viernes, 30 de septiembre de 2016

Edmundo García y su gran escena


El caso de un transformista político

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Edmundo García en un programa de televisión de Miami (YouTube)
Edmundo García en un programa de televisión de Miami (YouTube)
LA HABANA, Cuba.- No me gustan los cubanos que defienden a la “revolución” desde Miami. Siempre termino preguntándome por qué no la amparan desde estos predios; pero debo confesar que en algunas ocasiones me asiste cierta tolerancia, y hasta soy capaz de otorgar a algunos innegables razones, pero a otros no. Entre estos últimos hay unos cuantos, y entre ellos está Edmundo García, quien no tiene razón alguna para seguir en Miami si en el centro de su discurso están las bondades de la “revolución” cubana.
Si Edmundo formara parte, como otros tantos, de aquel enjambre de niños que abandonó la isla entre los años 1960 y 1962, otras serían las razones, pero él no fue un Peter Pan y mucho menos asistió a una escuela donde a la maestra la llamaban “teacher”, tampoco tuvo que aprender a escribir en una lengua diferente a la que conoció en la casa de su infancia. García no inició estudios en el kindergarten ni tuvo amores en high school. Edmundo no fue a un college, sin embargo sus días siguen transcurriendo en la Florida; en ese lugar decidió anclar sus raíces, y desde esa geografía defiende a una “revolución” que antes abandonara. Debe ser por eso que me pregunto con tanta frecuencia por qué no la defiende en sus estos predios. ¿Será tan difícil?
Se dice de él que son muchos los apelativos que en La Hababa intentan definirlo, pero no me pondré a hacer un inventario de nombretes. No sería elegante, además son tantos que se atropellan, y el gasto de energía que preciso para convocar a mi memoria puede ser enorme. De todas formas fijaré aquí el comentario que me hiciera un conocido mientras intentaba descifrarlo: “Edmundo puede hacernos creer que al levantarse en la mañana se enteró que había heredado la Capilla Sixtina”.
“¿La Capilla Sixtina?”, pregunté, y el otro respondió que García suele creer en algunos imposibles y que, de ser cierta la tal herencia, la vendería de inmediato, y también aclaró que el dineral no estaría destinado a ayudar a la revolución como intenta hacernos creer. Según este conocido, si Edmundo consiguiera un legado como ese, y además un comprador, trocaría de inmediato esa fortuna recibida tras la venta por el Partenón, las Pirámides de Egipto y hasta el Taj Mahal, para seguir haciendo trapicheos y ganar, ganar, ganar… ad infinitum; y que la revolución espere, también, ad infinitum…
Y en qué lugar está entonces su fortaleza, esa que Platón suponía entre las cuatro virtudes cardinales, esa que solo la exhiben los individuos más honestos. El filósofo sospechaba que quien ostentara esa virtud moral, exhibiría una opinión recta sobre lo que se debe y sobre lo que no se debe temer. Sin dudas la fortaleza no está entre las virtudes de García, y prueba de ello son los temores que le provocan las vicisitudes de la vida cubana. Debe ser por eso que se largó.
¿Y qué lo llevó a largarse? Aquí se comenta que tomó tal decisión tras la quiebra de algunos de sus negocios, todos relacionados con la venta ilícita de obras de arte que se iba procurando en cada sitio de la isla donde ponía los pies. Pudo ser el miedo a la justicia, pudo ser el temor a la pobreza quienes lo llevaron a escapar. ¡Sin dinero no es fácil vivir! ¿Verdad, Edmundo?
Por eso debió abandonar el suelo, y el gobierno, que hoy defiende. Edmundo tuvo la certeza de que Cuba no era su espacio natural… En la isla jamás podría soñar con adueñarse del Museo del Louvre ni del Prado. Quizá no le parecía justo vivir en una tierra donde esos sueños nunca podían realizarse, donde no se consiguiera trocar por dinero a esos palacios. ¿Será por eso que se fue?
Edmundo García, quien no arriesgó su vida en una lancha, intentó hacer una carrera de periodista en Miami, y para conseguirlo no escogió los ditirambos cuando se refería a Cuba y a su “revolución”; entonces prefería los insultos; por esos días era más dado a las reprobaciones. Ese hombre hizo largos menosprecios a esa “revolución” que ahora defiende en los más importantes foros y espacios sitios digitales de la prensa oficial cubana.
