viernes, 24 de octubre de 2014

Granada: a 31 años de una 'misión cumplida'

Maurice Bishop y Fidel Castro en la celebración del 26 de julio. Santiago de Cuba, 1983. (ELCUBANOINTRANSIGENTE.COM)
La televisión cubana la ignoró, Tele-Sur emitió un programa sobre la efemérides. Aparecieron varios testigos, aunque no el excoronel Tortoló.
Olvidar no es recomendable y más aún, cuando hace 31 años el coronel Pedro Tortoló, vestido de civil y con pulóver a rayas, bajó la escalerilla del IL-62 que le condujo a La Habana, tras los enfrentamientos con tropas norteamericanas en la isla de Granada.
Muchos de los que vivieron la experiencia recuerdan que al aproximarse a Fidel Castro, adoptó la posición de firme para saludarle militarmente y exclamó: "¡Compañero Comandante en Jefe, la misión encomendada por el Partido y el Gobierno cubano ha sido cumplida!".  Asimismo entre abrazos, apretones de mano, vítores y el resuene de fanfarrias, el aclamado héroe se dirigió a un recinto del aeropuerto José Martí adonde ofrecería una conferencia de prensa.
Acosado por los flashes y las interrogaciones, Tortoló aseveró a los periodistas presentes que la misión  encomendada por la máxima dirección del país, consistía en ejercer el papel de "mediador". "¿Le ascenderán a general?", preguntó alguien a continuación, a lo que respondió después de echarle un vistazo a su hombro y exhibir una leve sonrisa: "Bueno, hasta ahora soy coronel". En efecto.  No tenía idea de la desgracia que se avecinaba.
Al mes del acontecimiento, la totalidad de los combatientes civiles que participaron en los sucesos de Granada franqueaban "la posta cinco" del edificio Sierra Maestra (sede del MINFAR).  En su interior oficiales designados les condujeron, por grupos, al umbral del "teatro del piso dos", adonde fue emplazada una maqueta con el levantamiento topográfico del escenario de los combates.  Los sabuesos de la Contra Inteligencia Militar (CIM) aguardaban allí para someterles a una serie de interrogatorios.
Corría el mes de diciembre de 1983 y el salsero venezolano Oscar D'León arribaba a la Isla para participar en el Festival de Varadero. Con una gruesa cadena de oro colgada al cuello y rodeado de guardaespaldas del MININT, el popular músico solía  introducirse en la muchedumbre a los gritos de "¡Dame cable, dame cable!". La apoteosis causada por el cantante y su orquesta, enajenaba al pueblo cubano de lo que acontecía en el interior del MINFAR y de los comentarios sobre la presumible derrota en Granada.
En un vídeo exhibido meses después con exclusividad para los militantes del Partido y la Juventud Comunista, se revelaba la suerte del coronel Pedro Tortoló.  En vez, de un ascenso al grado inmediato superior —General de brigada— se le degradaba a soldado raso.
Iguales sanciones se le aplicaron al resto de los 48 oficiales de la CIM, aviadores, instructores y técnicos militares que participaron en los sucesos del 25, 26 y 27 de octubre de 1983. A modo de indulgencia, le fue concedida a los castigados la oportunidad de partir al África para lavar la afrenta con actos heroicos.
Además de las burlas dirigidas a Tortoló producto de las murmuraciones populares, se sumaba el término peyorativo empleado por el Ministro de las FAR, quien le tildó de "coronelito" en el susodicho vídeo.
El antes del después
A la muerte de Leónid Brezhnev en noviembre de 1982, en "el salón de los generales" del cuarto piso del MINFAR (recinto contiguo al despacho del ministro, donde se colgaban las fotos: del toro que más meaba en la URSS, el titular de defensa y los asesores soviéticos que habían prestado sus servicios en Cuba), se procedía a la ceremonia de sustituir la imagen del difunto primer secretario del PCUS por la de Yuri Andropov, comenzando así un periodo caracterizado por el desdén de Moscú hacia La Habana, cuesta abajo que se prolongaría hasta el desmerengamiento de la Unión Soviética en 1991.
Igualmente  sucedían cambios en los mandos militares cubanos.  Tras sufrir un infarto del miocardio, el general de división Senén Casas Regueiro, viceministro primero y jefe del Estado Mayor General, fue reemplazado en el cargo por el general de brigada Ulises Rosales del Toro ―luego ascendido a General de división―quien ocupaba la jefatura del Estado Mayor del Ejército Occidental.  La plaza vacante fue cubierta por el coronel Pedro Tortoló Comás, un oficial enlace de la secretaría del ministro de las FAR.
Tortoló conquistó al estrellato la noche del 24 de octubre, cuando Fidel Castro compadecía ante la televisión cubana para informarle al pueblo que en las próximas horas los efectivos de la 82 división aerotransportada de EEUU desembarcarían en Granada.  Ante la probabilidad del enfrentamiento con los cubanos, Castro se apresuró en comparar al desconocido coronel con el general Antonio Maceo, el Titán de bronce.
Cuando el AN-26 de la Fuerza Aérea Cubana que le condujo a Granada tocó pista en Saint George, Tortoló ordenó a la tripulación que permanecieran listos en sus puestos y luego se dirigió a la residencia del embajador Juan Torres Rizo.  Entretanto, en el campamento "La Pequeña Habana" cercano al polémico aeropuerto en construcción (Punta Salinas),  se agrupaban más de 700 constructores cubanos, armados con un importante alijo de fusiles AK-47,  ametralladoras RPK, lanza cohetes RPG y un cañón antitanque de 55 mm, incluyéndose abundante parque.
