jueves, 27 de noviembre de 2014

“¡Asesinos, ustedes lo mataron!”

El balsero de 18 años se ahorcó en su celda. ¿Quiénes son los responsables el gobierno estadounidense que lo repatrió a la Isla, o el gobierno cubano que no cumplió los acuerdos migratorios?
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Dairo Andino León (fotos cortesía Alejandro Tur)
CIENFUEGOS, Cuba. — Cuando Dairo Andino León se lanzó a la mar era consciente que arriesgaba la vida. Lo que nunca sospechó fue que no serían las olas las que apagarían su existencia, sino una serie de eventos legales y represivos adversos, los que le inducirían a quitarse la vida.
“Dairo nunca había pensado en emigrar y menos ilegalmente”, al menos eso nos dice Clara Alicia Grandía Martínez, su abuela materna. La anciana considera que su nieto fue presa del embullo de personas que se quisieron aprovechar de su ingenuidad.
Nos hace dudar del sentimiento de la abuela que la madre de Dairo reside en España, y el joven de 18 años vendió su motocicleta Karpaty por unos 20 000 pesos antes de alistarse en la riesgosa aventura.
Apenas tuvo conocimiento de la fecha en que zarparía la rústica embarcación abandonó la unidad militar en la que cumplía el periodo de Servicio Militar Obligatorio y se unió, junto a dos amigos del barrio, a la desconocida masa de hombres –algo más de una veintena– que durante los siguientes días serían sus compañeros en el mar.
La travesía duró varios días y estuvo plagada de peligros. El sobrepeso, un banco de coral que agujereó el casco del improvisado navío, y olas de cuatro y cinco metros, hicieron del viaje un verdadero via crucis. Ya a punto de naufragar fueron rescatados por la guardia costera de Estados Unidos.
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La quinceañera esposa de Dairo y su bebé de meses de nacido
En el barco refugio fue entrevistado por un funcionario de emigración estadounidense. Las condiciones en que se dio la entrevista o los asuntos tratados son una incógnita. Probablemente nunca sabremos si Andino le contó al funcionario que era un desertor de las Fuerzas Armadas Cubanas (FAR) y que su regreso al país tendría consecuencias. Quizás su interlocutor desestimó sus miedos y confió su suerte a lo estipulado en los acuerdos migratorios adoptados entre el gobierno la Isla y su nación.
Tal vez el burócrata americano le contó a Andino que los acuerdos migratorios entre EE.UU. y Cuba le inmunizaban contra futuros maltratos o presumibles represiones. Imagino que debido a ello regresó a la isla confiado, portando en sus manos aquella dichosa planilla que cual valioso talismán pensaba podría protegerle. Al fin y al cabo en ella estaba escrito que al regresar el gobierno cubano debería restituirlo a su rutina diaria.
Pero la realidad cubana se escribe con dolor, y en lo adelante Andino solo conocería el aislamiento, la amenaza y la coacción.
Cuenta su vecina Maricela Herrera Cordero que tras varios días en el Hospital Naval de La Habana, recuperándose físicamente, fue trasladado en condición de detenido hasta la sede provincial de la Seguridad del Estado (G2) en Cienfuegos.
Luego de siete días de encierro al fin le permitieron ver al padre, que estaba acompañado de su quinceañera esposa y su bebé de mes y medio de nacido. En el momento del encuentro la esperanza le acompañaba: “Si Dios quiere pasado mañana estaré suelto”, les dijo.
Pero no sucedió. Por el contrario, fue trasladado a un lugar más tenebroso que el anterior, a un calabozo de “Prevención”, unidad militar que funge como sede de las Brigadas de Tropas Especiales, “Boinas Rojas”.
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El funeral de Dairo
Cuenta un compañero de cautiverio de Dairo que, encontrándose aún en la Unidad del G2, se había percatado que algo no andaba bien con el joven, y que se lo comunicó al oficial de guardia, quien le contestó despectivamente, “ése no es tu problema”.
La noche final le dijo al carcelero que tenía frío, que quería una sábana para taparse. Aprovechando que el guardia dormía colocó el blanco lienzo en su garganta y puso fin a su existencia.
Si Andino no hubiese sido deportado por el funcionario estadounidense, o si el gobierno cubano hubiese cumplido lo pactado con su par continental, el muchacho no estaría muerto. Pero la vida siguió su implacable curso. Y Dairo Andino León es otra víctima de la tragedia que padecemos los cubanos.
En su funeral, familiares y vecinos lo lloraron. Se escucharon gritos de ¡Asesinos, usted lo mataron! ¿Pero quiénes son los asesinos, el gobierno estadounidense que lo repatrió a la Isla, o el gobierno cubano que no cumplió los acuerdos migratorios?
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Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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