La reciente concesión de visas norteamericanas a dos funcionarios muy bien situados dentro de la nomenclatura, en este caso para dictar charlas y conferencias, indica que crece la tolerancia para conceder este tipo de licencias a personas vinculadas a la cúpula de poder , algo que podría ampliarse de acuerdo a la paulatina regularización de un procedimiento que resulta incompatible con la inclusión de Cuba dentro de los países señalados por el Departamento de Estado como patrocinadores del terrorismo.
Los beneficiados, Mariela Castro, hija del General-Presidente Raúl Castro y directora del Centro Nacional de Educación Sexual, y Eusebio Leal, historiador de La Habana y miembro del Comité Central del Partido Comunista, no califican -como altos funcionarios del gobierno cubano- para entrar a territorio estadounidense, según una orden firmada en 1985, por el presidente Ronald Reagan, que prohíbe la concesión de visados a oficiales o empleados del régimen cubano; negativa que incluye a integrantes del único partido político legalizado en la Isla. Sin embargo, esa directiva presidencial está sujeta a una política de excepciones a cargo de la Secretaría de Estado y en esta oportunidad Hillary Clinton ha usado sus atribuciones para proscribir la medida restrictiva.
Estas variables de una tormentosa relación bilateral, no ayudan a esclarecer muchas de las acciones norteamericanas contra el régimen de La Habana fundamentadas en el problemático equilibrio entre las directrices de la política exterior y la necesidad de asegurar ciertos parámetros de la política interna.
No se puede olvidar la importancia de los votos que proporciona, en cada elección presidencial, el estado de la Florida, donde vive la mayoría de los cubanos que han huido de su tierra por motivos económicos o políticos. Una derrota en ese estado, y así lo demuestran fehacientemente las estadísticas, puede significar no llegar a la presidencia.
De una u otra manera, el choque de intereses entre la comunidad de exiliados y los legisladores cubanoamericanos por un lado y el gobierno federal por el otro, terminan por congelar el tema Cuba. Es evidente que salvo tenues contrastes, hay una coincidencia en las políticas de gobiernos republicanos y demócratas en relación a la Isla.
Por ejemplo en el 2002, durante el mandato de George W. Bush, Mariela Castro estuvo de visita en Los Ángeles y en Washington. Es decir que la retórica utilizada durante este período de cero condescendencia con Fidel Castro y sus allegados, no era cumplida tal y como se suponía.
Aunque no siempre esté de acuerdo con ellos y piense que en ocasiones adoptan posiciones que lejos de ayudar a una apertura democrática, detienen el ritmo de los acontecimientos a causa de desacertadas políticas que la élite de poder en Cuba logra capitalizar a su favor, en esta oportunidad las críticas, tanto de senadores como representantes de origen cubano, por la presencia en Estados Unidos de estas dos personas estrechamente ligadas a los altos círculos de poder en Cuba, reitera una invariable posición de principios, además de subrayar la necesidad de imponer ciertos límites a esas políticas que nada aportan al desarrollo de una dinámica de cambios internos.
Si el aislamiento, como herramienta política, no ha sido efectivo en cuanto a acelerar la apertura democrática, tampoco lo será un programa que contemple los intercambios culturales y académicos parámetros tan amplios y con tanta ligereza. Es oportuno recordar que no cualquier cubano puede contar de antemano con el beneplácito de las máximas autoridades del país para viajar, tras ser invitado por alguna institución académica o artística, extranjera. Hay que tener un historial de un buen comportamiento político-ideológico o aceptar las reglas de no ponerse a expresar críticas agudas contra el sistema en otras latitudes.
Es obvio que ningún funcionario y menos de ese linaje, pondrá las manos en el fuego. Tanto fuera de Cuba como al regreso de su periplo seguirán defendiendo las tesis del gobierno.
El tempo del desmontaje rudimentario y fragmentado del socialismo real continuará bajo la batuta de Raúl Castro y sus secuaces. Es utópico pensar que la influencia desde el exterior aumentará con generosas recompensas materiales, publicitarias y diplomáticas de países y de prestigiosas instituciones internacionales hacia el gobernante partido comunista.
Gane Mitt Romney o se reelija Barack Obama, el próximo noviembre, la política hacia Cuba no tendrá cambios relevantes.
Salvo estos matices, de otorgar visas a altos funcionarios y bajar el tono de la retórica confrontacional, entre otros asuntos menores, los demócratas no se atreverán a superar las barreras interpuestas desde la ruptura de las relaciones diplomáticas en 1961. Los republicanos tampoco estarían dispuestos a atizar los desencuentros, aunque apuesten por actitudes menos amigables.
Mientras se acercan los momentos más tensos de la contienda electoral, los adversarios políticos cubanoamericanos del presidente Obama toman nota de las visas concedidas a Mariela Castro y Eusebio Leal.
El mensaje que se envía con estas concesiones pudiera ser contraproducente. Esos funcionarios saben que su misión es la de pequeños caballos de Troya dentro del imperio.
No puede haber otro propósito en la mente de quienes persisten en enarbolar la bandera de la confrontación. Me refiero a los dueños de Cuba. El grupúsculo que va a dejar el poder solo cuando le sobrevenga la muerte a cada uno de sus miembros, por mandato divino
Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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