Es hora de que ese instrumento de extorsión que
es el INDER deje de existir y se deje de utilizar a los deportistas como
soldados.
Ya saben, el totí lo paga todo, y el papel aguanta lo que se escribe en él.
A pesar de que el béisbol no es el único deporte que enfrenta la sangría de jóvenes promesas y de grandes estrellas también, es el entretenimiento nacional, y para que no quede dudas, siempre fue el deporte que con especial atención Fidel Castro seguía de manera personal. Era su moneda de cambio izquierdo.
Los tiempos, al parecer, no han cambiado, a pesar de que ya aquel está con un pie en el más allá, escribiendo alucinaciones que algunos llaman reflexión, pero quizás con el otro pie que no está en la tumba aún pegado al freno de las "reformas" del hermano.
O suerte de ellas.
La destitución, por lo tanto, viene a cubrir un parche que ya se estaba abriendo con aquel reporte de prensa. Resulta sintomático, no obstante, que en vez de hacer los cambios que los aficionados cubanos hace rato reclaman en las calles, al punto de que hasta conocidos comentaristas en emisiones públicas han expresado sus críticas a las altas autoridades del deporte, con extensión a las del país, el gobierno castrista solo hace un cambiazo.
Recurriendo al muy popular "deporte" de barrios: solo "dándole agua" al dominó.
¿Qué se cambia con esto?
¿Es el presidente "tronado" el culpable de la política de crisis en el deporte, y el que hoy se sienta en el INDER el instrumentador del cambio?
¿O es sencillamente la curita provisional para ocultar la herida mayor: la necesidad del cambio drástico en la política nacional del deporte?
¿Qué se espera para la "reforma"? ¿La muerte de "aquel otro"?
El INDER es la herencia del castrismo soviético, de la época en que los atletas eran la manufactura ideológica de los músculos y la voluntad, del bate, los puños y las carreras. Es parte de la herencia socialista de una Europa del Este que ya es historia, y no existe, pero que en Cuba queda como huella de una época de gloria, cuando se ganaban grandes titulares en olimpiadas y mundiales, y se daban "vivas" y "gracias" al "querido…" ya saben quién.
Esa institución también es símbolo de la hipocresía y la doble moral de un régimen que hablaba de amateurismo siendo en esencia el deporte cubano profesional, y es quizás la existencia aletargada de su estratega en jefe lo que, quizás, hace imposible el cambio radical de la política deportiva.
La afición pide que los atletas cubanos que hoy compiten en clubes y equipos de las Grandes Ligas americanas en béisbol, o las grandes estrellas de voleibol, boxeo y tantas otras, puedan conformar los equipos nacionales y competir por Cuba, el país.
Por Cuba, la nación, no el partido, la ideología y el Gobierno.
La afición pide que se emitan los juegos donde los cubanos emigrados, escapados, exiliados, como quiera llamárseles, en las televisiones locales del país, y no tengan que estar acudiendo a ilegalidades, "paquetes" recreativos del mercado negro, o la captura de las señales satelitales para disfrutar de sus compatriotas en el mundo.
Es hora, además, de que ese instrumento de extorsión que es el INDER deje de existir, que el Estado deje de utilizar a los deportistas cubanos como soldados de un ejército ideológico, y los atletas no tengan que juramentar por nadie, darle "gracias" a ninguna comandancia, ni que la burocracia instalada en ese organismo controlador, a "sugerencia del Presidente de los Consejos de Estados y de Ministros", sirva de velador de la cuenta bancaria, y del bolsillo de los atletas, de su vida personal y de su inteligencia y fe.
El deporte no es patrimonio de un gobierno, sino de un país. No es patrimonio de un partido, sino de una nación. No tiene ni puede tener ideología. Desde sus orígenes las olimpiadas, tal como Pierre de Coubertin las soñó, eran una competencia de los deportistas de todo el mundo, bajo el signo de la unión y la hermandad.
Todo lo contrario a lo que ha instrumentado el castrismo a través de su herramienta ideológica: el INDER.
La división, el etiquetado de "desertores" a los deportistas que se marchan para alcanzar una mejor vida material, y también competitiva, no es el signo soñado por Coubertin, es la marca divisoria del castrismo. Esa etiqueta tiene que desaparecer, con el borrado del INDER, y con algo más.
Las destituciones de hoy se asemejan a las tantas que se han vivido ayer, siempre. No resuelven nada, porque no son los nombres de rango menor los creadores de las crisis en el deporte. La sangría de atletas seguirá existiendo en tanto en cuanto la verdadera y única sustitución se produzca: la del que establece la política nacional deportiva, hoy Raúl Castro, ayer el otro.
Lo demás es la simple "agua al dominó" tropical, en la mesa ministerial del deporte castrista.
Este artículo apareció en el blog Open Cuba. Se reproduce con autorización del autor.
Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"
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