
LA HABANA, Cuba, junio,
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-Los cubanos que éramos niños en los años 60 teníamos un sitio ideal en
el Parque Zoológico de La Habana, en la avenida 26 del reparto Nuevo
Vedado. Allí nos encantábamos, entre otros, con leones, leopardos,
cocodrilos, elefantes, hipopótamos, osos, cebras, diversas especies de
monos, y aves de todo tipo. No había una jaula vacía.
Por otra parte, la estancia se hacía más agradable debido a un
servicio gastronómico de aceptable calidad, la existencia de bebederos
con agua fría, además de un parque de diversiones que mucho nos gustaba.
Lamentablemente, todo iría cambiando con el tiempo.

La
primera señal del descalabro sobrevendría durante el llamado Período
Especial de los años 90, cuando los animales pasaron a un segundo plano
en el interés de los visitantes. Era una etapa en la que todo escaseaba
en Cuba, en especial los alimentos. Las autoridades concentraron en
determinados centros recreativos las pocas golosinas y confituras que
había, y uno de esos centros fue el Parque Zoológico de La Habana. Al
llegar a este lugar, y después del pago de la entrada, cada visitante
recibía un ticket que supuestamente le garantizaba la adquisición
limitada de chucherías. Entonces, casi todo el tiempo en el Zoológico
transcurría en interminables colas para comer; unas colas en las que
debíamos lidiar con un ejército de revendedores, que se las arreglaban
para comprar grandes cantidades de la mercancía. Y mientras tanto, los
pobres animalitos afrontaban la indiferencia de buena parte del público.

Una
reciente visita al Parque Zoológico de La Habana nos permitió constatar
la involución total. De inmediato apreciamos la carencia de animales:
dos o tres soñolientos cocodrilos son los únicos pobladores del enorme
estanque que simula la isla de Cuba; no hay elefantes, ni osos, ni
cebras, ni leopardos; apenas queda algún que otro mono, y la antaño
numerosa variedad de aves es solo un triste recuerdo. Por doquier
abundan los espacios donde los hierros retorcidos, la suciedad y el
abandono hacen difícil imaginar que allí hubiera jaulas con ejemplares
que cautivaban a los visitantes. Ningún bebedero funciona, y las ofertas
gastronómicas, estatales, son de la peor calidad.
En conversación sostenida con varios visitantes, casi todos
expresaron que no venían a ver los animales, sino a traer a los niños al
parque de diversiones, y comprar las chucherías de los trabajadores por
cuenta propia. Aunque el parque no posee la variedad de aparatos de
antaño, constituye la única opción de este tipo en toda esa barriada de
Nuevo Vedado. Y en cuanto a los cuentapropistas radicados allí
(innegable superioridad a las cafeterías estatales), sus precios no
siempre son asequibles a todos los bolsillos, sobre todo si la familia
acude con más de un menor.
Las autoridades podrían justificar esta escasez de animales
argumentando que muchos ejemplares fueron a parar al Zoológico Nacional,
ubicado en las afueras de La Habana. De ser así, igualmente quedarían
fuera del alcance del gran público, pues dados los problemas con el
transporte en la capital, al ciudadano promedio le resulta difícil
llegar a verlos.
Nos toca a los padres y abuelos contarles a las nuevas generaciones
lo que fue en su momento de esplendor el Parque Zoológico de la avenida
26. O sea, montarlos en la máquina del tiempo.
Postedby: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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