sábado, 16 de marzo de 2013

Base Naval de Guantanamo: Testimonio de un exodo

                                          El Guarda Costa Americano (Capitulo III)
 

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La marcha del Guardacostas, continuaba lenta debido, fundamentalmente, al mal tiempo. El cielo estaba encapotado y las torrenciales lluvias no cesaban. Estas venían acompañadas de fuertes tormentas eléctricas.
Un hermano masón me reconoció por la sortija que traía puesta. Era de Pto. Padre. Salieron 12 personas en una lancha y permanecieron 48 horas en el mar, hasta que fueron rescatados por nuestro “salvavidas”. Entre ellos venia un médico.
Sobre las 6 de la tarde repartieron la cena, la cual resultó lo mismo del almuerzo.
La lluvia había cesado y soplaba una fuerte y agradable  brisa.
Después de escuchar algo de música me acosté. Eran sobre la 11pm.
Por la madrugada vinieron buscando al médico. Una haitiana se encontraba  de parto y había que socorrerla urgente. El marino que fungía como Dr. no sabía nada de estas cosas. El parto salió bien, dando a luz un varoncito.
Amaneció, era el día 3 de septiembre de 1994. Llevaba 5 días en el mar, pero, por gracia de Dios, vivo.
En el desayuno repartieron la misma harina, yo no la pasaba, me estaba causando alergia nada más de verla.
Sobre las 8:30am se divisaban una amplia cordillera de montañas, que a todas luces parecía la “Sierra Maestra”. Habíamos dado un rodeo a la Isla y pasamos de la costa norte a la costa sur de Cuba.
El viaje había sido lento, en primer lugar por el mal tiempo que tuvimos que afrontar durante el recorrido y en segundo por el delicado estado de salud de la Sra. haitiana.
Sobre las 10 de la mañana, nuestro coloso, hacía su entrada en la Bahía de Guantánamo. Era amplia y en sus aguas se encontraban cientos de barcos anclados en el muelle de la Bahía. En la cima de una loma se podía observar una “cúpula”, parecida a la del Capitolio nacional, pero algo mas pequeña. Me dio la impresión de ser un observatorio del tiempo.
Los barcos que se encontraban atracados en el muelle eran de todo tipo y tamaños; desde barcos de Guerras, Yates de turismo o barcos mercantes, hasta pequeñas embarcaciones privadas. De uno de los buques de pasajeros, atracados en el muelle, bajaban cientos de Balseros, que habían sido rescatados en el mar.
¡Al fín nuestra nave atracó en el muelle!  Momento muy esperado por todos nosotros. No sabíamos lo que nos podía esperar en este enclave militar, pero deseábamos cambiar de medio.
Después de 30 minutos subieron a bordo tres oficiales del ejército de los Estados Unidos. Vestían uniforme verde olivo camuflado de campaña; también era la primera vez en mi vida que veía a un soldado Norteamérica frente a mí.
Los tres eran oficiales jóvenes, que no pasaban de 30 años de edad. Uno de ellos nos dirigió la palabra en perfecto español:

-¡Señores, bienvenidos a La Base Naval de Guantánamo!  Desde este momento ustedes están protegidos  por el  Ejercito de los Estados Unidos de Norteamérica. Van a permanecer por tiempo indefinido en este territorio, hasta tanto se resuelva su situación migratoria. 

Continuará

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