martes, 14 de enero de 2014
Por: Martha Beatriz Roque Cabello
El
edificio en que vivo tiene 42 apartamentos y tres plantas, la primera
ocupada por una tienda de divisas nombrada La Mía, la mayoría del tiempo
no se ve a nadie por los pasillos; no obstante el 13 de enero, a las 9 de la noche, por segunda vez desde la última golpiza que recibí el pasado 19 de noviembre, un grupo de unos 8 o 10 vecinos se pararon en
la puerta de mi casa para decirme que “no van a permitir más
reuniones”. Acto seguido comenzaron un mitin de repudio en el pasillo
frente a mi apartamento, con un televisor que sacaron para el lugar y videos, al parecer sobre la oposición y mi persona, para ayudar a lavarles más aún el cerebro e incrementarles los odios.
Desde
noviembre para acá que la dictadura decidió no permitir reuniones en mi
casa, han llenado los pasillos, la escalera y la pared frente a mi apartamento con
fotos de Fidel y Raúl Castro y pancartas con consignas, así como un
mural en el que permanece un periódico Granma con una foto mía y
palabras ofensivas.
Durante
todos estos meses, miércoles tras miércoles, ha estado en la entrada
del edificio la policía política, acompañada de la Policía Nacional
Revolucionaria y dos o tres de los vecinos que se han parado en mi
puerta para impedirle la entrada a las personas que quieren acceder a mi
casa e incluso arrestarlas, con la modalidad de dejarlas tiradas lejos
de sus residencias.
Esto repetido una
y otra vez deja de ser noticia, pero hay un viejo dicho que reza:
“tanto da el cántaro a la fuente hasta que se rompe”. Es imposible vivir
con el acoso que la policía política tiene sobre mi persona, basado en
el hecho de la proximidad de los apartamentos en el inmueble. No puedo
prácticamente abrir las ventanas, pues de forma descarada miran para
adentro. Tienen tomada un área común que da a mi casa y le han puesto
una reja con llave, lo que implica que ni tan siquiera puedo limpiar las
ventanas por fuera. Me dejan correr agua por
debajo de la puerta de entrada al apartamento, también en la ventana de
la cocina que da al patio de uno de los miembros de la Brigada de
Respuesta Rápida, solo por señalar algunas de las situaciones que vivo
en el día, aunque se sabe que en abril de 2013 me golpearon e hicieron
un esguince en mi hombro izquierdo.
A pesar de que el Director Municipal de Salud Pública estuvo en
mi casa y ordenó fumigar con un líquido especial para los asmáticos,
orientando que no había que volver a hacerlo hasta dentro de 3 meses, que es el tiempo que dura ese producto químico; la
vecina que me queda enfrente continúa mandando a echar el humo en el
área común, conociendo que he tenido que darme aerosol después de
aspirarlo.
He
tratado de legalizar mi estancia de 15 meses en este apartamento y no
me lo han permitido, so pretexto de que hice reparaciones donde vivía
anteriormente que no admiten que la casa sea reconocida en el Registro de Propiedad.
El pasado jueves una de las personas que usualmente está en la puerta los miércoles me empujó a la salida de la tienda de la planta baja, estaba acompañada de dos disidentes que
plantean no van a permitir que eso vuelva a suceder sin que tenga una
respuesta. He tratado de que no se actúe indebidamente, pero tanta
ignominia cansa.
Aunque
la policía política utiliza a estos ciudadanos para su fachada teórica,
en la práctica son ellos los que usan de la fuerza que tienen para no
permitir que se efectúen las reuniones de la Red Cubana de Comunicadores
Comunitarios, que evidentemente molesta al régimen. ¿A quién van a
hacer creer que son los vecinos indignados los que no quieren que nos
reunamos?
He
solicitado a mi abogada, la doctora Amelia Rodríguez Cala, que eleve un
escrito a la Sala de la Seguridad del Estado del Tribunal Provincial,
que nos juzgó con el objetivo de que quede sin lugar mi licencia
extrapenal, pues estoy tan presa como cuando estaba en el Manto Negro.
Cuando me fueron a entregar el documento de la licencia extrapenal, el 22 de julio de 2004,estaba
presente un oficial de la Seguridad del Estado y otro de Cárceles y
Prisiones, antes de tomarlo en la mano pregunté: “¿Esto tiene alguna
limitación?” y el oficial de la policía
política, que trabajaba como instructor en Villa Maristas, me respondió:
“Lo único que no puedes hacer es pisar el césped”.
Si
bien es cierto que la mayoría de los que formamos parte de la oposición
interna conocemos de cerca lo que significa el hostigamiento del
régimen y hemos padecido de él por muchos años, es muy difícil vivir con
esta situación las 24 horas del día.
En
estos momentos me encuentro sola en Cuba, mi familia emigró en su
totalidad y no tendría ni siquiera quien me llevara algo a la prisión,
no obstante prefiero estar entre esas rejas, porque estoy bien presa y
ahora la diferencia es que también lo estoy sin que tenga un costo
político para el régimen, porque lo que hacen una y otra vez, se convierte en más de lo mismo, no solamente conmigo, también con el resto de la oposición y ellos lo saben.
Quizás
hay quien piense que una solución sería dejarnos de reunir en esa fecha
o aquí en mi casa, pero ceder ese espacio implicaría poner fichas de
dominó para que cayeran una detrás de otra y seguir consintiendo otros
abusos al régimen, lo que por un problema elemental de principios no es
tolerable.
Aunque
la mayoría de los miembros de la Red Cubana de Comunicadores
Comunitarios que por vivir en La Habana o cerca acuden semanalmente a
las reuniones, no ha dejado de hacerlo por esta forma de intimidación,
son seres humanos a los que maltratan de palabra y de obra. Un ejemplo
de ello es Arnaldo Ramos Lauzurique, uno de los integrantes del Grupo de
los 75, que tiene 73 años de edad, y el oficial conocido por el nombre
de Camilo lo golpeó y le rompió los espejuelos, aun así se mantiene viniendo todos los miércoles.
Mi
decisión está lejos de ser cobardía, porque para estar en la prisión se
necesita valor; es una solución a lo que está sucediendo conmigo y con los demás miembros de la organización que dirijo, que aunque parezca repetitivo hace que la vida sea insoportable. Como
protesta podría adoptar otras actitudes, como ponerme en huelga de
hambre, pero mi estado de salud no va a permitir una tercera muerte
clínica.
Formar
parte del Consejo de Derechos Humanos es lo que le aprueba al régimen
actuar de esta forma con la oposición interna, como siempre con la
perorata de que el pueblo revolucionario enardecido es el que no permite
a los “mercenarios” actuar; y los “buenos” policías toman posición para evitar que las “masas” le vayan a hacer daño a los que disienten. Así está el país en estos momentos.
La Habana, 14 de enero de 2014.
Posted by: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos
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