martes, 10 de septiembre de 2013

Cintas amarillas. El error del espía

| Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Es evidente que el espía René González conoce mejor las tradiciones de Estados Unidos que las de Cuba. Y además, parece haber olvidado aquella premisa del catecismo fidelista, según el cual hay que rechazar a toda costa las influencias del Enemigo, ya que pueden ser muy perniciosas. Su iniciativa de aplicar aquí el uso de la cinta amarilla, hermosa tradición con la que el pueblo estadounidense clama por el regreso de sus familiares ausentes, en guerras o en cárceles, contrae algunos inconvenientes cuando es injertada en nuestras costumbres.
El proyecto en cuestión, destinado a galvanizar el show por el reclamo del regreso a Cuba de los cuatro espías del régimen, presos en Estados Unidos, no está a salvo ni aun cuando René haya escogido para su aplicación el 8 de septiembre, día de Ochún, la tan bien amada, linda y cascabelera deidad del Olimpo afrocubano, que aunque tiene el color amarillo entre sus atributos, todos conocemos que no es, en modo alguno, patrona de los espías, y que entre las putas y los cínicos y manipuladores, siempre ha preferido proteger a las primeras, no solamente por su condición de perdedoras crónicas. También por su gracia, por su desenfado y, sobre todo, por la transparencia de sus actos.
Por lo demás, el uso de cintas amarillas como propaganda para propiciar el indulto de los espías, puede reportarle al régimen más trastornos que satisfacciones.
Por ejemplo, cintas de ese color son usadas por la policía cubana para aislar las escenas de los crímenes. Por lo cual sería fácil que a mucha de la gente que se le entreguen cintas amarillas, a propósito de este show, quiera colgarlas en la costa norte, como un modo simbólico de aislar la zona del mar que sirvió de escena a la masacre del avión de Hermanos al Rescate, uno de los crímenes facilitados por la red de espionaje a la que pertenecían los llamados Cinco Héroes.
Un amarillo, para los cubanos, es un cobarde o un flojo. El concepto arraiga como vieja tradición beisbolera, que se aplica en los casos de los lanzadores o los bateadores, o hasta de los equipos, a los que en momentos de clímax, donde se deciden los partidos, les tiemblan las piernas y pierden pudiendo ganar.
Amarilla es la calabaza, hembra y frágil, para su desgracia, en un país de rancia tradición machista. Así que representa la flojera entre los hombres. También es ofrendada como “alcancía” a determinadas deidades de la santería, para fines muy específicos, entre los que no resulta posible identificar la más lejana relación con el espionaje. El amarillo y el verde son colores que identifican a Orula, otra divinidad afrocubana, que se sincretiza con San Francisco de Asís, nadie menos, todo bondad, ajeno al sucio comportamiento  de los espías.
Son apenas unos pocos, no los únicos, ni los peores inconvenientes con que puede tropezar el proyecto de René González, manipulación más bien burda y chata, además de torpemente traída, de esa costumbre que arraigó en Estados Unidos a partir de la ausencia de sus soldados en guerras, con una antigua canción popular como leitmotiv, “Ata una cinta amarilla al viejo roble”, la cual afirma que esa cinta permanecerá atada al árbol hasta el día en que regrese el ausente.
Por cierto, hasta un coro de oprobio han organizado aquí a la carrera para que grabase la canción de marras, versionada al español. Y es otro error del espía, quien no cayó en cuenta que para el pueblo cubano su campaña no tiene la misma significación que para los tontos útiles y los cómplices del exterior. Así que es probable que cuando nuestra gente oiga a Silvio Rodríguez y a Amaury Pérez, entre otros amanuenses, cantando en coro: “Una sencilla cinta amarilla, todo lo que necesito para ser libre”, quizá piensen que éstos se pasaron a la oposición.
De hecho, el 12 de septiembre las Damas de Blanco y todo el disidente que lo desee, tendrán, por vez primera, patente de corso para salir a las calles exigiendo libertad para los cubanos. Bastará con que lleven una cinta amarilla, a la vez que entonan en voz alta: “Una sencilla cinta amarilla, todo lo que necesito hoy para ser libre”. Y si la policía intenta apalearlas de nuevo, sólo tendrán que decirle que están respondiendo a la campaña organizada por René González.
Con todo, el principal error del espía, y el que más fácilmente puede provocar que le salga el tiro por la culata, es pretender, desde el interior de Cuba, nada menos, presentar como víctimas a 4 colegas que no sólo son realmente victimarios, sino que constituyen una aguja en el pajar cuando se cuentan las miles de miles de víctimas del fidelismo, desaparecidos para siempre en el vientre de los tiburones, o masacrados por las torpederas del régimen mientras trataban de huir en busca de nuevos horizontes. Cuando se cuentan los miles de infelices reclutas que jamás regresaron de guerras ajenas, o los cientos de fusilados y de muertos en las cárceles, o desterrados a la cañona, o los cientos de miles de suicidios, exilios y enajenantes insilios ocasionados por la dictadura castrista.
Pensándolo mejor, no estará mal del todo que el próximo 12 de septiembre nuestra gente pueda exhibir, al fin sin miedo, una cinta simbólica para apostar, secreta y calladamente, cada cual por el regreso de aquellos ausentes que más extraña.


Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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