho que se esforzaban por alejarse de la bronca, los viejos sólo podían hacerlo a la velocidad que sus achaques y bastones les permitían.
“Es inconcebible que en este cabrón país le rompan la cabeza a uno por un periódico de mierda, que a fin de cuentas nunca dice nada”, dice Julio, sin dejar de reírse.
La guerra del periódico acabó con la llegada de una patrulla de la policía, que llevó a Gerardo para el hospital, donde le cosieron la herida, y a Raúl para la Estación de policía.
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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