Tras el desembarco aéreo de las tropas estadounidenses, un jeep con las luces encendidas enarbolando una bandera blanca se aproximó a las posiciones cubanas, revelando a través de megáfonos su propósito de parlamentar. Sin embargo, la respuesta fue una andanada de disparos que luego se convirtió en un intenso tiroteo a causa del fenómeno psicológico conocido por "disparos por simpatía", reacción muy común en los combatientes novatos.
"Me pegué a Tortoló, pa' donde fuera él, iba yo", narra uno de los constructores que participó en los combates. "En la noche los francotiradores con sus mirillas inflarrojas hicieron estragos, pronto cundió el pánico y la confusión…  No había otra opción, había que correr…  Fui de los que tuvo la suerte de llegar ileso a la embajada soviética".
También provocó un desmadre nacional el último parte emitido por la misión diplomática cubana en Granada: "Los últimos combatientes se inmolaron envueltos en la bandera, caía así el último reducto defendido por los cubanos".
Cumplía así Su Excelencia Julián Torres Rizo los postulados de la "Ley de Murphy".  Había que enviar la información agradable a las orejas de La Habana. Si el Comandante en Jefe se enteraba que los yanquis habían capturado a 638 combatientes y 86 se entregaron al enemigo por la vía de la rendición incondicional, le hubiera dado un ataque de estreñimiento de "sangre, sudor y lágrimas".
Treinta años después
Mientras los medios audiovisuales del oficialismo ignoraban la efeméride, donde murieron 24 nacionales, la cadena venezolana Tele-Sur dedicaba un reportaje a la conmemoración en la ciudad de Saint George, con entrevistas a los  sobrevivientes de los sucesos del 25 de octubre de 1983,  fecha oficiada en Granada como feriado por el  "Día de la liberación".
Las videocámaras mostraron el paredón de una fortificación colonial, socavado por los plomazos en donde supuestamente fue ejecutado el premier Maurice Bishop, junto a su esposa y demás cercanos colaboradores de La Nueva Joya, partido de izquierda donde se gestó la sedición desembocada en sangriento golpe de Estado.
Las vistas incluyeron una relegada bóveda del cementerio de Saint George, con una tarja de bronce a modo de epitafio que enumera a los militares granadinos caídos en los enfrentamientos contra los efectivos de la 82 división aerotransportada.  Además de vistas de las playas atestadas de bañistas y algunas imágenes actuales del controversial aeropuerto.
En el segmento filmado en Cuba, conducido por la reportera Fabiola López, aparecieron veteranos constructores que participaron en la contienda. Entre ellos,  postrado en una silla de ruedas, Mario Martín Manduca, uno de los civiles heridos gravemente en combate que fue abandonado en el campo de batalla por sus compañeros y fue socorrido humanitariamente por sus enemigos.
Tras su repatriación ―se le asistió en un hospital de Puerto Rico― Manduca echó pa'lante públicamente a "Malanga y su puesto de vianda", un destape de Caja de Pandora por la que Tortoló y el resto de los oficiales fueron sancionados. En su comentario, reveló la existencia de un libro de su autoría con crónicas de la batalla.  Pero como suele ser recurrente, el texto no se encuentra disponible en las librerías nacionales.
Por supuesto que el gran ausente del reportaje fue el excoronel Pedro Tortoló, quizás el más indicado para aclarar las interrogantes que oscurecen el episodio granadino.
¿Si el aeropuerto de Punta Salinas estaba destinado a propósitos civiles, por qué los constructores cubanos estaban armados? ¿Si la misión encomendada al coronel  Tortoló fue "mediar", por qué los cubanos se liaron a tiros con los soldados norteamericanos? ¿Por qué los combatientes que lograron escapar fueron a refugiarse precisamente en la embajada de la URSS? ¿Cuba pretendía llamar la atención del desdeñoso Andropov? ¿Esta fue la misión asignada por el Partido y el Gobierno cubano? ¿Qué carajo fueron a defender los cubanos en Granada?
Lo cierto es que, hoy por hoy, Pedro Tortoló, es una especie de entelequia que probablemente se ha cruzado en nuestro camino manejando un almendrón ―se aclara que no tenía un Lada, sino un Fiat polaquito― o quizás nos ha vendido cualquier  fritanga en un timbiriche cuentapropista.
Con solo pronunciar su nombre, a manera de estereotipo, muchos simulan arrancar a correr.  Tortoló carga con un estigma ―que si se hace justicia― debe compartir con Fidel y Raúl, quienes durante el asalto al cuartel Moncada corrieron "hasta darse con los calcañales en nuca", dejando abandonados a sus compañeros heridos en combate.
Y como olvidar no es recomendable, debemos recordar que mientras los infortunados veteranos de Granada eran interrogados por los sabuesos de la CIM otros tuvimos la fortuna de ir al Festival de Varadero.  Por aquellos días, cuando en el famoso balneario la música resonaba en todas las esquinas y la cerveza helada estaba al alcance de todos, fue inolvidable la bailadera y gozadera sobre los asientos del anfiteatro, mientras el popular Oscar D'León  gritaba inmerso en la muchedumbre: "¡Dame cable, dame cable!".



Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

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