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Al acercarnos más,
pudimos ver que eran Sandra y Tony, quienes venían a nuestro encuentro. Habían
visto a los del tractor y éstos le dijeron que una pareja los estaban buscando.
Nos abrazamos con una inmensa alegría, como si hiciera mucho tiempo que no nos
veiamos. Fue un encuentro muy emotivo.
Nos llevó hasta
donde está el resto del grupo. Nos presentó a Pascual, un personaje pintoresco.
Era un hombre bajito y delgado. Sobre sus labios le caía un largo, espeso y
grande bigote. Este sobresalía más, por pertenecer a una persona de rostro
pequeño y delgado. Tenía unos 50 años de edad. Tony lo había conocido en el
primer viaje que hizo a Gibara, en busca de una embarcación. Se pusieron de
acuerdo y comenzaron a trabajar juntos en el proyecto del viaje. Luego de unos días
de trabajo, habían logrado una primera
parte de sus propósitos, ahora les faltaba el más importante y peligroso de sus
objetivos: Llegar a los Estados Unidos.
También me
presentó a Paquito, un viejo amigo de la familia de Marina e íntimo amigo de
Tony y Alexander. Este era un negro alto y flaco como una vara de tumbar
gatos., de unos 43 años de edad, muy afable, dicharachero y elocuente, nos
dijo:-¡Todo está listo para partir, a las 12 de la noche salimos como perro que
tumbó la olla!- ¡Eso no hay quien lo pare por ahí paya! -Señalándonos para la
balsa. Me acerqué más para verla mejor, pues la
oscuridad, que comenzaba a cubrirlo todo, no me permitía ver bien la
embarcación desde donde me encontraba...La misma estaba anclada a unos 15 mts. De
la orilla y las olas la balanceaban como papel en el agua, pero a pesar de esto
se veía estable, fuerte, imponente y majestuosa.
Una inmensa
nostalgia invadió mi corazón, al recordar que 5 años atrás había estado preso
por querer marcharme del país en algo parecido y no logré ni siquiera ver la
embarcación dentro del agua. Fuimos sorprendidos por las tropas guardafronteras
cubanas y condenados a 18 meses de cárcel. Las salidas hacia el norte, eran
consideradas ilegales y debía pagar por este “delito”. Ahora se me presentaba
esta magnífica ocasión, donde todo estaba hecho, no había temor a represalias,
sólo tenía que decidirme a dar el paso. Por mi mente pasaron raudos los
pensamientos, uno tras otro. Pensé en mis hijos, mi familia, mi esposa, mi
edad, etc. No tenía familia en USA, que me pudiera auxiliar en los primeros
momentos de mi llegada. Pensé en la azarosa vida que me tocó vivir, llena de
necesidades y vicisitudes. Y.. ahora, casi al final de mi vida, no tenía nada,
al menos algo a lo que todo ser humano desea y aspira a tener en la vida: bienestar, salud y libertad.
En mi niñez,
limpiaba patios, junto a mi querida madrecita,
y hacia de vendedor ambulante de maní,
cremita de leche, dulces, etc., para ayudar en los gastos de la casa, pues mi padre
trabajaba tres meses en el central azucarero y el resto del año se encontraba
desempleado. Rara vez tuvimos un día de
“Reyes Magos” Si lo teníamos se debía a la bondad de personas como la Sra.
Maria Lola o el Sr. Julio Verdote, los
cuales se dedicaban a dar juguetes a los niños pobres en días como éstos.
Mi juventud, fue, igualmente azarosa y llena
de necesidades y limitaciones, debido a la escasez que caracterizaba al sistema
comunista. Aprendí el oficio de “barbero” a los 16 años y hacía de barbero
ambulante, cobrando 20cts. por el corte de cabello. La mayoría de las
veces el cobro los hacía los viernes,
después del pago a los trabajadores.
Continuará
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