miércoles, 8 de octubre de 2014

La soledad de los balseros

De los que intentan alcanzar La Florida cruzando el mar, solo el 10 por ciento llega. La prensa calla
balseros1 (1)LA HABANA, Cuba -Los medios oficiales cubanos frecuentemente reproducen noticias y opiniones acerca de los migrantes africanos que huyen de la miseria y los conflictos de sus países y buscan un destino más promisorio en Europa, travesía en la que muchos perecen por naufragios o, una vez en suelo europeo, permanecen largo tiempo acogidos en refugios, sumidos en un limbo jurídico en virtud del cual ni son deportados a sus lugares de origen ni son legalmente reconocidos como residentes allí donde arribaron.
Tales migraciones cobran centenares de vidas cada año, y la tendencia es a más. Según las estadísticas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en lo que va de este año han muerto casi 3 mil migrantes procedentes de África, el triple del total de los fallecidos en todo el 2013, lo que ha despertado las alarmas en varias ONG europeas dedicadas a la protección de refugiados africanos, escandalizadas por la indiferencia del Viejo Continente que para algunos críticos, está ignorando sus obligaciones internacionales.
Sin dudas, la migración ilegal se ha convertido en un flagelo que afecta no solo a los que buscan escapar de los conflictos armados, de los enfrentamientos étnicos, políticos o religiosos, y de la miseria, sino que compromete también a las economías y sociedades de los países receptores, que en el caso de Europa ya llevan sobre los hombros el peso que supone tratar de remontar sus propias crisis internas. En consecuencia, el análisis de este controvertido fenómeno conduce inevitablemente a un compromiso moral que pone de un lado el colosal desamparo del migrante y del otro las consecuencias económicas (y de otras índoles) sobre los países receptores, dada su presunta “responsabilidad” en el caso. Porque seleccionar apenas a una parte de los actores y del guion, no solo es una visión parcial y subjetiva, sino también demagógica.
Así, más allá de la orfandad de los emigrantes que se arrojan al mar en pos de la esperanza de una vida mejor, el drama tiene otros rostros. Por ejemplo, si solo de sumas y restas se tratara, está claro que el número de desempleados europeos afectados por la crisis económica de ese rico continente, así como de otros sectores sociales cuyo nivel de vida de ha contraído significativamente en el último decenio, supera en millones el de los migrantes africanos. No es desdeñable, pues, el efecto que tendría sobre sus propias vidas y finanzas el ingreso constante y desordenado de miles de inmigrantes extranjeros, que constituyen un peso adicional sobre las ya comprometidas prestaciones sociales en varios países de Europa. Ni siquiera las economías más holgadas podrían soportar el “trasvase” humano masivo procedente del llamado Tercer Mundo, no ya solo de África.
Esto, para no mencionar los problemas de naturaleza social que ya se vienen manifestando en varios países europeos debido a ciertas diferencias culturales introducidas por los inmigrantes, incompatibles con las tradiciones de las sociedades occidentales. Porque –con independencia de los injustificados y absurdos odios raciales y xenófobos, que tristemente abundan– algunos inmigrantes olvidan un principio básico que debería observar todo aquel que busca insertarse adecuadamente en un nuevo escenario, ya construido y organizado por otros: allí donde fueres, haz lo que vieres.
El otro “Mediterráneo”
Pero el habitual pecado de la prensa oficial cubana es de omisión. Ningún medio publica comentarios ni estadística alguna sobre la emigración ilegal cubana hacia Estados Unidos u otros países de este Hemisferio, pese a que, tomando como referencia las cifras que reportan las autoridades de inmigración de éstos, el número de cubanos que cada año se lanzan a las peligrosas aguas del Estrecho de la Florida tratando de alcanzar las costas estadounidenses, o que se aventuran en el cruce de fronteras desde Ecuador, Colombia, Venezuela, Centroamérica y México, muestra una tendencia creciente. Según fuentes autorizadas, solo en el verano de 2014, hasta el 31 de agosto, el Servicio de Guardacostas interceptó en alta mar un total de 1835 cubanos. Se afirma que de los que intentan alcanzar La Florida cruzando el mar, solo alrededor del 10% llega a su destino. Se ignora la cifra exacta de los que han perecido en el intento a lo largo de más de medio siglo.
Paradójicamente, las imágenes de los noticieros de televisión de la Isla mostrando las frágiles pateras y otras embarcaciones repletas de migrantes africanos, víctimas de sus realidades nacionales y de los traficantes humanos, suelen ser prolíficas. Probablemente las autoridades consideren esto un recurso útil para mantener fuera de las miras de la opinión nacional la constante y creciente marea de emigración ilegal desde casi cualquier punto de nuestras costas, que parece indetenible y sigue cobrando centenares de vidas humanas que terminan en el fondo del mar o devoradas por los tiburones.
Una tragedia que, de tarde en tarde y como una simple inversión en materia ideológica, utilizan los medios castristas para culpar al sempiterno enemigo, ese imperialismo yanqui con su criminal Ley de Ajuste, como si la mera existencia de una legislación de un país extranjero determinara una contagiosa epidemia migratoria entre nosotros.
Ley que, más allá de sus posibles pecas y pecados, ofrece al emigrado de la Isla la protección y prestaciones que no fue capaz de ofrecerles “la revolución”, lo que hace doblemente absurdo el discurso oficial al convertir al gobierno de la Isla en el único del mundo que se lamente por los beneficios que reciben los cubanos acogidos en ese suelo extranjero. Máxime cuando, a la larga, dichos beneficios redundan a favor de las arcas de la elite verde olivo, metamorfoseados en remesas, viajes familiares y otras bondades.
Mientras, el éxodo cubano por aire, mar y tierra no se detiene. Casi a diario la única riqueza nacional que nos queda tiende a mermar, escurriéndose por los agujeros del naufragio de una utopía que comenzó como revolución para terminar siendo la mayor estafa en la historia de Cuba. Desde esta orilla los balseros siguen soltando amarras, así que es tiempo de cortar tanto regodeo mediático a costa de los migrantes africanos: ya los cubanos tenemos el drama de nuestro propio Mediterráneo.



Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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