martes, 17 de abril de 2012

Por qué Vietnam sí y Cuba no?


El país asiático, devastado por la guerra, emprendió reformas que han hecho crecer su economía.
Islas Ly Son, provincia Quang Ngai, Vietnam central. Abril de 2012. (REUTERS)
En un artículo titulado "Vietnam, un país en constante Doi Moi", publicado en el diario Juventud Rebelde del pasado domingo 8 de abril, Niliam Vázquez García planteó que "el pueblo palpa en las calles, en la prosperidad de los negocios familiares, quizá hasta en el aire, los logros de más de dos décadas de Doi Moi, proceso que contempla la introducción de las lógicas del mercado en la economía, pero con orientación socialista". Y agrega que los vietnamitas en "poco tiempo se han convertido en exportadores de petróleo y otros productos, así como en los segundos productores de café del mundo". Me uno a tan merecido reconocimiento a ese laborioso y tenaz pueblo, pero considero provechoso, junto al homenaje, promover la reflexión acerca del porqué Vietnam pudo y Cuba no ha podido.
Durante la última de las guerras de ese país, finalizada en 1975 contra la mayor potencia militar del orbe, sobre su territorio se arrojó un número de bombas tres veces superior a las empleadas durante la Segunda Guerra Mundial, el 15% de su población pereció o resultó herida y el 60% de las 15.000 aldeas del sur del país fueron destruidas. Como si todo eso fuera poco, después tuvo que enfrentar el bloqueo económico y los ataques fronterizos.
Concluida la contienda bélica y reunificada la nación, Vietnam comenzó prácticamente de cero. El sistema de economía planificada, que se extendió de Norte a Sur, hundió al país en el hambre y la superinflación. Ante el fracaso, la tendencia reformista del Partido Comunista respaldada por los cuadros más jóvenes se impuso a la tendencia conservadora y en 1986 proclamaron el Doi Moi (Renovación), bajo el lema "Reforma económica, estabilidad política", mediante el cual se comenzó a introducir los mecanismos de mercado, la autonomía de los productores, el derecho de los nacionales a ser empresarios y la entrega de tierra en propiedad a los campesinos.
El Doi Moi, dirigido a desarrollar la iniciativa, el interés y la responsabilidad de los productores, en su primer momento condujo a una crisis económica provocada por la lentitud, el burocratismo y los enemigos del cambio, que terminó con el despido masivo de los cuadros conservadores del Partido. Luego, al producirse el derrumbe del campo socialista, la tendencia reformista continuó el camino de la profundización y de la renovación permanente de los cuadros del Partido Comunista. El resultado fue tan evidente que EE UU en 1993 dejó de oponerse a la concesión de créditos, en 1994 suspendió el embargo y en 1995 restableció las relaciones diplomáticas.
En 2001, Vietnam devino segundo exportador mundial de arroz. Para lograrlo, además de dedicar una mayor extensión a este cultivo e introducir cambios tecnológicos, lo determinante fue, sin lugar a dudas, la voluntad política de los gobernantes que situó los intereses de la nación en primer lugar y emprendió, de hecho, los cambios de todo lo que realmente era necesario cambiar: se generalizó la economía de mercado, se definieron múltiples formas de propiedad, se eliminó el monopolio de la propiedad estatal y pasó a segundo plano la planificación socialista.
De tal modo el Doi Moi, a diferencia de Cuba, concentrando en las transformaciones internas, logró que la economía produjera alimentos para sus más de 80 millones de habitantes; que ocupara el segundo lugar en la exportación mundial de granos; el segundo en la exportación de café (el presidente del Consejo de Estado de Cuba reconoció que los cubanos, que enseñamos a los vietnamitas a cultivar el aromático grano, tenemos que comprarlo en el exterior); el primero en pimienta, a lo que se añade las ventas de petróleo, zapatos, productos electrónicos y otras producciones. A la vez que la inversión extranjera alcanzó decenas de miles de millones de dólares. Esos resultados le permitieron a Vietnam rebajar la pobreza del 60% al 5% de su población.
Por su parte a Cuba —que también cuenta con un pueblo laborioso, inteligente y dotado de una alta formación profesional— le ha faltado la voluntad política para implantar un modelo económico capaz de despertar el interés por la producción. En 1986, cuando en Vietnam se aplicó el Doi Moi, en Cuba se optó  por la Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, un proyecto, si así puede llamársele, dirigido a impedir la influencia de la Perestroika iniciada en la Unión Soviética. Luego, en 1993, obligado por las circunstancias, ante los efectos del derrumbe del socialismo en Europa Oriental, se implementó un pequeño grupo de medidas —coyunturales y aisladas— que tres años después fueron paralizadas por la contrarreforma iniciada en 1996.
De forma similar, pero con resultados opuestos a la producción arrocera vietnamita, ante el decrecimiento de la producción de azúcar en Cuba de algo más de 8 millones de toneladas en 1990 a solo 3,5 millones en 2001, el Gobierno anunció la Reestructuración de la Industria Azucarera y la Tarea Álvaro Reinoso, con el propósito de producir seis millones de tonelada. Para cumplir esa cifra —que se había logrado en el país desde 1948— se cerraron 71 de los 156 ingenios existentes y se redistribuyó el 60% de las tierras destinadas a las plantaciones de caña para otros cultivos. El resultado fue el descenso de la zafra del año 2005 hasta 1,3 millones de toneladas (cifra que había sido producida en el año 1907). Doce años después de ese fracaso, el 31 de marzo pasado, el vicepresidente del Consejo de Ministros, Marino Murillo planteó que el Ministerio de la Agricultura "presenta un estado económico-financiero desfavorable por varios años, el cual influye negativamente en la gestión empresarial" y reconoció "que han sido insuficientes las acciones y medidas adoptadas hasta la fecha para revertirlo" ("Trabajar con integralidad ante cada problema", Granma, jueves 5 de abril de 2012.)
La diferencia salta a la vista. El Gobierno cubano sigue empeñado en un modelo obsoleto e inviable, y hasta ahora se niega a que sus nacionales participen como verdaderos sujetos de los cambios. Continúa pendiente la reforma de la actual estructura de propiedad, cuyo fundamento político tiene que ser la pluralidad y la oportunidad de participación. La gran diferencia con Vietnam es que la demora para emprender los cambios en Cuba le ha dado carácter estructural a la crisis, lo que hace imposible a estas alturas limitar las transformaciones a algunos aspectos aislados de la economía. Ahora, de forma simultánea, habrá que introducir transformaciones en el ámbito de las libertades ciudadanas; única forma de que Cuba, como Vietnam, también pueda.


Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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