Dicen que viaja a la isla con frecuencia después de que fracasaran sus intentos de insertarse en una gran televisora. La última vez que lo vi no estaba “entre humo y metralla”, y nada en él recordaba al hombre que se baja de un P14 en el Parque de La Fraternidad. No percibí en Edmundo ni el más mínimo sofoco, ese que consigue el sol del mediodía en el interior de un metrobús.
La última vez que lo vi no iba matando canallas, en esa ocasión caminaba cubierto por telas vaporosas y con el pelo ensortijado, dando pruebas de que era un recién llegado de otra geografía, un recién salido de alguna climatizada peluquería después de hacerse el croquinol. Esa vez que lo miré, desandaba la Plaza de Armas acompañando al abogado José Pertierra, para luego fundirse en un largo abrazo con Miguel Barnet. Lo miré sentado entre el tumulto, lo descubrí conversando, dando palmaditas a algún hombro amigo, pero no conseguí verlo comprando el libro que se presentaba aquel sábado en la plaza. Al parecer solo pretendía figurar.
Muchas son las cosas que escuché decir hasta hoy de este personaje. Hay algo que también se dice y que parece retratarlo, y es la aseveración de que si a García, quien se vende como un gran conocedor de las artes plásticas, le fuera regalado un cuadro de Greuze o de Chardin lo vendería al instante y sin mirarlo. Resulta que no soporta a los pobres porque son muy vulnerables, y lo peor, desvencijados.
A Edmundo no le interesan esas vidas, ni siquiera en un lienzo soportaría a una pobre jovencita que va vendiendo leche… Él prefiere el poder, y la elegancia, el escenario más grandioso, quizá por eso se fue a Miami, y quien se decide por el exilio, tiene sin dudas un montón de inconformidades con lo que deja, y un sinfín de expectativas con lo que busca. ¿Qué lo obligó a quedarse por allí? ¿Decidió estar lejos del comunismo?
Le creería más si cobrara cuatrocientos pesos, si a menudo lo encontrara en la ruta 67, si montara un P14 y comiera pollo una vez al mes; pero él llega a la Habana después de cruzar el estrecho de la Florida en un avión, de la misma manera en que abandonó el país. Él vive en Miami, y escribe en Cuba sobre ciertos políticos, de allá, que sufragan sus campañas con el dinero de escuelas que antes convirtieran en compañías de lucro, como advierte en uno de sus artículos publicados en Cubadebate. Edmundo dispone de todos los espacios oficiales para hacer diatribas.
Este hombre que se decidió por la Florida es reverenciado en Cuba, y la prensa oficial le ofrece sus espacios más visibles, y defiende sus últimas posturas, y olvida las anteriores, sin embargo esa misma prensa es implacable con otros. Esa prensa que solo brinda genuflexión a los cubanos mas comprometidos, a quienes hacen el viaje a África vestidos de blanco o de verde militar, a quienes llegan a la pobre América azotada por terremotos, enfermedades y ciclones, también recibe con aplausos a Edmundo García, incluso después de que gritara “pestes” sobre este país y sus gobernantes.
Edmundo es loado en la isla, mientras un montón de periodistas jóvenes del periódico Vanguardia, en Santa Clara, son puestos en la mirilla y hasta amenazados con el despido, porque publican en sitios digitales que no son del agrado del gobierno. Edmundo es tratado como un héroe, pero la vicepresidenta de la UPEC propone al gobierno que expulsen del país a Fernando Ravsberg.
A Edmundo le abren todas las puertas oficiales, pero a José Ramírez Pantoja, periodista de Holguín, no lo dejan respirar; para él decidieron el despido, el peor ostracismo, aunque esté en Cuba, en el preterido oriente de la isla, y lo mismo han hecho con Abel Invernal, quien trabajaba en una emisora de radio en Sagua la Grande. El reivindicado Edmundo García no es más que un transformista, y no escribo ahora de ese término que puede ser aplicado al evolucionismo biológico, y mucho menos a quienes lucen un pelucón rubio y unos aretes para cantar en una noche en el Cabaret Las Vegas de la calle Infanta; este hombre es un transformista político, aunque a la prensa oficial no le de la gana de mirarlo de ese modo.

Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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