jueves, 9 de octubre de 2014


Un barrio chino sin chinos (y sin barrio)

Calles destruidas, locales vacíos, precios inaccesibles y una marcada falta de higiene, es el panorama actual de un barrio que ya, sin dudas, ha dejado de existir.

LA HABANA, Cuba -¿Qué ha sucedido con los chinos del Barrio Chino de La Habana? ¿A dónde se han ido? Son preguntas que algunos se hacen cuando atraviesan ese pequeño paseo de la calle Zanja que antes fuera el centro neurálgico de uno de los más importantes asentamientos de inmigrantes orientales.
El éxodo masivo de los comerciantes a causa de las injustas y absurdas expropiaciones realizadas en los primeros años de la revolución, el cierre obligatorio de la mayoría de las sociedades fraternales, regionales, profesionales, patronímicas y comerciales por considerarlas no apropiadas para la formación del “hombre nuevo”, la desatención de las tradiciones, las tensas relaciones con China por la injerencia política de la Unión Soviética durante más de treinta años, la desaparición física de casi todos los inmigrantes debido al paso de los años, más el actual plan de reunificación familiar auspiciado por el gobierno chino, han terminado por convertir al barrio en una especie de ciudad fantasma.
Época de oro
Antes de 1959, el Barrio Chino de La Habana era, en buena lid, una ciudad dentro de otra. Las decenas de manzanas colmadas de comercios, factorías y negocios de variado tipo, que ocupaban el mismísimo centro de la urbe, lo convertían en un punto de obligada visita para cualquier cubano o extranjero de paso.
Fue en La Habana de la primera mitad del siglo XX donde se estableció la más importante comunidad asiática de América. No solo comida china y criolla expendían los mercaderes, también exquisitos adornos de jade y marfil, utensilios de nácar, vajillas de porcelana, sederías, aceites y perfumes exóticos.
Entre los años 30 y 50 del siglo XX se multiplicaron las empresas comerciales y los bancos de capital considerable. Tan solo en 1932 la Cámara de Comercio registró casi cuatro mil negocios —entre puestos, fondas, lavanderías, bodegas, panaderías, restaurantes y hoteles— cuyos propietarios eran chinos.
Decadencia del presente
Alexis Claro Li, nieto de chinos y administrador de un pequeño restaurante, nos habla de la pérdida de las tradiciones y de cómo la mayoría de los comercios, al ser gestionados por personas ignorantes de la culinaria asiática, ofrecen platos y productos que nada tienen que ver con la cultura china, ni siquiera con la cocina criolla que se hacía en las fondas de los años 50, además nos asegura que la disminución de los paquetes de ayuda (consistentes en alimentos y medicinas donados por el gobierno chino) que regularmente recibían, así como las actuales posibilidades de retornar a China han determinado la despoblación del sitio, transformado en una especie de trampa turística para incautos.
Muy pocos de los establecimientos que visitamos en nuestro recorrido son atendidos por personas de ascendencia china. Solo en restaurantes como el de la actual Sociedad Chang o en el de Alexis Claro Li, o en el Tien Tan pudimos encontrar platos típicamente asiáticos. Este último es famoso por ser el lugar donde ―según nos informan, a modo de comercial, los propios empleados del restaurante― todas las semanas el pintor Alexis Leyva (Kcho), en contradicción con sus anacrónicos llamados al “compromiso revolucionario” de los artistas e intelectuales, gasta una verdadera fortuna en comidas y bebidas.
A la entrada del barrio, como por un milagro, aún se mantiene en pie el viejo cine-teatro. En su mejor etapa, por su escenario pasaron las más reconocidas compañías de ópera de China. Hoy es un edificio en condiciones deplorables, rodeado de podredumbre, tan desolado como el local del periódico Kwong Wah Po.
Al fondo del callejón se alza el otrora prestigioso restaurante El Pacífico, considerado el más importante de su época y de los pocos establecimientos de Ultramar que llegaron a servir el famoso Pato Lacado Pequinés. Actualmente ha sido desalojado para transformarlo en una escuela de idioma para estudiantes chinos, según nos informó un funcionario de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Calles destruidas, locales vacíos, malos olores a comida en descomposición y a grasas reutilizadas, comercios falseados, dependientes que acosan a los paseantes con sus pobres ofertas a precios desorbitantes en comparación con los bajísimos salarios que paga el Estado, ese es el panorama actual de un barrio que ya, sin dudas, ha dejado de existir.



Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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